Según Cotarelo[1], el baile dramático es un «intermedio literario en el que además entran como elementos principales la música, el canto y sobre todo el baile propiamente dicho». Bergman señaló sus principales características: son piezas breves, de menor extensión que el entremés (entre ciento treinta y ciento cincuenta versos), de gran riqueza métrica (tendencia al poliestrofismo) y con predominio temático de la sátira moral en forma alegórica (los protagonistas de los bailes suelen ser conceptos abstractos o personificaciones de cosas). En cuanto a su composición, «muchos de estos bailes insisten en una estructura parecida a la de las danzas macabras y también a la revista de vicios y manías»[2]. Sus cuatro componentes fundamentales son música, baile, letra cantada y letra hablada. En los bailes, la parte cantada es mayor que la parte representada (y a veces toda la pieza es cantada), mientras que sus ingredientes literarios se presentan en proporción variable, de forma que estas piezas conforman —en palabras de Arellano— «una gama que va desde el baile puro al baile entremesado, que no se podría diferenciar esencialmente del entremés bailado o cantado»[3], salvo por la entrada en mayor proporción de la danza.
Cotarelo remonta sus orígenes hasta la Danza de la muerte; luego se incorporaron a las obras de Juan del Encina, Lucas Fernández y Gil Vicente, y en los entremeses de Cervantes, Salas Barbadillo, Castillo Solórzano y Hurtado de Mendoza «los bailes sustituyen a los finales a palos»[4]. Al comienzo, pues, el baile servía de remate al entremés; pero desde 1616, aproximadamente, cuando éste abandona la prosa por el verso, baile y entremés se independizan; poco a poco se va suprimiendo del baile la letra y queda solo la música y la danza; al mismo tiempo, el baile dramático va adquiriendo cada vez más argumento, y «llegará a ser un breve entremés en el que dominan los elementos musicales y bailables»[5]. Esta preponderancia del elemento bailado tiene mucho que ver con el triunfo de lo espectacular en el teatro (tramoyas, vestuario, etc.), más patente conforme avance el siglo. Mediada la centuria, la forma más representativa del género será el baile de figuras.
Por otra parte, no debemos olvidar que danzas cortesanas de origen aristocrático como la gavota y la gallarda eran elementos integrantes también de las comedias, por un lado, mientras que los bailes populares y desgarrados (zarabanda, chacona, escarramán, guineo, canario, villano, zambapalo, pésame dello, escarramán y otros muchos recopilados por Cotarelo) eran habituales en el entremés. Su carácter licencioso y procaz, unido a la provocativa ejecución por parte de las actrices, motivó graves censuras de los moralistas, y algunos como la zarabanda fueron prohibidos. De ahí que los bailes fueran saliendo de las comedias y encontraran refugio en los entremeses.
Los principales entremesistas escribieron también bailes. Quevedo, por ejemplo, cuenta en su haber con los titulados Los valientes y tomajonas, Las valentonas y destreza, Los galeotes, Los sopones de Salamanca, Cortes de los bailes, Las sacadoras, Los nadadores… Gran impulsor del género fue Quiñones de Benavente, a quien Hurtado de Mendoza aplicó el sobrenombre de «metrópoli de bailes». Muchos de ellos, de carácter honesto, quedaron recogidos en la Jocoseria: La paga del mundo, La visita de la cárcel, El Martinillo, La puente segoviana, El talego, El guardainfante (estos cuatro, en dos partes), El tiempo, La muerte, La verdad, Los coches, El licenciado y el bachiller, Las manos y cuajares, El soldado, El doctor, El remediador (retomado del entremés Lo que pasa en una venta), etc.
Podemos recordar otros autores y títulos: de Francisco de Navarrete y Ribera, que coleccionó sus piezas breves en Flor de sainetes (1640), La batalla y el Baile de Cupido labrador; de Cáncer, el Baile de los ciegos y el Baile del capiscol; de Moreto, el Baile de la Chillona, el Baile del Mellado (entremesado), Los oficios o Conde Claros; de Rodríguez de Villaviciosa, La endiablada, Los esdrújulos y el Baile entremesado de la Chillona; de Francisco de Avellaneda, Médico de amor, Baile de los negros, La Rubilla; de Monteser, el Baile del zapatero y el valiente, el Baile del registro, El loco de amor; de Juan Vélez de Guevara, el Baile de la esquina, El arquitecto, El juego del hombre, el Baile entremesado del pregonero, el Baile de la boda de pobres (hay otra versión de Quevedo); de León Merchante El pintor, el Baile de los locos, El Pericón, El mundo y la verdad; de Alonso de Olmedo, Las flores, Menga y Bras, La gaita gallega; de Lanini, La entrada de la comedia, Los mesones, el Baile del cazador, el Baile de la pelota, El juego del hombre; de Suárez de Deza, el Baile del ajedrez, etc. Resta por decir que el baile entremesado desembocaría, andando el tiempo, en la mojiganga dramática.
