En dos entradas anteriores ofrecía unos breves comentarios de varios sonetos de Garcilaso de la Vega, por un lado el I, el V y el VIII, y por otro el X, el XIII y el XV. Comentaré ahora otros dos más, el XXIII y el XXXVIII.
El Soneto XXIII desarrolla dos tópicos clásicos, la descriptio puellae (descripción canónica de los elementos de la belleza de la amada, utilizando una serie de términos de comparación tópicos) y el carpe diem (exhortación a la amada para que goce de su belleza y juventud antes de que sea demasiado tarde).
Ejercicio académico clásico consiste en compararlo con el también famoso «Mientras por competir con tu cabello…», de Góngora: los dos textos tocan el mismo tema y presentan una estructura constructiva similar (basada en la anáfora de En tanto que… y de Mientras…, respectivamente), pero con una actitud muy distinta, más serena y reposada en el poema renacentista, mucho más acuciante por la conciencia del paso del tiempo y su poder destructor («en tierra, en polvo, en humo, en sombra, en nada») en el texto barroco. Esta es la versión de Garcilaso:
En tanto que de rosa y d’azucena
se muestra la color en vuestro gesto,
y que vuestro mirar ardiente, honesto,
con clara luz la tempestad serena;y en tanto que’l cabello, que’n la vena
del oro s’escogió, con vuelo presto
por el hermoso cuello, blanco, enhiesto,
el viento mueve, esparce y desordena,coged de vuestra alegre primavera
el dulce fruto antes que’l tiempo airado
cubra de nieve la hermosa cumbre.Marchitará la rosa el viento helado,
todo lo mudará la edad ligera
por no hacer mudanza en su costumbre[1].
Y este otro soneto, el de Góngora, constituye la versión barroca del mismo tópico:
Mientras por competir con tu cabello
oro bruñido al sol relumbra en vano,
mientras con menosprecio en medio el llano
mira tu blanca frente el lilio bello;mientras a cada labio, por cogello,
siguen más ojos que al clavel temprano,
y mientras triunfa con desdén lozano
del luciente cristal tu gentil cuello,goza cuello, cabello, labio, frente,
antes que lo que fue en tu edad dorada
oro, lilio, clavel, cristal luciente,no sólo en plata o víola troncada
se vuelva, mas tú y ello juntamente
en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada[2].
En fin, terminaré este repaso a los más destacados sonetos garcilasistas transcribiendo el XXXVIII, el último de los de atribución segura, que retoma el motivo del llanto y los suspiros eternos del enamorado, a quien ya no le queda luz ni ningún tipo de esperanza para recorrer el «camino estrecho de seguiros» (dificultosa senda ascensional esta del ejercicio del amor, en la que muchos otros antes que él han caído: «a cada paso espántanme en la vía / ejemplos tristes de los que han caído», vv. 10-11). Como en el Soneto I, de nuevo el amante se detiene a analizar su estado anímico, que es de confusión, de caos mental, de total enajenamiento, perdido como se halla en errabundo deambulaje «por la oscura región de vuestro olvido» (¡magnífico verso de remate!):
Estoy contino en lágrimas bañado,
rompiendo siempre el aire con sospiros,
y más me duele el no osar deciros
que he llegado por vos a tal estado;que viéndome do estoy y en lo que he andado
por el camino estrecho de seguiros,
si me quiero tornar para huïros,
desmayo, viendo atrás lo que he dejado;y si quiero subir a la alta cumbre,
a cada paso espántanme en la vía
ejemplos tristes de los que han caído;sobre todo, me falta ya la lumbre
de la esperanza, con que andar solía
por la oscura región de vuestro olvido[3].
[1] Cito, con algún ligero retoque en la puntuación, por Garcilaso de la Vega, Poesías castellanas completas, ed. de Elias L. Rivers, p. 59; en otras versiones el verso cuarto es «enciende el corazón y lo refrena», lectura preferida por Fernando de Herrera. Ver María Rosso Gallo, La poesía de Garcilaso de la Vega. Análisis filológico y texto crítico, Madrid, Real Academia Española, 1990, pp. 208-212.
[2] Tomo el texto de Antología poética del Renacimiento al Barroco, selección, estudio y notas por Edelmira Martínez Fuertes, Madrid, Suma de Letras, 2001, pp. 136-137.
[3] Garcilaso de la Vega, Poesías castellanas completas, ed. de Elias L. Rivers, p. 74.
Querido Carlos, el último verso del soneto de Góngora recuerda el conocido decir anónimo «Somnus, bulla, vitrum, glacies, flos, fabula, foenum, umbra, cinis, punctum, vox, sonus, aura, nihil.» Ciertamente, otros comentadores ya lo habrán notado, pelo no he tenido acceso a la bibliografía.
Muchas gracias, Rubem, por tu aporte complementario, no conocía ese decir…
Del locus amoenus petrarquista procede esta amada que es tomada castamente por Garcilaso (“coged de vuestra alegre primavera el dulce fruto”) y re-tomada por Góngora (“a cada labio, por cogello, siguen más ojos que al clavel temprano … goza cuello, cabello, labio…”).
Pero en la España del Renacimiento, al tradicional jardín dorado del canon petrarquista, se le van uniendo con F. Luis de León los parajes nocturnos y heterodoxos del Cantar de Cantares, semita. De modo que al llegar a Santa Teresa, el “huerto” dorado, tranquilo y silencioso, ha cobrado voz activa, nocturna y femenina. Se escapa de su casa y va por los montes buscando al amado elusivo hasta que, de tanto preguntar a las pastoras nocturnas con que se topa, da con él y casi lo arrastra por los pelos para meterlo en el huerto suyo (hortum suum, es decir de él):
Estando en esto, súbitamente me vino un recogimiento con una luz ynterior que me paresce estava en otro mundo, y hallóse el espíritu dentro de sí en una floresta y huerta muy deliciosa, tanto que me hizo acordar de lo que se dize en los Cantares: Venit dilextus meus in hortum suum. Vi allí a mi Eliseo … con una hermosura extraña … y muchas doncellas que andavan allí delante dél con ramas en las manos … Y no hazía sino abrir los ojos para ver si me distraía; y no bastava quitar esta atención … mas estava en aquel deleyte. Yo mirava como no había allí otro hombre ninguno … Esto duró más de hora y media que no me podía divertir, con grande deleyte; cosa diferente de otras visiones. Y lo que de aquí saqué fue más amor a Eliseo, y tenerle más presente en aquella hermosura. He habido miedo si fue tentación; que ymaginación no fue posible [dice Santa Teresa]». (citada por su colaborador en la reforma del Carmelo, F. Jerónimo Gración en la Peregrinación de Anastasio o Diálogos… 311)
Sonetos bellísimos que siguen siendo bellísimos en el siglo XXI. Tradición petrarquista, también horaciana y la innovación de dos genios de la literatura española, Garcilaso y Góngora. No es extraño que a veces algún poeta contemporáneo quiera, aunque solo sea como reto, construir un soneto de ritmo impecable.