Unos días atrás copiaba el «Romance de Nochebuena» de la chilena Gabriela Mistral (1889- 1957), Premio Nobel de Literatura en 1945, y hoy para el Año Nuevo traigo al blog su «Romance del establo de Belén», perteneciente también a su poemario Ternura. El poema, bello y alegre en su infantil sencillez, describe la tierna algarabía de los animales que quieren mimar al Niño, transformando el Portal de Belén en un «establo conmovido».
Este es el texto del romance:
Al llegar la medianoche
y romper en llanto el Niño
las cien bestias despertaron
y el establo se hizo vivo…y se fueron acercando,
y alargaron hasta el Niño
los cien cuellos, anhelantes
como un bosque sacudido.Bajó un buey su aliento al rostro
y se lo exhaló sin ruido,
y sus ojos fueron tiernos
como llenos de rocío…Una oveja lo frotaba,
contra su vellón suavísimo,
y las manos le lamían,
en cuclillas, dos cabritos…Las paredes del establo
se cubrieron sin sentirlo
de faisanes y de ocas
y de gallos y de mirlos.Los faisanes descendieron
y pasaban sobre el Niño
su ancha cola de colores;
y las ocas de anchos picosarreglábanle las pajas;
y el enjambre de los mirlos
era un vuelo palpitante
sobre del recién nacido…Y la Virgen entre el bosque
de los cuernos, sin sentido,
agitada iba y veía
sin poder tomar al Niño.Y José sonriendo iba
acercándose en su auxilio…
¡Y era como un bosque todo
el establo conmovido![1]
[1] Tomo el texto de Nos vino un Niño del cielo. Poesía navideña latinoamericana del siglo XX, introducción y selección de poemas por Miguel de Santiago y Juan Polo Laso, Madrid, EDIBESA, 2000, pp. 216-217. Existe otra versión, con ligeras variantes, bajo el título «El establo»; ver, por ejemplo, Gabriela Mistral, Ternura, 6.ª ed., Santiago de Chile, Editorial Universitaria, 2004, pp. 53-54.