«Primera claridad», soneto de Jesús Górriz Lerga

A lo largo de su trayectoria poética, Jesús Górriz Lerga (Pamplona, 1932-Pamplona, 2016) demostrará ser un maestro del soneto, que domina la medida y el ritmo, que dota de musicalidad a sus endecasílabos. Ya en su poemario inaugural, Primera señal (1973), encontramos buenas muestras de ello, como por ejemplo en «Primera claridad», que —desde el punto de vista temático— presenta una de las inquietudes habituales del yo lírico de este poemario: la conciencia de su temporalidad y de su fragilidad, por un lado, pero, al mismo tiempo, la conciencia también de la existencia de algo que trascienda el dolor y la miseria del ser hombre: «Que ha de surgir la luz de este despojo / humano» (vv. 12-13, con eficaz encabalgamiento versal). En muchos de estos poemas de Primera señal —en este no de forma tan explícita— tal temática se plasmará en un deseado y esperanzado encuentro con lo trascendente en sentido religioso, valga decir con la divinidad.

El soneto dice así:

Se quiebra la promesa por el lado
más débil. Y, al punto, la hermosura
surge como una herida que supura
sangre de soledad, cieno enconado.

A solas con mi duelo y desolado,
en trance de soñar una ventura
definitiva, el tiempo me procura
un ensueño fugaz, turbio, velado.

Y sé, como quien se ase a un hierro al rojo,
que no es una ilusión lo que amanece
detrás de la tardanza de esta espera.

Que ha de surgir la luz de este despojo
humano. Y que la luz arraiga y crece
en la verdad de la razón primera[1].


[1] Jesús Górriz Lerga, Primera señal, prólogo de Miguel Javier Urmeneta, ilustraciones de Jorge Fernández de Avilés, Pamplona, Caja de Ahorros Municipal de Pamplona, 1973, p. 20.

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