La acotación inicial del acto cuarto[1] señala: «(Concluye al anochecer.) Sala en casa de Leonor» (IV, fol. 2r). Quiteria comenta que su ama Leonor ha devuelto el manto y el disfraz humilde que usó para su anterior salida, y que ha regresado con «mayor llanto» (IV, I, fol. 2r). Esta escena explota humorísticamente la curiosidad de la criada, que se muere por saber todo lo que calla su ama. Leonor le pide que, si pregunta por ella su hermano, le diga que no salió, que estaba durmiendo. La réplica donde Quiteria se presenta como la primera «criada callada» (IV, 1, fol. 2v) modifica la alusión «criada pitagórica» de Calderón, cambio que he merecido algunos comentarios de la crítica. Así, escribe Caldera:
En cambio, hay una ocasión, en IV, 3, en que Bretón se rebela como le es posible contra el arbitrio del censor. Decía el texto de Calderón (III, 1):
Que soy la primera criada
pitagórica, enseñada
sólo a callar.El escritor del XIX cree que lo de «pitagórica» no lo comprenderían sus oyentes y pone en su lugar «cartuja», con evidente alusión a la regla de silencio que los monjes de esta orden suelen practicar. Naturalmente, el buen eclesiástico que preside la censura atisba en el vocablo el vilipendio de la religión; tacha, pues, y pone de su puño un «callada» que, además de borrar el chiste, choca con el «enseñada» de finales del verso. Entonces Bretón lo sustituye con un «que calla» que ciertamente el censor tuvo que aceptar en nombre de la eufonía[2].
Leonor se lamenta ahora por haber perdido el único testigo que tenía para identificar a su agresor:
LEONOR.- ¡Ay, que mi impía
fortuna al dolor me inmola!
He ido a perder una sola
esperanza que tenía
mi grande melancolía
para poderse aliviar (IV, 1, fol. 3r).
Y sigue (es la escena 2.ª) un monólogo suyo en apóstrofe a su honor:
LEONOR.- Ya en fin, honor,
no tenemos que esperar.
Por un lance inesperado
no solo, ¡ay, triste!, he perdido
la ocasión que, por descuido
quizá, me ofrecía el hado
para haber averiguado
quién es mi vil opresor,
mas, ¡oh, colmo de dolor!,
me roba la suerte impía
solo un testigo que había
para hablar en mi favor.
¡Dios, que veis mi desventura
y mi inocencia miráis,
si consuelo no me dais,
abridme la sepultura!
No puedo en tanta amargura
la existencia tolerar:
¡ay, ni aun me puedo quejar,
y el inflexible destino
no me deja otro camino
que eterno oprobio o callar! (IV, 2, fols. 3v-4r).
Como podemos apreciar, esta alusión al «inflexible destino» (que se suma a otras similares sobre el destino adverso, la amarga suerte, la suerte impía o la impía fortuna) refuerza el tono romántico del parlamento.
Don Diego encuentra a su hermana pálida y triste. Se añaden nuevos chistes sobre la «maldita curiosidad» (IV, 4, fol. 5r) de Quiteria. Ahora es Marcela la que viene a casa de don Diego y Leonor, y esta observa oculta (al paño) la conversación de su hermano con la dama del retrato. Marcela comenta a don Diego que le debe la vida (porque la sacó del coche accidentado) y la libertad (porque la ayudó en su casa a recuperar el retrato de manos de la dama encubierta) y, agradecida, le quiere entregar la banda; don Diego responde que a él le basta con el retrato, sin el oro de la cadena. Entonces Marcela se marcha dejando la banda y la venera sobre una silla, y Leonor aprovecha para recuperar un objeto tan precioso para ella:
LEONOR.- ¡Cielos, la venera es esta
testigo de mi desgracia!
Vuelva, pues, a mi poder.
No es un delito tomarla,
que su hacienda cada uno
dondequiera que la halla
la puede cobrar (IV, 5, fol. 9r).
