«La boda de Quevedo» (1854) de Narciso Serra: datos externos

Durante la época romántica, tanto el drama como la novela echaron mano con harta frecuencia de temas y personajes históricos. Novelistas y dramaturgos históricos buscaron con profusión en el rico vivero de la historia de España[1], tanto en la Edad Media como en nuestro Siglo de Oro. De entre los personajes auriseculares recuperados (Felipe II, el conde-duque de Olivares…), Quevedo fue uno de los predilectos, evocado tanto en novelas como en obras dramáticas[2]. No olvidemos que del autor de los Sueños y el Buscón se tenía una imagen distorsionada, que lo presentaba casi exclusivamente como protagonista de numerosos lances aventureros y como autor agudo y procaz creador —y a veces protagonista— de chistes chocarreros y escatológicos. Además, circularon en torno a su persona numerosas leyendas y anécdotas falsas[3].

BodaQuevedo

Pues bien, en esta comedia de Narciso Serra se recrea el matrimonio de Quevedo con doña Esperanza de Mendoza, señora de Cetina y de sus Cinco Villas (en la obra figura con el nombre de Esperanza de Aragón), concertado en 1632 y celebrado el 26 de febrero de 1634. Lo que en la realidad seguramente no pasó de ser una mera concesión a la presión social —un matrimonio que, aparentemente al menos, no dejó grandes huellas en el corazón ni en los escritos de don Francisco[4]es aquí una verdadera boda por amor, cuyas circunstancias quedan igualmente idealizadas.

La obra lleva el siguiente pie de imprenta: Madrid, Imprenta de la calle de San Vicente, a cargo de José Rodríguez, 1854. Figuran como textos preliminares el «Catálogo de las obras dramáticas y líricas de la Galería El Teatro», una indicación legal[5] y la dedicatoria del autor al actor Julián Romea, protagonista de la obra en el papel de Quevedo. La comedia, original de Serra, es en tres actos y en verso. Hay una edición moderna de Carlos Mata Induráin (Pamplona, Eunsa, 2002).

Tras el texto de la comedia figuran dos postliminares, la censura[6] y un «Post-scriptum» en el que el autor reconoce los méritos de los actores que la representaron[7]:

No me mueve al escribir estas líneas, ni baja adulación, ni espíritu de pandillaje; toda mi vida he sido sobradamente franco, y así me he visto de lucido; faltaría a mi deber si al dar a la prensa esta comedia, no dedicase una página a los artistas que con tanta inteligencia la interpretaron: el Sr. Romea estuvo a la altura de la justa fama que le coloca el primero entre los actores de España; el Sr. Guzmán hizo llorar en el Adán de la Parra; la señora Carrasco, con sus maneras distinguidas y su exquisito buen tono, caracterizó admirablemente la dama discreta, altiva y amante del siglo XVII. La señora Sampelayo y el Sr. Pizarroso contribuyeron al buen éxito, desempeñando con acierto sus papeles. A la buena ejecución de mi obra debo (por lo menos) la mitad de los aplausos con que el público ha querido alentar mi pobre ingenio; reciban estos renglones como una prueba inequívoca de mi gratitud.

N. Serra[8]


[1] Como Narciso Serra, también Zorrilla, Hartzenbusch, García Gutiérrez o Gil y Zarate, entre otros muchos, escribieron «dramas de cota de malla, ropilla y espada al cinto, en los que desfilaban por la escena los personajes de nuestra historia» (Iris M. Zavala, «La escena posromántica», en Francisco Rico (ed.), Historia y crítica de la literatura española, vol. V, Romanticismo y realismo, Barcelona, Crítica, 1982, p. 645).

[2] Sería muy interesante un estudio completo acerca de Quevedo como personaje literario. Quede para otra ocasión la referencia a otras muchas obras del Romanticismo en las que Quevedo aparece como personaje destacado. Ahora me limitaré a señalar, tan solo, que con esta comedia de Narciso Serra presenta algunos puntos de contacto (sobre todo en cuanto al tema tratado) la obra de Antonio de San Martín Las bendiciones de Quevedo. Novela festiva (Madrid, Administración de la Galería Literaria, 1881).

[3] «Las innumerables leyendas surgidas en torno a la vida de nuestro autor forman también una densa cortina de humo. De la vida de Quevedo nos queda un puñado de documentos, un montón de cartas y una nube de relatos apócrifos» (Manuel Durán, Quevedo, Madrid, Edaf, 1978, p. 15). «Fue un matrimonio tardío y desgraciado que duró muy poco. A los tres meses, en mayo del mismo año, Quevedo se encontraba ya de vuelta en Madrid, aunque la separación definitiva no se produjo hasta 1636. Doña Esperanza de Mendoza murió en 1642, cuando Quevedo se encontraba prisionero en San Marcos de León» (Celsa Carmen García Valdés, Quevedo esencial, Madrid, Taurus, 1990, p. 15).

[4] «Su matrimonio, tardío y, pudiéramos agregar, involuntario, terminó muy pronto: a los tres meses de la boda, don Francisco y su esposa decidieron separarse, y, lo cual es quizá más significativo, su esposa no tardaría en firmar cartas y documentos legales con su nombre de viuda del primer marido, repudiando totalmente con ello su casamiento con Quevedo» (Durán, Quevedo, p. 35).

[5] «Esta comedia es propiedad de la Galería titulada El Teatro, cuyo dueño perseguirá ante la ley al que la reimprima o represente en algún teatro del reino sin su consentimiento».

[6] «Gobierno de la provincia de Madrid / Madrid 19 de enero de 1854 / Examinada por el Sr. Censor de turno, y de conformidad con su dictamen, puede representarse. / Quinto.»

[7] Viene después la continuación de la lista de obras de la Galería El Teatro y la indicación de los «Puntos de venta».

[8] El texto de esta entrada está extractado de mi introducción a Narciso Serra, La boda de Quevedo, Pamplona, Eunsa, 2002.

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