La figura de Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616) se sitúa, cronológicamente, en un momento de encrucijada, cuando tras la hegemonía de la Monarquía Hispánica con los reinados de los Austrias mayores (Carlos V y Felipe II) empieza a apuntar en los reinados siguientes la decadencia (de las victorias de Mühlberg o Lepanto se pasa a la derrota de la Armada contra Inglaterra o el saqueo de Cádiz por los ingleses). En el terreno artístico y literario, asistimos igualmente a una etapa que marca el paso del Renacimiento al Barroco; de hecho, la obra cervantina y, en concreto, el Quijote, se ha adscrito a veces al estilo de transición denominado Manierismo. Su fecunda producción abarca treinta años de intensa y accidentada actividad literaria (1585-1615), abandonada en ocasiones por los avatares de la vida o desarrollada de forma simultánea con otras ocupaciones con las que intentó ganarse la vida. Su circunstancia vital convierte a Cervantes en un testigo privilegiado a caballo de dos edades, y en sus textos fundirá rasgos característicos de esas dos épocas tan distintas, tanto en lo estético como en lo ideológico. Esta circunstancia la ha puesto de relieve Julián Marías, al señalar que Cervantes es un hombre del siglo XVI (reinado de Felipe II), pero un escritor del XVII (reinado de Felipe III), porque la parte principal de su obra literaria se produce de 1605 en adelante; dicho de otra forma, Cervantes vive quince años más que otros miembros de su generación y escribe, de alguna manera, después de esa generación, es decir, como escritor forma constelación con la siguiente[1].
Cervantes es bautizado en la iglesia de Santa María de Alcalá de Henares el 9 de octubre de 1547, pero ignoramos la fecha exacta de su nacimiento: dado que en aquella época estaba muy arraigada la costumbre de aplicar a los recién nacidos el nombre de pila marcado por el santoral, se ha sugerido la fecha del 29 de septiembre, festividad de San Miguel. Son sus progenitores Rodrigo de Cervantes y Leonor de Cortinas. Los apremios económicos de su padre, que era cirujano (en la época, la categoría de este oficio no era la actual), y quizá también su ascendencia conversa, le llevan a cambiar continuamente de lugar de residencia, pasando sucesivamente por Valladolid, Córdoba, Sevilla y Madrid. Sabemos poco de los estudios de Cervantes. Es posible que siguiera algunos cursos con los jesuitas de Córdoba o de Sevilla; sí es seguro que estudió con el humanista Juan López de Hoyos: bien acudiendo como alumno a su estudio de Madrid, bien a través de clases particulares, con él recibe una buena formación en las artes liberales, sólido cimiento de su cultura. En 1567 escribe su primer poema conocido, el soneto a Isabel de Valois que comienza «Serenísima reina, en quien se halla…», por el nacimiento de la infanta Catalina Micaela. Dos años después, en 1569, al fallecer la reina, contribuye con cuatro poemas a un libro dedicado a honrar su memoria.
Se ha especulado con la posibilidad, nunca demostrada documentalmente, de que siguiera algunos estudios universitarios, bien en Alcalá, bien en Salamanca. Lo que sí sabemos es que Cervantes fue, toda su vida, un autodidacta que frecuentó por su cuenta muchos libros (así parece rememorarlo un célebre pasaje de Quijote, I, 9 en el que el narrador habla de su «natural inclinación» a la lectura: «… yo soy aficionado a leer aunque sean los papeles rotos de las calles…»). Pero, más allá de su formación en las aulas y a través de la letra impresa, Cervantes aprendió muchísimo de su experiencia en la vida y de su trato con las gentes. Llama la atención su profunda capacidad de observación y asimilación del mundo circundante, del paisaje y del paisanaje: dirige una mirada hacia todos los ámbitos de la vida y muestra una ilimitada comprensión de todas las cosas. Podría decirse que la verdadera Universidad de Cervantes fue su experiencia vital, el amplio bagaje de conocimientos acumulados en su deambular por varios lugares, en diferentes épocas y desempeñando diversos oficios.
A la altura de 1569 el joven Miguel sale apresuradamente de Madrid y marcha a Italia, donde pasa a formar parte del séquito del cardenal Giulio Acquaviva. Debido a un turbio asunto (un duelo en el que quedó malherido Antonio de Sigura) se condenaba a un tal Miguel de Cervantes (¿el futuro escritor o quizá un homónimo?) a diez años de destierro y pérdida de la mano derecha. Puede ser que Cervantes decidiese poner tierra por medio huyendo de la acción de la justicia. O, quizá, simplemente, su ansia de libertad le llevó a salir de España para conocer mundo. Sea como sea, la Italia renacentista causará una profunda impresión en aquel joven de veintidós años: no es sólo que entre en contacto con el idioma italiano, lo que le permite leer a los grandes clásicos (el Dante, el Petrarca, el Boccaccio…) y también a los escritores contemporáneos, sino que además queda seducido por el esplendoroso panorama cultural y artístico (la pintura, la arquitectura, la escultura, las grandes familias de mecenas italianas…) que contempla con admiración. Él siempre recordará con nostalgia «la vida libre de Italia», y en sus obras hallaremos continuas referencias elogiosas a ciudades como Milán, Florencia, Palermo, Venecia, Parma, Ferrara, Roma…
Sin embargo, Cervantes abandona pronto la vida cortesana por la militar. Quizá estuvo presente en la fracasada expedición a Chipre, isla que había sido ocupada por los turcos en 1570. En 1571 participa en la crucial batalla de Lepanto, siendo herido de dos arcabuzazos en el pecho y de un tercero que le deja inútil la mano izquierda, para mayor gloria de la diestra[2]. Esa victoria obtenida por la Santa Liga (la coalición de las naciones cristianas) resultó de una importancia fundamental, porque acabó con el mito de la imbatibilidad del turco por mar, y no es de extrañar que una ola de euforia recorriese entonces toda Europa. En la historia del cautivo inserta en Quijote, I, 39, Cervantes se hace eco de la trascendencia de «aquella felicísima jornada», de «aquel día, que fue para la cristiandad tan dichoso, porque en él se desengañó el mundo y todas las naciones del error en que estaban creyendo que los turcos eran invencibles por la mar» (p. 454).
