La poesía de Rafael López de Ceráin: «Verano perdido» (2005)

Los diez poemas de este libro antologados en Cuaderno de versos. Antología 1985-2010 nos ofrecen un ramillete de temas variados: asuntos cotidianos, familiares, intrascendentes («Borja y Diego», «Cinematógrafo», «Camarera»), junto con evocaciones de ciudades y paisajes («Burgos», que trata de transmitir la plenitud de belleza e historia de tantos pueblos y ciudades de Castilla y León; «El Collao», que recuerda calles y negocios de Soria, al rememorar un camino hecho muchas veces en los años juveniles; y «Viajero», en el que el yo lírico, tras identificarse con Machado al confesar «He andado, también, muchos caminos» y afirmar que ha visto, igual que él, «caravanas de tristeza», invita a recorrer los viejos caminos de España y Portugal: «No olvides Iberia»).

Rafael López de Ceráin

Aparece también la infancia como paraíso lejano y perdido en el poema titulado precisamente «Infancia», donde una vez más se percibe la huella machadiana. Así, el verso del comienzo, «Vivo recuerdo de un patio en Soria», me parece un eco, consciente o no —creo más bien que lo primero—, de «Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla / y un huerto claro donde madura el limonero…». Se rememora la casa familiar, con su mobiliario, donde el poeta pasó los veranos de la infancia, todas aquellas gratas experiencias de «un pasado que no vuelve». En cualquier caso, queda (una vez más) el recuerdo de todo lo vivido, y no solo en la mente:

Mis recuerdos son certeros.
Expresados humildemente
no se los llevará la muerte.

Versos estos que nos hablan del poder trascendente de la poesía, que logra fijar bellamente en forma de expresión literaria todas aquellas vivencias.

En cualquier caso, el tema que prevalece sobre todos es el dolor y la espera de la muerte. Ya en «Indiferencia» se nos habla de soledad, y se repite la frase «Esperar a la muerte / pero no saber fecha». En «Romance del hospital» (que métricamente no es un romance) aparece la enfermedad y la idea de que «La muerte se va enraizando / entre estas tristes paredes». En fin, en el titulado «El futuro», que se presenta con un lema de Quevedo, se constata que «no somos nada ni nadie». Quedan, sí, las lecturas, los viajes, el acto de la escritura, pero siempre con la cita ineludible tras la última vuelta del camino:

En ese futuro, la esencia del poeta es decidir,
vivir en tropelía disfrutando
a la espera de la muerte[1].


[1] Para más detalles remito a mi trabajo: Carlos Mata Induráin, «“Pero no olvides qué Ítaca eres tú”: los veinticinco años de creación poética de Rafael López de Ceráin (1985-2010)», en Rafael López de Ceráin, Cuaderno de versos. Antología 1985-2010, Madrid, Incipit Editores, 2010, pp. 13-39.

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