«La dama boba» de Lope de Vega: nuevas mudanzas de amor, una boba fingida y un final feliz (1)

A lo largo del acto tercero[1] vamos a asistir a los vaivenes provocados por las nuevas mudanzas de amor obradas en los pretendientes: Liseo querrá volver al amor de Finea al verla discreta y sabia; Finea —graduada en el amor de Laurencio— luchará por sacar adelante esa relación; Nise estará celosa de su hermana y desdeñosa al ver que le roba a Laurencio; Duardo será avalado por Miseno como candidato a la mano de Nise (aunque esta pretensión queda en un segundo plano y no alcanza demasiado desarrollo), etc. El conflicto entre amor e interés —además de en el propio hilo de la acción— se hace presente de forma explícita en el baile de los vv. 2221 y ss.: «Amor, cansado de ver / tanto interés en las damas…». El humor vendrá dado, sobre todo, por los ardides de Finea, que volverá a ser boba —pero ahora boba fingida— para desenamorar a Liseo y poder convertirse en esposa de Laurencio.

En efecto, este tercer acto comienza presentándonos a una Finea transformada: sus versos que elogian los efectos del amor (vv. 2033-2072) podemos considerarlos una réplica de los que declamara Laurencio en el arranque de la segunda jornada (ver los vv. 1079-1122). Ella misma reconoce que dos meses atrás llevaba una vida igual a las bestias, pero ahora tiene un nuevo ser (v. 2058) y habita ya en los palacios de la divina razón (vv. 2065-2066). Su gran maestro ha sido el amor, que es catedrático divino (v. 2090). Pero ese amor le ha llegado por vía de Liseo, de ahí que pueda proclamar, igualmente, que «Laurencio ha sido el maestro» (v. 2081).

Finea (Silvia Abascal) y Laurencio (José Coronado), en la adaptación cinematográfica de La dama boba Manuel Iborra (2006)
Finea (Silvia Abascal) y Laurencio (José Coronado), en la adaptación cinematográfica de La dama boba de Manuel Iborra (2006).

Comicidad encontramos en la enumeración que hace Otavio de las lecturas de la culta Nise (vv. 2113-2132), libros que —confiesa a Miseno— a punto estuvo de quemárselos. Es decir, su biblioteca ha estado en un tris de sufrir un expurgo similar a la de don Quijote, porque, como argumenta el padre:

¿Quién le mete a una mujer
con Petrarca y Garcilaso,
siendo su Virgilio y Taso
hilar, labrar y coser? (vv. 2109-2112).

A Otavio le disgusta que Nise haga versos, y así añade algo más adelante:

Temo, y con razón lo fundo,
si en esto da, que ha de haber
un don Quijote mujer
que dé que reír al mundo (vv. 2145-2148).

Para calibrar mejor el alcance de este comentario, debemos recordar que, para los contemporáneos de Cervantes, don Quijote era fundamentalmente una figura ridícula, un personaje «provocante a risa», y en eso teme Otavio que se convierta su hija Nise: en una risible poetisa, en una erudita y pedante marisabidilla.

En la escena siguiente veremos a Liseo comentando el desdén de Nise y amenazándola con volver al amor de Finea. «¡Todo es mudanzas amor!» (v. 2220), exclama el galán, justo antes de que dé comienzo un animado baile —que sin duda alguna haría las delicias del público—, en el que Finea baila con mucha gracia, gallardamente (v. 2319). Otavio por vez primera ve cercana la dicha: Finea ha dejado de ser boba y, además, su amigo Miseno abona a Duardo, caballero y poeta, como candidato a la mano de Nise. Por su parte, Liseo le explica a su criado Turín: «Yo he mudado parecer» (v. 2332; la expresión es eco del «Yo he mudado pensamiento» de Liseo en el v. 1983): en efecto, ha dejado de querer a Nise como venganza por su desdén y se decide a amar a Finea. Como tantas veces sucede en la Comedia nueva, será el criado, siempre despierto de ingenio, quien le haga ver las cosas bien claras a su amo: no es bueno que se case por venganza; si lo hace, que sea en todo caso porque Finea es ahora gallarda y ha cobrado el seso (ver los vv. 2343-2351). Turín será el encargado de contar a Laurencio y su criado Pedro que Liseo se dispone a pedir la mano Finea. Cuando Laurencio protesta, afirmando que Liseo le dio palabra de no casarse con ella, Turín de nuevo hace gala de su agudeza, al afirmar que el rival se casa con otra, pues Finea ya no es la misma mujer que antes (vv. 2386-2389). En efecto, a Liseo «Cansóle la bobería, / la discreción le animó» (vv. 2403-2404), según sentencia Pedro (aunque también el oro de la dote, reconoce el lacayo, ayuda a que haya puesto su deseo en ella)[2].


[1] Citaré por esta edición: Lope de Vega, La dama boba, ed. de Alonso Zamora Vicente, Madrid, Espasa Calpe, 2001.

[2] Para más detalles remito a mi trabajo: Carlos Mata Induráin, «La comicidad en La dama boba», en Javier Espejo Surós y Carlos Mata Induráin (eds.), Preludio a «La dama boba» de Lope de Vega (historia y crítica), Pamplona, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra, 2020, pp. 191-220.

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