Centraré ahora mi análisis[1] en la consideración de tres personajes destacados de esta pieza dramática de Meléndez Valdés, comenzando en esta entrada por don Quijote, y dejando para la siguiente lo relativo a Sancho Panza y Dulcinea (personaje —como en la novela— referido, sin intervención en la acción, pero importante por las alusiones que los personajes hacen a ella).
Don Quijote queda retratado con sus rasgos característicos tópicos: actitud caballeresca (varias acotaciones insisten en ello) y fabla medievalizante plagada de arcaísmos (fermosa, fermosura, non, facer, al ‘otra cosa’, maguer, do, ferido, fablada, folgar, e por y, fuyamos, pro, desfacer, fechos, fazañas, sabidor, etc.). Son varios los pasajes en los que él mismo u otro personaje expresa su misión caballeresca; por ejemplo, en este del Acto primero, escena III, donde el propio don Quijote se presenta con estas palabras ante el zagal Camilo, que se queda admirado al ver su extraño traje y arreo:
DON QUIJOTE.- Non vos faga
pavor, zagal amigo, su extrañeza.
Un caballero soy, de los que dicen
van a sus aventuras:
e que maguer de tiempos tan perdidos
al ocio renunciando y las blanduras,
huérfanos acorriendo y desvalidos,
y enderezando tuertos y falsías,
si el cielo no le amengua su esperanza,
ha de resucitar la antigua usanza (vv. 332-341).
Pasaje que Sancho remata burlescamente con un disparate:
SANCHO.- Es mi señor el más valiente andante
que tiene el mundo todo. A Rocinante
oprime el fuerte lomo, y deja fechos
cien mil desaguisados (vv. 342-345).
Al comienzo de la escena séptima del Acto segundo, dialogan de nuevo Camilo y Sancho; Camilo pregunta si es mucha la fama de don Quijote y su escudero aprovecha para enumerar las principales aventuras que ha protagonizado:
SANCHO.- No hay deciros
sus fechos y proezas.
Acometer le he visto denodado
gigantes como torres, y meterse
de dos grandes ejércitos en medio,
y al rey Pentapolín dar la victoria;
fracasar un andante vizcaíno;
libertar galeotes;
ganar el rico yelmo de Mambrino;
y luego, si encantado no se viera,
del gran Micomicón rey estuviera.CAMILO.- ¡Que decís!
SANCHO.- Esperad, que no en un día
la cabra al choto cría.
Al valeroso andante
venció de los Espejos,
y luego dos leones
feroces, y tamaños
como una gran montaña,
cuyo nombre tomó para memoria
de tan grande aventura,
que antes el Caballero se llamaba
de la Triste Figura,
sin otros mil encuentros y refriegas (vv. 1023-1045).
Y alude, en fin, al motivo de la ínsula prometida como recompensa de sus servicios:
SANCHO.- Y así, o me engaña la esperanza mía,
o sus fechos extraños
un reino han de ganalle,
y luego encaja bien a Sancho dalle
la ínsula, que ha de estar yo no sé dónde,
y verme así gobernador o conde. […]CAMILO.- ¡Qué extraño desvarío! (Aparte.)
Sin seso están… (vv. 1063-1074).
Cuando Camilo se presente ante don Quijote y solicite la ayuda de su «fuerte brazo» para socorrer a un cuitado (Basilio), el propio caballero dirá:
DON QUIJOTE.- Mi profesión, mi estado (Con tono caballeresco.)
ayudar es a los que pueden poco,
y agravios desfacer; que esta es forzosa
ley de caballería,
sin que cosa en contrario darse pueda.
¿Algún menesteroso en este día
necesita de mí? Corramos luego… (vv. 1087-1093)[2].
[1] Todas las citas son por esta edición: Juan Meléndez Valdés, Las bodas de Camacho el rico, ed. e introducción de Carlos Mata Induráin, en Ignacio Arellano (coord.), Don Quijote en el teatro español: del Siglo de Oro al siglo XX, Madrid, Visor Libros, 2007, pp. 305-403.
[2] Ver para más detalles Carlos Mata Induráin, «Lecturas dieciochescas del Quijote: Las bodas de Camacho el rico de Juan Meléndez Valdés», en Felipe B. Pedraza Jiménez y Rafael González Cañal (eds.), Con los pies en la tierra. Don Quijote en su marco geográfico e histórico. Homenaje a José María Casasayas. XII Coloquio Internacional de la Asociación de Cervantistas (XII-CIAC), Argamasilla de Alba, 6-8 de mayo de 2005, Cuenca, Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha, 2008, pp. 351-371.