Breve biografía de Cervantes (de 1581 a 1616)

En una entrada anterior ya revisamos la biografía cervantina entre los años 1547 y 1580. Veamos ahora los años restantes hasta su muerte, ocurrida en 1616.

Tras su regreso a España, en 1581 desempeña Cervantes una misión como espía en Orán y realiza una estancia en Lisboa (tras la muerte de don Sebastián en Alcazarquivir, Felipe II es ahora rey de Portugal, y allí se sitúa la Corte itinerante). En 1584 mantiene una relación amorosa con Ana Franca de Rojas, una «bella malmaridada» casada con un mesonero, fruto de la cual nace su hija natural Isabel de Saavedra. Más tarde, ese mismo año, se casa en Esquivias con Catalina de Palacios Salazar Vozmediano y la pareja se instala en ese pueblo de donde ella era natural. Al parecer, fue este un matrimonio de conveniencia y no resultó demasiado feliz: la edad de los contrayentes era desigual (Cervantes tiene treinta y siete años y su esposa diez y nueve), y ciertamente no nos han quedado en la obra cervantina evocaciones de una vida conyugal feliz; además, fue mucho el tiempo que los esposos vivieron separados, en distintos momentos. Por estos años Cervantes retoma con más intensidad su afición literaria (en su juventud había escrito simplemente algunas poesías de circunstancias o elogios a otros ingenios en los preliminares de sus obras): publica ahora su novela pastoril La Galatea (1585) y compone algunas piezas dramáticas que se estrenaron, al parecer, con éxito de público, según apunta en el «Prólogo al lector» que antepone en 1615 a sus Ocho comedias y ocho entremeses.

Sin embargo, las letras no van a ser su dedicación exclusiva. Por esos años Lope de Vega se alza con el cetro de la monarquía cómica, cerrando el camino al tipo de teatro, más «arreglado», que intentaba escribir Cervantes. En ese mismo prólogo indicará: «tuve otras cosas en que ocuparme». Deja, en efecto, en su casa de Esquivias a su esposa, al frente de la hacienda, y él marcha a ocuparse de algunos negocios. Para ganarse la vida —al igual que su padre, Cervantes conocería siempre estrecheces y dificultades económicas—, entre 1587 y 1594 trabaja como comisario de abastos (una especie de recaudador de impuestos para la Hacienda pública), recorriendo varias localidades andaluzas con el fin de cobrar las rentas necesarias para el abastecimiento de la «Católica Armada» o «Felicísima Armada» contra Inglaterra (la que luego sería conocida como la «Armada Invencible», aunque Cervantes y los españoles de entonces nunca la llamaron así). En estos duros años, en los que es su protector el administrador vasco Isunza, el escritor acumula multitud de experiencias, conoce gentes pertenecientes a todos los estratos de la sociedad, visita los más variados rincones de España, y sufre… En octubre de 1587 es excomulgado por haber embargado el trigo de unos canónigos de Écija; en 1592 es encarcelado por el mismo motivo (embargar ciertos bienes eclesiásticos) en Castro del Río… Antes, con fecha 21 de mayo de 1590, deseoso de mejorar fortuna, había dirigido un memorial a Felipe II alegando sus méritos y solicitando la merced de un oficio en Indias, pero el 6 de junio le responde el Consejo de Indias con estas escuetas palabras: «Busque por acá en qué se le haga merced»[1]. Las comisiones andaluzas finalizarán a la altura de 1594. Con toda esa experiencia de vida acumulada, empezaría Cervantes a redactar el Quijote.

En 1595 reemprende, con una gira por el reino de Granada, su trabajo como recaudador de impuestos, que le trae de nuevo muchos sinsabores. Hombre más de letras que de números, no parece que fuese un experto administrador capaz de ajustar con claridad las cuentas. Ocurre, además, que a veces tenía que usar el dinero público para cubrir los gastos del camino, derivados de sus comisiones, estableciéndose así una frontera borrosa entre el peculio público y el propio. Las cuentas se embrollan, y la situación todavía se complica mucho más en septiembre de 1597 con la bancarrota de Simón Freire de Lima, banquero sevillano al que Cervantes había confiado los dineros del Erario: por este motivo, pasa tres meses en la Cárcel Real de Sevilla[2], siendo liberado el 1 de diciembre. Posteriormente, en 1602, volvería a tener problemas con la rendición de cuentas al Tesoro público, pero en 1603 sería exculpado definitivamente.

Siguiendo a la Corte, que se ha trasladado a Valladolid en 1601, Cervantes instala su casa en esa ciudad castellana. A la altura de 1604 lo tenemos allí, en un momento en que se enfrían sus relaciones con Lope de Vega, que se convertirá en su principal enemigo literario. En septiembre de ese año obtiene el privilegio para publicar el Quijote, que sale en Madrid en 1605 (es probable que el libro, impreso por Juan de la Cuesta a cargo del librero Francisco de Robles, estuviera acabado para diciembre de 1604, y que se le pusiera el pie de imprenta de 1605 para aumentar el efecto de novedad).

