Cáncer y Velasco escribió magníficos entremeses, como ya destacaba Emilio Cotarelo:
En nada cede como entremesista a Calderón, antes le sobrepuja en fuerza satírica, el agudísimo poeta D. Jerónimo de Cáncer y Velasco. Mucho debieron de agradar al público y representarse sus entremeses, cuando en todo tiempo y aun muchos años después de muerto se recordaban su chiste y donaire; se le conceptuaba modelo y autoridad en este género dramático[1].
Para Bergman, «su nombre, acoplado con el de Benavente, venía a ser sinónimo de “entremés”. […] Entre auténticos y dudosos se conservan unos 35 a su nombre, pero el renombre que ganó con ellos hace suponer que escribiera muchísimos más»[2]. Asensio califica los entremeses de Cáncer, junto con los de Calderón y Moreto, como «luminarias del género»[3]. Para Huerta Calvo fue «uno de los entremesistas más afamado de la centuria»[4].
Los entremeses de Cáncer figuran recogidos en tomos póstumos[5]. Uno de los mejores es el titulado El portugués, en el que «todos los personajes son caracteres y caracteres cómicos»[6]. Aquí la venta (cuyas incomodidades son antesala de los padecimientos del infierno) sirve como escenario para el desfile de diversos tipos estrafalarios, igual que sucede en El examinador de Hurtado de Mendoza y El reloj y genios de la venta de Calderón. En El cortesano el Gracioso explica a don Blas en qué consiste ser cortesano (vv. 8-16 y 25-46). Sin embargo, su fingida cortesanía no le sirve para librarse de los golpes que le propinan un acreedor y tres tahúres y tampoco para evitar ser despachado por el Huésped. La burla más sazonada refiere el engaño de una moza manchega que en Madrid se hace pasar por dama de distinción ante dos caballeros, hasta que el fraude es descubierto. En La visita de cárcel el Alcalde bobo terminará soltando, uno tras otro, a todos los presos. Cuando el Escribano comenta que lo ve más gallardo, más alto y más espigado, responde: «Si tengo una vara más, / ¿no queréis que esté más alto?» (vv. 7-8). El humor apunta también al remedar el Alcalde el habla del Portugués:
PORTUGUÉS.- «Ven, minina, y tray o peito mas benino.»
ALCALDE.- Ven, minina, y tray puesto el abanino.
PORTUGUÉS.- «Ven, porque cada día más te alongas.»
ALCALDE.- Ven, porque cada día hay más mondongas (vv. 186-189).
Los hombres deslucidos es un baile entremesado que formó parte de la fiesta burlesca de La renegada de Valladolid que se representó la noche de San Juan de 1655 en el Salón del Buen Retiro. En él todos los papeles son representados por mujeres y corresponden a distintos personajes ridículos: uno que gasta todo su dinero con las damas, otro toreador in pectore, otro que se fue a vivir a la aldea para tratar de gastar menos sin conseguirlo, un pesquisidor de sus orígenes… Los putos, que para Cotarelo es «un disparatón sin pies ni cabeza»[7], fue muy representado e imitado. Se abre con el lamento de Toribio por los desdenes de Menga, con burlesco eco garcilasista: «oh más dura que el Martes a mis quejas» (v. 4); y es que la moza se muestra cariñosa con todos menos con él (nótense los juegos de palabras y dobles sentidos):
TORIBIO.- Tú amas al Sacristán y al Boticario,
y que te sabe hacer un letuario;
al Alguacil también, porque te prende,
al Escribano, porque te pretende,
pero tú haces muy bien en adoralle,
porque al fin tiene causas para amalle (vv. 6-11).
La Doctora le ofrece un papel mágico que, leído por Menga, la enamorará. Pero quien lee el papel es el Sacristán: el conjuro funciona y pide un abrazo a Toribio. También el Escribano y el Alguacil leen la carta, con el mismo resultado. Menga llama a la justicia al ver que tres hombres requiebran a Toribio, y este replica, jugando de nuevo del vocablo (con pasteles hechizos, que eran los mandados hacer de encargo): «Eso tienen los hechizos, / como pasteles no sean» (vv. 154-155).
