Resumen de la acción de «El muerto resucitado», de Lucas Merino y Solares (Jornada tercera)

La Jornada tercera de El muerto resucitado la abren el Príncipe y la Princesa[1], que finge llanto y se queja a su padre de que la casa por fuerza con Leganés, cuando ella tiene hecho el ridículo voto de ser monja velada y profesa si encuentra un buen marido «que sufra, que calle y vea» (p. 10a)[2]. El Príncipe comenta que Leganés espera para casarse y que es la razón de Estado la que tiene prioridad al casar a las princesas, a diferencia de lo que ocurre con las «marquesillas aldeanas» y las «señoras de la legua», que sí tienen voluntad para elegir marido (con ellas la «casamentera» es la razón del gusto). La Princesa quiere en realidad al vizconde de Foncarral y asegura que preferiría ser hija de una confitera para poder casarse con quien quisiese. El padre trata de aportar razones convincentes para su elección: Leganés confina con sus dominios, mientras que Foncarral queda a cuatro leguas, y esta es la razón que le ha llevado a desechar también a los pretendientes extranjeros:

Por eso mis enviados
tienen la orden secreta
para despedir al Kan,
al Marrueco, a Bayaceto,
al formidable Sultán
y después de todos estos
al vizconde Foncarral (p. 11a).

Ocurre además que «el compadre Foncarral», celoso de Leganés, le ha declarado la guerra, pero el Príncipe no puede formar ahora sus ejércitos de barro porque el enemigo le ha destruido el horno y los alfares. Además Foncarral amenaza con invadir el lugar con sus ejércitos de pepinos.

Pepinos

La Princesa decide entonces —nuevo enredo de la dama— fingir que estima a Leganés y que olvida a Foncarral, y así, afirma que la razón de Estado ha vencido su voluntad.

A continuación sale Foncarral «de botas y de camino» (p. 11b), indicando que, cansado de «derretirse», esto es, de arder de amor, y de encontrar a la Princesa «dura como el pedernal», desdeñosa, se vuelve a su lugar. Sin embargo, doña Estopa lo convence para que se quede y rete a su rival, al tiempo que le pide que mire por ella, por su honra y su viudedad (p. 12a). En presencia del Príncipe, el vizconde de Foncarral, relata «enfurecido» que salió de su lugar hace tres años con ánimo de recorrer todo el mundo y cómo en la corte de Alcorcón se enamoró de su hija, a la que ha cortejado «con intento / de esposarla y meterla en un convento» (p. 13). Cuando ya estaba dispuesto a marcharse a su tierra —explica—, ella le ha exhortado a la venganza y, en efecto, fija el cartel de desafío y arroja el guante a Leganés, que lo levanta del suelo, aceptando el combate. El Príncipe se lamenta de lo mucho que puede perder si muere el barón de Leganés, pero su hija lo consuela —con su punta de ironía— diciéndole que, si eso sucede, podrá llamar a la razón de Estado para que lo resucite (p. 14b).

Sin embargo, en el duelo resulta vencedor Leganés, que se presenta «muy alborotado», describe el grotesco combate que han mantenido y refiere la muerte de Foncarral. Muerto su amado, la Princesa, que no quiere ser monja y «menos quedarme doncella» (p. 16a), reconoce que la razón de Estado le hace fuerza para casarse, se apunta al «Viva quien vence» y se muestra dispuesta a dar su mano a Leganés. Pero en este momento llega Foncarral como «alma en pena» y «convidado de piedra»[3]. Al verlo aparecer, todos se asustan y a la Princesa se le caen los guantes y el abanico. Ella lo rechaza ahora por venir después de muerto a turbar sus bodas, pero Foncarral, hablando con fúnebre tono, dice que acude del otro mundo a casarse con ella: «Soy muerto resucitado, / y así las Parcas lo ordenan» (p. 16b). La Princesa se retracta de la palabra recién dada a Leganés, el Príncipe aconseja paciencia al Barón porque «esto es destino del Cielo» y él reconoce que «esta es la fe de las hembras» (p. 16b). Foncarral y doña Estopa se dan la mano, y con una nueva alusión metateatral, reiterándose el título de El muerto resucitado, acaba la comedia.


[1] Esta entrada forma parte de los resultados de investigación del Proyecto «Identidades y alteridades. La burla como diversión y arma social en la literatura y cultura del Siglo de Oro» (FFI2017-82532-P) del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades del Gobierno de España (Dirección General de Investigación Científica y Técnica, Programa Estatal de Fomento de la Investigación Científica y Técnica de Excelencia).

[2] Cito por Lucas Merino y Solares, El muerto resucitado, en Madrid, por Gabriel Ramírez, 1767. Hay edición moderna de María José Casado en Comedias burlescas del Siglo de Oro, tomo VII, volumen dirigido por Carlos Mata Induráin, Madrid / Frankfurt am Main, Iberoamericana / Vervuert, 2011.

[3] Encontramos otros muertos resucitados en los desenlaces de las burlescas El Comendador de Ocaña, El caballero de Olmedo o El hermano de su her­mana, por ejemplo.

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