Óscar Castro Zúñiga (Rancagua, 1910-Santiago de Chile, 1947) fue, además de escritor, docente y periodista. En 1926 escribió sus primeros poemas, que aparecieron en las páginas de la revista Don Fausto, bajo el seudónimo de «Raúl Gris». En 1934, tras la disolución del Círculo de Periodistas de Rancagua, creo junto con Nicomedes Guzmán, Agustín Zumaeta Basalto y otros escritores y periodistas de la región, el grupo literario «Los Inútiles», que impulsaría numerosas actividades culturales en Rancagua.
Como poeta, Óscar Castro se inscribe en la corriente de los años 30 denominada «poesía de la claridad», tendencia literaria inspirada —en parte— en el romancero y cancionero tradicionales y en la obra de Federico García Lorca, que surge como respuesta al hermetismo y el subjetivismo de las vanguardias. Su producción poética está formada por los poemarios Camino en el alba (1937), Viaje del alba a la noche (1938), Las alas del fénix (1943), Reconquista del hombre (1944) y los libros póstumos Glosario gongorino (1948) y Rocío en el trébol (1950). Al género narrativo (cuentos y novelas) corresponden estos títulos: El caso imposible de Nicolás Roasenda (1939), Huellas en la tierra (1940) y La sombra de las cumbres (1947), a los que se suman póstumamente Llampo de sangre (1950), La vida simplemente (1951), Lina y su sombra (1965) y El valle de la montaña (1967). De tono autobiográfico es Comarca del jazmín (1945), libro en el que retrata su niñez y ofrece una visión lírica de Rancagua, su ciudad natal.
La poesía de Castro se caracteriza por el empleo de un lenguaje transparente, humano y melancólico, diáfano y lírico en sus metáforas, así como por el manejo de una métrica perfecta, mientras que en las obras narrativas su estilo es mucho más realista, cercano al criollismo en los cuentos, y más crudo y visceral en sus novelas. Esta es la valoración de su obra lírica que ofrece el portal Memoria Chilena:
La voz lírica de Óscar Castro es de una originalidad casi excéntrica dentro de la poesía chilena, que va desde una asimilación muy personal de Federico García Lorca y el cancionero tradicional, llevándolo a temas propios del campo y la provincia de la zona central chilena; así como una lírica de tono mayor, más profunda, que entronca con Walt Whitman y Luis de Góngora. A pesar de los disímiles poetas tutelares, en toda su poesía se mantiene, reconoce y evoluciona una voz personal y única, con el inconfundible sello de Óscar Castro: claridad, transparencia, humanismo, amor y erotismo, justicia social y un prolijo y cuidado manejo del lenguaje, de la palabra precisa, del adjetivo justo[1].
Una de las composiciones poéticas más conocidas de Óscar Castro es su «Oración para que no me olvides», que figura recogida en múltiples antologías y que ha sido musicada también en distintas ocasiones[2]. Es el segundo poema de la sección «Hora de la nostalgia» de su poemario Rocío en el trébol (1950) y dice así:
Yo me pondré a vivir en cada rosa
y en cada lirio que tus ojos miren
y en cada trino cantaré tu nombre
para que no me olvides.Si contemplas llorando las estrellas
y se te llena el alma de imposibles,
es que mi soledad viene a besarte
para que no me olvides.Yo pintaré de rosa el horizonte
y pintaré de azul los alelíes
y doraré de luna tus cabellos
para que no me olvides.Si dormida caminas dulcemente
por un mundo de diáfanos jardines,
piensa en mi corazón que por ti sueña,
para que no me olvides.
Y si una tarde, en un altar lejano,
de otra mano cogida, te bendicen,
cuando te pongan el anillo de oro,
mi alma será una lágrima invisible
en los ojos de Cristo moribundo…
¡para que no me olvides![3]
[1] Ver <http://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-article-764.html>.
[2] Dejo aquí tres versiones, la de Elio Roca, la de Arturo Gatica y la de Los 4 de Córdoba.
[3] Cito por Óscar Castro Z., Obra reunida. Poesía, vol. 2, [Rancagua], Fundación Óscar Castro / Consejo Nacional del Libro y la Lectura / Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, 2004, p. 95.