Voy a detenerme un instante en el poema titulado «Gabriel Miró», porque es quizá el más importante de cuantos tratan el tema de la creación poética. Comienza afirmando que el poeta persigue la esencia de las cosas: «Poesía, lenguaje. ¿No se aúnan?[1] / El poeta persigue lo absoluto, / Lo absoluto del ser». Gabriel Miró, que es para Guillén poeta en prosa, «Siente que se le tienden sus palabras, / Activas cazadoras, / Hacia esas realidades, que ya intuye, / No ilusión de la mente». La palabra es instrumento especialmente válido para aprehender la realidad del mundo, de los seres: «Su lenguaje es poder y el mundo existe». Y añade: «Las palabras renacen con frescura / De Génesis, / Contentas de surgir en manantial». Estos tres versos parecen recordar cómo Dios otorgó al primer hombre la posibilidad de dar nombre a las cosas recién creadas, con lo que le dio también el poder de dominarlas. De algún modo, las cosas pasan a «estar bajo control» al tener un nombre asignado y, por supuesto, al ser nombradas; en efecto, en el poema «Con Lao-Zi» podemos leer: «“Los nombres son principio de las cosas.”».
Las ideas expuestas en este poema se completan con las indicadas en uno de los estudios de Lenguaje y poesía: «Lenguaje suficiente: Gabriel Miró» (pp. 143-179). Voy a entresacar las principales afirmaciones relativas a la expresión poética: «La poesía es la culminación de la existencia: vida profunda tiene que llegar a ser vida expresada»; «el hombre llega a ser hombre merced a la expresión»; la expresión es conquista espiritual más creación estética. Es decir, para Miró —según explica Guillén— la experiencia debe ser expresada para llegar a ser una experiencia plena; de esta forma, la experiencia, a través del filtro de la memoria, se convierte en creación o en re-creación. Guillén señala también que la literatura de Miró es «un contorno de sonido tierno paladeado»; y se refiere a continuación a sus características, haciendo especial hincapié en la profunda captación sensorial y en el recuerdo a través de la sensación: «Porque hay episodios y zonas de nuestra vida —dirá Miró— que no se ven del todo hasta que los revivimos y contemplamos por el recuerdo; el recuerdo les aplica la plenitud de la conciencia». Estas últimas ideas no están desarrolladas en el poema sino levemente sugeridas:
¿Hay juego? Mucho más.
Todo parte de espíritu, acechante,
De un alma conmovida,
Que desde su interior descubre mundo.
Sensación agudísima se incrusta,
Lo sólido remueve
Sin jamás diluirse hacia algún caos[2].
[1] Lenguaje y poesía es precisamente el título de un libro de crítica literaria de Guillén.
[2] Ver para más detalles Carlos Mata Induráin, «La cuarta parte de «Final», de Jorge Guillén: «En tiempo fechado». Ordenación temática», Rilce. Revista de Filología Hispánica, 13.1, 1997, pp. 74-101.
Profundo el comentario de Guillén sobre estos versos taoístas de Miró: el nombrar del poeta hace que el libre juego de la Naturaleza, del mundo y sus cosas, no se diluya en el caos. Dios usó a la Luz para crear con un nombre el concepto de ‘día’, el periodo de luz, separado del de no-luz.