«Macario» (1932), novela de Mariano Arrasate Jurico

La segunda novela de Arrasate, Macario[1], lleva un prólogo de Gabriel de Biurrun (pp. I-VIII), en el que se recuerda que esta obra fue primer premio en el concurso abierto por el Patronato de la Biblioteca Olave en 1931. La técnica utilizada por el autor —se dice— consiste en pintar en la primera parte un fondo de costumbres y tipos, para luego presentar a los personajes en acción, en varios momentos de vida palpitante. Según Biurrun, el autor se asimila a Pereda en el tratamiento regional, alejándose de los novelistas seguidores de Freud que cubren «su sensualismo con una falsa psicología, más cientifista que científica» (p. III); frente a ellos, Arrasate pertenece a la «estirpe de novelistas limpios de corazón» (p. IV). Y añade que el autor «no sabe, o no quiere saber, de trucos de técnica, y su prosa fluye fresca y saltarina, creando escenas a veces de una ingenuidad deliciosa y que quizá por su riqueza descriptiva dibuja en demasía el tipo» (p. IV). Así pues, y a tenor de las palabras del prologuista, vamos a encontrar una obra de características similares a las de La expósita.

Frente a la anterior novela, que no presentaba división en capítulos (aunque sí se separaban tipográficamente algunas secuencias), Macario incluye doce capítulos, con su correspondiente título: «La cuadrilla de Macario», «Salsa de meriendas», «En plena campaña», «Contrariedades y satisfacciones», «Firmeza ideológica y amistosa», «Complicación inesperada», «Pavorosa perspectiva», «Conflicto peliagudo», «Se remacha el clavo», «El temido compromiso», «Acuerdo tremendo» y «Consecuencia natural».

La acción se inicia en 1873, en vísperas de la segunda guerra carlista, y podemos imaginar que transcurre en localidades navarras, aunque no se precisan demasiado las referencias espaciales para dar al relato un valor universal[2]. Puede resumirse en pocas palabras: Macario, jefe de una partida carlista, vota por el candidato liberal, según ha pactado con don Apolonio, para así salvar la vida de su hijo José, que había sido detenido por haber dado muerte, en justa defensa, a Hipólito, un pendenciero que le atacó. Se convierte de esta forma en traidor al carlismo y sufre el anatema de sus compañeros, lo que le hace enfermar y, finalmente, perder la razón.

El interés de esta segunda novela no reside tanto en los tipos y costumbres que pinta (centrados en la familia y la cuadrilla de voluntarios de Macario), sino en el análisis del caso de conciencia de su protagonista: Macario sacrifica los sentimientos ideales de la bandera tradicionalista —Dios, Patria y Rey, representados por la persona de don Carlos de Borbón y Austria-Este (Carlos VII)—, ofreciendo su ayuda al enemigo para salvar a cambio la vida de un ser querido: triunfa el sentimiento natural frente al deber ideológico, el amor a la propia sangre se antepone a los compromisos políticos adquiridos; sin embargo, las consecuencias son negativas para Macario: locura y desesperación entre el desprecio generalizado de sus antiguos correligionarios tradicionalistas, los que mejor podían apreciar el valor de la familia, pero que, sin embargo, no podían perdonar —no era fácil en el revuelto panorama del siglo XIX español— lo que para ellos era una deserción (y resulta factible suponer que el autor conocería la existencia de casos reales —si no idénticos, similares— que pudieron inspirar en su imaginación esta abstracción).

Por lo demás, ni los restantes personajes ni las técnicas narrativas resultan especialmente llamativos o interesantes. Como en La expósita, se incluyen algunas expresiones localistas, anotadas al pie: chilindrón, rebote ‘frontón’, moskorra ‘borrachera’, bizoco, usual ‘aguardiente’, tirria, chandrío; y otras coloquiales: cuasi, réndite, puntiau. El tono coloquial se aprecia además en la inclusión de algunas coplas como: «Para aprender la guitarra / no se necesita cencia, / sino listeza en los dedos / y mucha perseverencia» (p. 10). En fin, hay otras que aluden a la situación política del país: «Esos tunantes / de liberales / traen los males / de la Nación: / no quieren curas, / no quieren frailes, / ni tienen pizca / de Religión» (p. 25)[3].


[1] Macario. Novela de tipos y costumbres de Navarra. Por Mariano Arrasate Jurico. Primer premio de la Biblioteca Olave en el concurso de 1931, Pamplona, Imprenta y Librería de J. García, 1932, 228 pp. El ejemplar de la Biblioteca General de Navarra, signatura 8-2/109, lleva también dedicatoria de su puño y letra: «Al Círculo Integrista, de Pamplona, con mi afectuoso saludo. / Mariano Arrasate».

[2] Ya lo señaló Pérez Ollo, «Arrasate Jurico, Mariano», en Gran Enciclopedia Navarra, tomo II, Pamplona, Caja de Ahorros de Navarra, 1990, p. 58: «Esta historia se desarrolla sobre fondo intemporal cuya única referencia, cuando los personajes son mozos, es la tercera guerra carlista».

[3] Para más detalles remito a mi trabajo: Carlos Mata Induráin, «La producción narrativa de Mariano Arrasate», Príncipe de Viana, año LIX, núm. 214, mayo-agosto de 1998, pp. 549-570.

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