Todavía podemos traer a colación otro aspecto importante que tiene que ver con la personalidad de Cervantes[1], pero más relacionado ya con la materia literaria[2]. Me refiero a su vocación de escritor (bien marcada desde muy temprano, aunque a veces alternara el cultivo de la literatura con otras ocupaciones) y a la alta conciencia que siempre tuvo del valor de sus obras. Puede afirmarse que Cervantes fue escritor por vocación, lo que no está reñido con el hecho de que viera también en la literatura un medio para intentar ganarse la vida.
Tuvo además vocación de crítico literario; en efecto, Cervantes está al tanto de las principales novedades del momento, y emite juicios de valor sobre los escritores contemporáneos, en el Canto de Calíope incluido en La Galatea, en los prólogos que anteceden a sus obras, en el Viaje del Parnaso y su Adjunta… Retrata a la perfección ese mundillo literario formado por amigos y compañeros, pero también por rivales y enemigos declarados (de entre ellos, Lope, el mayor y más importante).
Cuando aparece el Quijote en 1605, las obras que pueden hacerle competencia en las ventas son el Guzmán de Alfarache (cuya I Parte había salido en 1599) y La pícara Justina (publicada en 1604); Cervantes no escribirá ninguna novela picaresca stricto sensu, pero sí obras cercanas a la picaresca con las que innovará el género modificando sustancialmente sus rasgos canónicos (La gitanilla, Rinconete y Cortadillo o El coloquio de los perros) y, además, reflexionará sobre la picaresca en diversos pasajes (por ejemplo, a través de la introducción en el Quijote del personaje de Ginés de Pasamonte). Del año 1604 es también El peregrino en su patria de Lope, cuya falsa erudición, de segunda mano, critica duramente Cervantes (sin nombrar explícitamente al Fénix, pero sin dejar lugar a dudas) en el prólogo del Quijote de 1605[3].
Pero no es solo que Cervantes ejerza de crítico literario juzgando y valorando a los escritores contemporáneos. Es que, además, muchos pasajes en el interior de sus obras constituyen reflexiones importantísimas sobre el quehacer literario, la relación entre el autor y su obra, o entre realidad y ficción, la teoría de la novela y los diversos géneros narrativos (novela de caballerías, picaresca, morisca, pastoril, novella…), la situación del teatro (el discurso del canónigo toledano, en Quijote, I, 48, acerca de las comedias y su mala calidad, con su opinión de que se han convertido en «mercadería vendible»), etc. Es decir, Cervantes se mueve con destreza en el terreno de la metaliteratura, hace literatura acerca de la literatura, de lo que son buena muestra también sus geniales prólogos, que constituyen páginas verdaderamente antológicas.
[1] Reproduzco aquí, con ligeros retoques, el texto de Mariela Insúa Cereceda y Carlos Mata Induráin, El Quijote. Miguel de Cervantes [guía de lectura del Quijote], Pamplona, Cénlit Ediciones, 2006.
[2] Ver los trabajos de Anthony Close, «Cervantes: pensamiento, personalidad y cultura», estudio preliminar en Don Quijote de la Mancha, ed. del Instituto Cervantes dirigida por Francisco Rico, Barcelona, Crítica, 1998, pp. LXVII-LXXXVI, y de Edward C. Riley, «Cervantes: teoría literaria», ibidem, pp. CXXIX-CXLI.
[3] Sea quien sea, está claro que Avellaneda, el autor del Quijote apócrifo de 1614, fue alguien cercano al círculo de Lope de Vega.
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