Tras convalecer de sus heridas en un hospital de Mesina, sigue su carrera de soldado y participa en las campañas de Corfú, Navarino y Túnez. Cervantes se licencia como «soldado aventajado» y en 1575, tras varios años de valiente servicio, se dispone a volver a España para obtener alguna recompensa: el grado de capitán, para seguir en la milicia, o bien algún cargo público. Pero la galera Sol que navegaba de regreso desde Italia a Barcelona es apresada por los corsarios berberiscos y, junto con su hermano Rodrigo, es conducido a Argel. Las cartas de recomendación que se había conseguido del duque de Sessa, virrey de Sicilia, se vuelven en su contra: sus captores lo suponen persona principal y fijan un elevado rescate (500 escudos de oro) por su libertad. Allí pasará Miguel más de cinco años (1575-1580) cautivo en los baños[3], compartiendo tan penosa experiencia con varios miles de prisioneros cristianos. En estos años se intensifica su contacto con la práctica literaria y teatral, pues tal dedicación era uno de los pocos entretenimientos que aquellos infelices podían tener. Cervantes, siempre valiente, intenta escapar hasta en cuatro ocasiones, sin éxito, y siempre se hace responsable último de los planes de fuga, pese a lo cual nunca fue castigado tan severamente como era de esperar[4]. Finalmente, en 1580, cuando ya estaba embarcado para ser trasladado a Constantinopla, es liberado por los trinitarios (en 1577 ya lo había sido su hermano Rodrigo). Esta amarga experiencia del cautiverio quedará reflejada en múltiples pasajes de la obra cervantina, tanto en sus comedias de cautivos (Los tratos de Argel, El gallardo español, La Gran Sultana, Los baños de Argel…) como en la narrativa (la historia del cautivo en la Primera parte del Quijote, La española inglesa, El amante liberal…).
En una próxima entrada examinaremos el resto de la biografía de Cervantes, desde 1581 hasta 1616.
[1] Julián Marías, Cervantes clave española, Madrid, Alianza Editorial, 2003, p. 72. Una biografía muy recomendable es la de Jean Canavaggio, Cervantes, trad. de Mauro Armiño, Madrid, Espasa Calpe, 2003. Todas las citas del Quijote serán por la edición del Instituto Cervantes dirigida por Francisco Rico (Barcelona, Crítica, 1988).
[2] Mercurio, en el Viaje del Parnaso, le dice: «Bien sé que en la naval dura palestra / perdiste el movimiento de la mano / izquierda, para gloria de la diestra».
[3] Explica el capitán cautivo: «Con esto entretenía la vida, encerrado en una prisión o casa que los turcos llaman baño, donde encierran los cautivos cristianos» (Quijote, I, 40, p. 462).
[4] Recuérdense los duros castigos que describe el capitán cautivo: «Y aunque la hambre y desnudez pudiera fatigarnos a veces, y aun casi siempre, ninguna cosa nos fatigaba tanto como oír ver a cada paso las jamás vistas ni oídas crueldades que mi amo usaba con los cristianos. Cada día ahorcaba el suyo, empalaba a este, desorejaba aquel, y esto, por tan poca ocasión, y tan sin ella, que los turcos conocían que lo hacía no más de por hacerlo y por ser natural condición suya ser homicida de todo el género humano. Solo libró bien con él un soldado español llamado tal de Saavedra, el cual, con haber hecho cosas que quedarán en la memoria de aquellas gentes por muchos años, y todas por alcanzar libertad, jamás le dio palo, ni se lo mandó dar, ni le dijo mala palabra; y por la menor cosa de muchas que hizo temíamos todos que había de ser empalado, y así lo temió él más de una vez; y si no fuera porque el tiempo no da lugar, yo dijera ahora algo de lo que este soldado hizo, que fuera parte para entreteneros y admiraros harto mejor que con el cuento de mi historia» (I, 40, p. 463).
Gracias profesor Carlos. El verdavero apellido de Cervantes es »Caravantes» o »Cervantes» ? Me parece haber visto este apellido »Caravantes» en un libro ………
Creo que Caravantes se puede considerar mera variante gráfica de Cervantes, lo mismo que Sayavedra lo es de Saavedra… Si no me equivoco, en los libros y otros trabajos recientes de César Brandariz (en los que este autor defiende que Cervantes nació en realidad en Sanabria, y no en Alcalá) puedes encontrar bastante información al respecto de los orígenes familiares. Si te interesa el tema, «trasteando» por Internet te van a salir muchas referencias. Un abrazo.