Portada de la Primera parte del Quijote (1605)

La novela con los hechos de don Quijote alcanza de forma inmediata un enorme éxito (varias ediciones, algunas de ellas piratas, y, muy pronto, traducciones totales o parciales a otros idiomas), que llega al escritor —un advenedizo en la república de las letras: su única novela anterior, La Galatea, era de 1585— bien entrado en la madurez, casi en la ancianidad (si consideramos la menor esperanza de vida de aquel entonces).

Sin embargo, el éxito literario se ve empañado por la amarga experiencia de un nuevo paso por la prisión: sufre, en efecto, un breve encarcelamiento (del 29 de junio al 1 de julio) como consecuencia de un crimen cometido a la puerta de su casa en Valladolid: allí quedó malherido el caballero navarro don Gaspar de Ezpeleta; el verdadero culpable era un alguacil de Corte, pero la justicia miró para otro lado para permitir que escapara impune: se emborronó todo el proceso ordenándose encarcelar a todos los inquilinos de la casa. El proceso judicial nos brinda algunas noticias interesantes sobre el escritor y su familia. Con él vivían, además de su esposa Catalina, su hija Isabel (Ana Franca ya había fallecido), sus hermanas Andrea y Magdalena y la hija natural de aquella, Constanza de Ovando; estas mujeres tenían muy mala fama, por vivir amancebadas o en tratos poco honestos con hombres que las mantenían económicamente, y eran conocidas despectivamente con el apodo de «las Cervantas».

Los años 1605-1615 constituyen la «década prodigiosa» —valga la expresión— de la producción literaria de Cervantes. En 1608 lo encontramos en Madrid, en unos momentos de gran actividad: la Primera parte del Quijote le ha traído popularidad y fama y, pese a ser un gran éxito de ventas, su autor sigue viviendo pobremente. El embajador francés, en visita a la Villa y Corte, se sorprende al ver el estado de necesidad del creador del inmortal don Quijote: «¿Pues a tal hombre no le tiene España muy rico y sustentado del erario público?»[3]. En 1609 ingresa en la Congregación de los Esclavos del Santísimo Sacramento y en 1613 toma el hábito de la venerable Orden Tercera de San Francisco (que enterraba de caridad a los pobres que no podían costearse los gastos fúnebres). Las publicaciones se acumulan en los años centrales de esta década: ese año de 1613 aparecen sus Novelas ejemplares, en 1614 da a las prensas su Viaje del Parnaso y en 1615 suma dos nuevos títulos: publica la recopilación de Ocho comedias y ocho entremeses (ya que no puede estrenar sus obras teatrales, se decide a imprimir todo su repertorio) y, urgido por la aparición el año anterior de la continuación apócrifa de Avellaneda, entrega a sus lectores, por fin, la Segunda parte del Quijote.

El 2 de abril de 1616 pronuncia sus votos definitivos como tercero de San Francisco. Enfermo de «hidropesía» (una dolencia que provocaba una sed insaciable; probablemente diabetes o una enfermedad similar), muere finalmente el 22 de abril en su casa de la calle del León y es enterrado al día siguiente en el convento de las Trinitarias Descalzas, sito en la cercana calle de Cantarranas. Cuatro días antes, el 19 de abril, «puesto ya el pie en el estribo, / con las ansias de la muerte», había firmado la emotiva dedicatoria al conde de Lemos del Persiles, que aparecería, ya como obra póstuma, en 1617. Más tarde, los restos mortales del autor del Quijote quedaron definitivamente perdidos en una fosa común, sin posibilidad de ser identificados y de reposar dignamente en un panteón de hombres ilustres.


[1] Podríamos preguntarnos: ¿qué habría sido de Cervantes en América? De haber obtenido esa plaza, seguramente no habría escrito el Quijote, pero quizá sí otras obras inspiradas en la observación de la realidad americana…

[2] La magnífica descripción del hampa sevillana que apreciamos en Rinconete y Cortadillo no tendría la misma viveza, seguramente, sin ese paso por la cárcel sevillana. Algunos autores sugieren que Cervantes comenzó aquí la redacción del Quijote, pues en el «Prólogo» de la Primera parte se afirma que el libro «se engendró en una cárcel, donde toda incomodidad tiene su asiento y donde todo triste ruido hace su habitación».

[3] Según refiere la aprobación del licenciado Márquez Torres a la Segunda parte del Quijote, que consigna la aguda respuesta de un caballero que lo acompañaba: «Si necesidad le ha de obligar a escribir, plega a Dios que nunca tenga abundancia, para que con sus obras, siendo él pobre, haga rico a todo el mundo».

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