Juan Valera opinaba que «ni los ingleses tienen más derecho a calificar de genio a lord Byron, ni los alemanes a Goethe, que a Espronceda nosotros»[1]. Estas palabras son aplicables, sobre todo, al Espronceda poeta, aspecto de su producción en el que da su verdadera talla de creador genial. En general, en toda la poesía de José de Espronceda se muestra una concepción pesimista de la vida y del hombre, como es frecuente en el Romanticismo. Ortega y Munilla, en unas líneas dedicadas a Espronceda en El Imparcial, decía:
Espronceda es el poeta de los amores tristes y de las indignaciones vehementes. La memoria de lo que fue Espronceda no se compadece con la idea del eterno reposo. Vida de lucha, de febril inquietud, de ininterrumpidas batallas; batallas con las ideas y los hombres, procesamiento, persecuciones, destierros, protesta constante contra todo orden de tiranía. Tal fue el vivir de Espronceda: una tempestad continua. Espronceda es la síntesis de la inspiración desordenada, de la genialidad indomable, del numen frenético, de la exaltación morbosa, de la locura convertida en arte y del frenesí, tratando de romper las duras ordenanzas de la rima…[2].
A veces esa tristeza se ha relacionado con ciertos datos biográficos (concretamente, con su fracaso amoroso con Teresa Mancha); pero más que en esas circunstancias personales hay que pensar en una sensibilidad lúgubre y triste común a toda su época. En ocasiones se le ha acusado, ya lo apuntamos, de no ser original y se ha exagerado su deuda con Byron. Sea como sea, Espronceda encarna el Romanticismo revolucionario en España. Los rasgos más destacados de sus versos son el ya apuntado tono pesimista, el efectismo y la sincerísima pasión. Por lo común, hay en ellos una adecuación perfecta entre lo que escribe y lo que siente. Para muchos críticos es la encarnación del poeta como vate o genio. Y no podemos olvidar que su poesía influye poderosamente en poetas tan señalados como Antonio Machado o Rubén Darío[3].
[1] Citado por Narciso Alonso Cortés, Espronceda: ilustraciones biográficas y críticas, 2.ª ed., Valladolid, Librería Santarén, 1945, p. 130.
[2] Citado por Julio Romano, Espronceda: el torbellino romántico, Madrid, Editora Nacional, 1950, p. 200.
[3] Esta entrada está extractada de la introducción a José de Espronceda, El estudiante de Salamanca, ed. de Mariela Insúa Cereceda y Carlos Mata Induráin, Madrid, Cooperación Editorial, 2005 (col. Clásicos Populares, 14). Considérese, por tanto, el texto como coautoría de Insúa y Mata.
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Vosotros que sois personas cultas igual me podíais indicar ciertos versos que hablan del sentimiento. Punto. No sé más y ya no soy capaz de encontrarlos. Creo que eran de Espronceda pero no doy con ellos. Por si a alguien le suena.
¿Tal vez se refiera, José Luis, a estos célebres versos de Espronceda?
Hojas del árbol caídas
juguetes del viento son.
Las ilusiones perdidas,
¡ay!, son hojas desprendidas
del árbol del corazón.