«La celosa de sí misma» de Tirso de Molina: resumen de la acción (acto II)

Examinaremos en esta entrada los bloques escénicos del acto II de La celosa de sí misma[1]. Veamos:

1. Ardides de doña Magdalena y mentiras de Santillana

a) Sale doña Magdalena de luto bizarro, con Quiñones. Comenta que al principio estaba feliz de amar a don Melchor, porque admiraba sus buenas cualidades, pero ahora que va a ser su esposo le resultan enfadosas, pues le causan sospechosos recelos. En concreto, le molesta que viniera a casarse y se fuera con la primera desconocida que le enseñó una mano; y como esa mano era la suya, resulta que siente celos de sí misma. Decide que acudirá a la Victoria como prometió, para poner en práctica los «ardides / de mi amor» (p. 1099): irá con luto y en una silla distinta para que nadie la reconozca.

b) Don Melchor y Ventura. Este se lamenta de que su amo se haya enamorado de una mano, y piensa que la desconocida dama que prometió venir solamente lo hará si intuye que puede sacarles más dinero. Don Melchor comenta que doña Magdalena no le agrada, pues le pareció demasiado fría. Pero si la dama desconocida es fea, posibilidad que le hace ver Ventura, volverá con su prometida, «que si no es hermosa, es rica» (p. 1191).

c) Salen doña Magdalena y don Luis. Este se queja de que los mantos privan a los hombres de admirar la belleza de las damas. Él está interesado en que la tapada entre en relaciones con don Melchor, ya que así le dejará libre a doña Magdalena.

Mujer tapada

d) Doña Magdalena y don Melchor. Ella le reprocha que ama y se casa con una tal Magdalena, «noble, cuerda, hermosa y rica» (p. 1005). Don Melchor protesta diciendo que la belleza de esa Magdalena no tiene ni punto de comparación con la de su mano, y le pide descubra el rostro. Asegura que se irá de casa de su prometida, y que la cederá a don Luis.

e) Ventura interroga a Santillana. Este escudero viejo finge que doña Magdalena es la condesa de Chirinola. Simultáneamente, la tapada enseña los ojos, primero uno, luego otro, a don Melchor, quien confiesa que los de su novia no son tan hermosos. La supuesta condesa les da una sortija.

2. Doña Ángela contraataca

a) Don Sebastián y doña Ángela. Don Sebastián, que ama a doña Magdalena, tiene celos de don Melchor; y doña Ángela, que ama a don Melchor, también está celosa de su vecina. Los dos hermanos traman un plan para estorbar que se casen: don Sebastián dirá que doña Magdalena le dio el sí de esposa. Si es preciso, buscará testigos falsos entre criados y amigos para que acrediten el embuste. Además, él tiene más dinero que el otro: «Don Melchor es muy galán, / pero más lo es el dinero», comenta doña Ángela (p. 1114).

b) Ventura y doña Ángela. Ella le entrega una sortija y el criado, loco de contento al ver que le llueven las alhajas, elogia esta mano perfecta que da y no pide. La dama le pregunta si sería ella rival para la esposa de don Melchor. Ventura le confiesa que su amo ya no ama a doña Magdalena, sino a la condesa del Bolsillo (así la llama[2]), y doña Ángela queda celosa, ahora de esa supuesta condesa. Pero el criado la tranquiliza: como su amo está enamorado de una mano y de un ojo, bastará con que ella le enseñe la nariz, el hocico y la dentadura para desbancar a la rival, comenta humorísticamente.

c) Doña Magdalena, con otro vestido, y Quiñones. Ella sigue estando celosa de sí misma: está quejosa porque don Melchor la ama como dama misteriosa, y la desama como Magdalena, es decir, adora su mano y sus ojos según vaya tapada o no. Insiste en que está envidiosa de sí, sintiendo «el cuchillo de los celos» (p. 1121).

d) Doña Ángela, don Sebastián, don Jerónimo y don Alonso. Don Sebastián cuenta que el leonés está comprometido para casarse con una condesa. Don Alfonso, el padre de doña Magdalena, dice que buscará otro consorte para ella. Don Sebastián se ofrece, con sus seis mil ducados de renta, y propone al mismo tiempo que su hermana case con don Jerónimo.

e) Acompañado de Ventura, se presenta don Melchor, a quien interesa despedirse de su prometida y quedar libre para casar con la condesa. Don Alonso, don Jerónimo, don Sebastián y doña Ángela le dan parabienes por su nuevo matrimonio y lo abandonan tras despedirse con cortantes réplicas. Tampoco Quiñones quiere saber nada con Ventura. Doña Magdalena, por su parte, dice al leonés que la Condesa, que es amiga suya, marcha a Italia para casarse con su primo Enrico, y que ella se va a casar con otro. Don Melchor queda corrido, abandonado por todos: tendrá que irse de Madrid, pues las dos mujeres (su prometida Magdalena y la misteriosa dama de la Victoria, convertida en condesa) le dejan[3].


[1] Todas las citas de La celosa de sí misma corresponden a: Tirso de Molina, Obras completas, III, Doce comedias nuevas, ed. de María del Pilar Palomo e Isabel Prieto, Madrid, Fundación Castro, 1997, pp. 1055-1164. Otra edición moderna es: Tirso de Molina, La celosa de sí misma, ed. de Gregorio Torres Nebrera, Madrid, Cátedra, 2005. Esta entrada forma parte de los resultados de investigación del Proyecto «Identidades y alteridades. La burla como diversión y arma social en la literatura y cultura del Siglo de Oro» (FFI2017-82532-P) del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades del Gobierno de España (Dirección General de Investigación Científica y Técnica, Programa Estatal de Fomento de la Investigación Científica y Técnica de Excelencia).

[2] Considero que hay que editar «condesa del Bolsillo» así, con mayúscula, como si se tratase de un título nobiliario.

[3] Para más detalles sobre la comedia remito a Carlos Mata Induráin, «Comicidad “en obras” y “en palabras” en La celosa de sí misma», en Ignacio Arellano, Blanca Oteiza y Miguel Zugasti (eds.), El ingenio cómico de Tirso de Molina. Actas del II Congreso Internacional, Pamplona, Universidad de Navarra, 27-29 de abril de 1998, Madrid / Pamplona, Instituto de Estudios Tirsianos, 1998, pp. 167-183.

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