Al volver a la habitación, don Diego no encuentra la banda con el retrato, y acusa a Quiteria de ladrona. Explica que no siente la pérdida de la banda, sino la del retrato. Le cuenta a su hermana que ayudó a Marcela a recuperar el retrato del poder de una oculta dama que fue a su casa a darle celos. Leonor disimula y él se va muerto de rabia. A continuación asistimos a un importante soliloquio de Leonor:
LEONOR.- ¡Fatal banda, único apoyo
de esta mujer desdichada,
vuelve a consolar mi afán
y alimentar mi esperanza!
Y tú, quienquiera que seas,
ocasión de mi desgracia,
¡conózcate yo a lo menos!
Estas lágrimas amargas
quizá a compasión te muevan,
y si tu pecho no ablandan,
¡quítame crüel la vida,
que sin el honor no es nada! (IV, 8, fol. 14r-v).
Notaré que los versos «Estas lágrimas amargas / quizá a compasión te muevan» son importantes, pues anticipan lo que sucederá al final. Don Luis y Quiteria comentan el llanto de Leonor, y su enamorado habla de su «¡Extraña / melancolía!» (IV, 9, fol. 14v). Las palabras de don Luis insisten en las lágrimas y el llanto de la joven. Para el galán es un enigma lo que ella le dice: que no amarle es prueba de su firmeza y, además, la mayor fineza que puede hacer por él. Hay en todo ello un misterio, que quedará sin explicación porque —asevera Leonor— «Jamás mi arcano saldrá / del labio» (IV, 9, fol. 16r). Y sigue otro bello parlamento de la dama, que no puede revelar a nadie lo que le ha sucedido. Desde el lado humorístico, Quiteria refuerza esa idea de que su ama ha dado en callar, muy a su pesar (de la criada). Por su parte, don Luis incide una vez más en la amargura y el llanto de su enamorada. Sea como sea, el acto se remata con un diálogo humorístico:
DON LUIS.- ¿Qué es esto, cielos?
QUITERIA.- Esto es
que el diablo anda suelto en casa.DON LUIS.- Esto es que sois las mujeres
falsas, perjuras, ingratas,
pérfidas… ¡May haya, amén,
quien os quiere!Vase.
QUITERIA.- ¡Muchas gracias! (IV, 10, fol. 17v).
Todo esto rebaja, ciertamente, el tono trágico de la situación —la brutal agresión sexual sufrida por Leonor— y de sus anteriores palabras en los soliloquios[3].
[1] La refundición de Bretón de los Herreros se ha conservado en dos versiones manuscritas: Ms. de la Biblioteca del Institut del Teatre (Barcelona), sign. 67.593 y Ms. de la Biblioteca Histórica Municipal (Madrid), sign. Tea 1-52-16A. Utilizo para mis citas el texto de Madrid, pero teniendo a mano también el de Barcelona. Para la pieza calderoniana manejo la edición crítica de Karine Felix Delmondes, Estudio y edición crítica de «No hay cosa como callar», de Calderón de la Barca, tesis doctoral, Pamplona, Universidad de Navarra, 2015.
[2] Ermanno Caldera, «Calderón desfigurado (Sobre las representaciones calderonianas en la época prerromántica)», Anales de Literatura Española, 2, 1983, p. 67. Ver también Javier Vellón Lahoz, «Moralidad y censura en las refundiciones del teatro barroco: No hay cosa como callar, de Bretón de los Herreros», Revista de Literatura, 58, 1996, p. 167.
[3] Para más detalles remito a mi trabajo: Carlos Mata Induráin, «“Mi corazón es ya vuestro / por amor y por deber”: la refundición por Bretón de los Herreros de No hay cosa como callar de Calderón de la Barca», Berceo. Revista Riojana de Ciencias Sociales y Humanidades, 177, 2019, pp. 103-130.
