La misma temática que en poemas anteriores[1] reaparece de nuevo en otra composición escrita «Para Juan»: es la «Melodía por un niño» (gusta Amadoz de utilizar términos musicales para los títulos de sus poemas y poemarios[2]), uno de los nietos a los que ya se dedicaba antes otro poema. El nacimiento del niño hace que el corazón cansado del yo lírico sienta un «calambre de porcelana»[3]; afirma que esa novedad «me ha vuelto la fe de mis antepasados / como un guiño que se esconde»; y al recién nacido quisiera eternizarlo:
… y hacerte hijo de las estrellas,
preludio fino de poniente
que en tus horas quedas,
asomas tímido
en tu balbuciente belleza
de indomado y jubiloso estreno.

En «Alguien estremecerá mi otoño», tanto la dedicatoria a Teresa de Calcuta como el lema de Rilke colocado al final, nos transportan al tema de la trascendencia deseada, anhelada, aunque siempre conflictiva, en ese otoño «de pájaros dormidos» del poeta (se acumulan otras imágenes de acabamiento: viento viejo, hoja marchita, viento herido, harapos del tiempo, secos viñedos…). Y una vez más con el ejemplo de «mis antepasados», el yo lírico espera el «paso del ángel / que todo sella» y llama a un «indómito rocío» de esperanza y vida renovada, una espera en alguien / Alguien:
Firme de luz,
mi ángel en su camino
con la ternura asida en sus manos,
el viento sonoro late
en este huerto
de perenne frescura
y frutales ensazonados,
ya atardecida la hora
de hojas secas hacia remotos jardines.
En fin, ese anuncio de esperanza en una vida nueva se redondea y hace más patente en el poema que cierra el libro, «Te completo, padre», que parte de unos bellos versos:
Yo te sigo y dilato, padre mío.
En mi propia vida te doy ensanchados ámbitos,
y de mí te completo
como me completarán mis hijos.[…]
En nada puedo quedarme sin servirte.
Donde pongo mis manos,
otras manos añosas que son tuyas
se juntan con las mías.
Es un poema que puede leerse en clave religiosa: de la misma forma que un hijo completa a un padre y será completado a su vez por sus hijos, él, el yo lírico, el hombre, completa al Padre Dios. Esta equivalencia del padre (terreno) con el Padre (celestial) no parece inadecuada, sobre todo si tenemos en cuenta lo expresado en otros poemas y el apóstrofe final de este al Señor, con unos versos que dejan al poeta claramente abierto a lo infinito:
Tú, Señor, me has manado
en agua corriente que no acaba,
en imperiales rebaños de eternos amores,
me has dado fe para verdecer mis súplicas
y continuarte en la obra de mi padre.Donde tú me terminas, padre, yo te dilato
y el horizonte se abre,
y no hay final sino principio,
aires que te pueblan de mis aires infinitos.
En resumen, estos Poemas para un acorde transitorio son composiciones más cercanas y llenas de vida, algunas con una génesis claramente ligada a circunstancias personales y gozosas de la vida del poeta, en particular la experiencia rejuvenecedora de los nietos. Como hemos visto, se reiteran temas, motivos e imágenes habituales; y si al comienzo del poemario se hacía presente la noche de la no fe y siempre, a lo largo de todos los poemas, la conciencia de finitud y muerte futura, al final el poeta queda abierto a «remotos jardines», a un «horizonte que se abre», a «aires infinitos». Es decir, el permanente debate entre inmanencia y trascendencia parece inclinarse ya de forma patente hacia el lado de esta última[4].
[1] Este poemario no fue publicado previamente de forma exenta, sino que quedó incorporado directamente al conjunto de su Obra poética (1955-2005), Pamplona, Gobierno de Navarra-Institución Príncipe de Viana, 2006.
[2] Podemos citar algunos ejemplos de esta importancia de la música en la nominación de los poemas y poemarios: acorde, melodía, acordes, poema sinfónico, cuarteto, etc.
[3] Por cierto, se hablaba de unos ojos de porcelana en un poema anterior dedicado a los nietos: «Siempre quise miraros con mis ojos de porcelana…». En otros contextos hablará de un «duende de porcelana» o de una «aventura de porcelana».
[4] Para más detalles remito a mi trabajo «José Luis Amadoz, poeta “aprendiz de brujo”: cincuenta años de coherencia poética (1955-2005)», introducción a José Luis Amadoz, Obra poética (1955-2005), Pamplona, Gobierno de Navarra-Institución Príncipe de Viana, 2006.