Otros títulos de entremeses de Cáncer son El estuche, El francés, El gigante, El libro de ¿qué quieres, boca?, El negro hablador, El sí, El tamborilero, Este lo paga, Juan Rana en el Prado, Juan Ranilla, La boda de Juan Rana, La Garapiña, La mal acondicionada o La regañona, La mariona, La mula, Pelícano y ratón, La pedidora (estos dos atribuidos también a Calderón), El paseo al río de noche (atribuido también a León Marchante), La ronda, La zarzuela, Las lenguas, Los ciegos (reimpreso como Candil y Garabato), Los galeotes, Los golosos de Benavente, Noche de San Juan, Sordo y Periquillo el de Madrid (reimpreso como El reo), Testimonios, Yo lo vi o Los embusteros, etc. Algunos de ellos fueron escritos para el famoso Cosme Pérez-Juan Rana. Cáncer tiene además bailes (Los ciegos, El capiscol, Los gitanos, Menga y Bras…), mojigangas, loas sacramentales y jácaras, algunas «a lo divino», que debieron de cantarse en los teatros[8].
[1] Emilio Cotarelo, y Mori, Colección de entremeses, loas, bailes, jácaras y mojigangas, Madrid, Casa Editorial Bailly-Bailliére, 1911, p. LXXXIV.
[2] Hannah E. Bergman (ed.), Ramillete de entremeses y bailes nuevamente recogidos de los antiguos poetas de España. Siglo XVII, Madrid, Castalia, 1970, p. 279.
[3] Eugenio Asensio, Itinerario del entremés desde Lope de Rueda a Quiñones de Benavente, Madrid, Gredos, 1965, p. 176.
[4] Javier Huerta Calvo, Antología del teatro breve español del siglo XVII, Madrid, Biblioteca Nueva, 1999, p. 261.
[5] En ediciones modernas pueden leerse: Los gitanos y El portugués en Felicidad Buendía, Antología del entremés (desde Lope de Rueda hasta Antonio de Zamora), Madrid, Aguilar, 1965; El cortesano, La visita de cárcel, Los hombres deslucidos y Pelícano y ratón en Hannah E. Bergman (ed.), Ramillete de entremeses y bailes nuevamente recogidos de los antiguos poetas de España. Siglo XVII, Madrid, Castalia, 1970; Testimonios en Celsa Carmen García Valdés, Antología del entremés barroco, Barcelona, Plaza & Janés, 1985; Los putos en Javier Huerta Calvo, Teatro breve de los siglos XVI y XVII, Madrid, Taurus, 1985, y Antología del teatro breve español del siglo XVII, Madrid, Biblioteca Nueva, 1999. Ver también Isabel Magadán, Teatro menor del siglo XVII: Jerónimo de Cáncer y Velasco, memoria de licenciatura, Madrid, Universidad Complutense de Madrid, 1985; Maria Laura Reverdito, «La comicità verbal negli entremeses di Cáncer y Velasco», Letterature, 13, 1990, pp. 42-52; y Juan Carlos González Maya, «Entremés del “Francés” de Jerónimo de Cáncer», en Carlota Vicens Pujol (ed.), Au bout du bras du fleuve: miscelanea a la memoria de Gabriel M.ª Jordà Lliteras, Palma de Mallorca, Universitat de les Illes Balears, 2007, pp. 295-316, y «Jácaras a lo divino: un inédito de Cáncer y Velasco», Revista de Literatura, 141, 2009, pp. 235-256.
[6] Cotarelo, y Mori, Colección de entremeses, loas, bailes, jácaras y mojigangas, p. LXXXVIIa.
[7] Cotarelo y Mori, Colección de entremeses, loas, bailes, jácaras y mojigangas, p. LXXXVIIa.
[8] Para más detalles remito a Carlos Mata Induráin, «Cáncer y la comedia burlesca», en Javier Huerta Calvo (dir.), Historia del teatro español, vol. I, De la Edad Media a los Siglos de Oro, Madrid, Gredos, 2003, pp. 1069-1096.
El genio y agudeza de don Jerónimo se expande notablemente en sus entremeses. Que yo recuerde, en las academias madrileñas era celebrado sobre todo por estas piezas.