[1] Colección de entremeses, loas, bailes, jácaras y mojigangas, ed. de Emilio Cotarelo y Mori, Madrid, Bailly-Baillière (NBAE), 1911, vol. I, p. CLXIV.
[2] Javier Huerta Calvo, El teatro breve en la Edad de Oro, Madrid, Laberinto, 2001, p. 61.
[3] Ignacio Arellano, Historia del teatro español del siglo XVII, Madrid, Cátedra, 1995, p. 675.
[4] Huerta Calvo, El teatro breve en la Edad de Oro, pp. 59-60.
[5] Abraham Madroñal, «Quiñones de Benavente y el teatro breve», en Javier Huerta Calvo (dir.), Historia del teatro español, Madrid, Gredos, 2003, vol. I, p. 1040.
porque hubo otro tipo de mojiganga, la callejera, y cuando se trató de mojiganga callejera Y americana, como la de 1607 del Potosí, en la que salieron Don Quijote y Sancho, fue una acompañada de tambores y bailes negros probablemente:
«Entraron] el carro de los aventureros, con el Tahúr, la Pobreza, la Ira, el Enojo, el Engaño, el Perulero, la Blasfemia, el Demonio, la Codicia y el Interés … Y superando a todos … el ingenioso hidalgo don Quijote.»
No me termino de aclarar tanto como quisiera hacerlo sobre esto de la mojiganga. Me llama la atención que las dos primeras farsas quijotescas —la de Valladolid en 1605 y la del Potosí dos años después— fueran mojigangas y, de hecho, fueron las dos primeras manifestaciones de este curioso e híbrido género hispano que mezcla la fiesta callejera y popular con la máscara o mascarada cortesana. La mojiganga es una rara combinación de espectáculo elegante, con una fiesta callejera en la que salen negros vestidos de diablos, saltando y haciendo ruido. ¿Dónde se ha visto eso?
Aparentemente, en América la mojiganga era una mascarada o farsa callejera animada con música negra de tambores y bailes de “diablos”, típica de los Corpus Christi indianos; digo «aparentemente» porque constato que los expertos no se ponen de acuerdo sobre éste y otros puntos de la mojiganga, p.e. ¿qué representa en ella el diablo y las malas visiones?.
Me gustaría discernir entre este tipo de mojiganga callejera del Potosí y la mascarada cortesana propia de la Corte. En la primera habría elementos socialmente perturbadores, los negros ruidosos con pinta de diablos, con lo que nos recordaría a la referencia de Rojas Villadrando en El Viaje Entretenido: «hay ocho maneras de compañías y representantes: bululú, ñaque … bojiganga…» y también traería a cuento la cita del Quijote II, 11:
«somos recitantes de la compañía de Angulo el Malo; hemos hecho [hoy día] del Corpus, el auto de Las Cortes de la Muerte … yo [voy] de Demonio, y soy una de las principales figuras del auto, porque hago en esta compañía los primeros papeles … quiso la suerte que llegase uno de la compañía, que venía vestido de bojiganga, con muchos cascabeles, y en la punta de un palo traía tres vejigas de vaca hinchadas; el cual moharracho, llegándose a don Quijote, comenzó a esgrimir el palo y a sacudir el suelo con las vejigas, y a dar grandes saltos, sonando los cascabeles [cuya mala visión] alborotó a Rocinante.»
Catalina Buezo, de la Universidad Europea-CEES Madrid, es experta en el tema y nos alerta sobre “los problemas que plantea la edición crítica del género ‘mojiganga dramática’”.
Buezo expuso los problemas de terminología y cronología de la ‘mojiganga’, un género indócil e inédito, híbrido de español y negro, cabalgata y tamborín, fiesta callejera y función teatral.
…. las mascaradas tempranas relacionadas con el Nuevo Mundo … en muchas ocasiones son comparsas parateatrales con diálogo que acaban subiendo a escena. Así se llega de la mojiganga o comparsa callejera de danzantes a la mojiganga dramática o entremés cómico-burlesco cantado y bailado para fin de fiesta, es decir, al teatro breve del s. XVII
Es un género a explorar cáutamente porque no hay consenso básico. La primera mojiganga fue la del Quijote y unió a España con América. ¿Por qué se asoció el Quijote a la mojiganga?
Propongo que el Demonio de la mojiganga salió a las calles del platero Potosí a fin de satirizar una situación de venalidad consustancial que la Corona ya no podía remediar.
Muchas gracias, María Eugenia, por tu documentado comentario.
Carlos, me ha parecido muy interesante tu artículo a propósito del baile. He aprendido sobre un género dramático del que desconocía prácticamente todo. Trataré de ampliar información con algún texto de los que sugieres en la bibliografía. Entre otras cosas, me ha llamado la atención el paso del baile con letra al baile sin letra que se produce en el contexto de diferenciación entre el entremés y el cuerpo de la comedia. Me ha resultado curioso porque tenía constancia de que esa transición se había producido, pero no sabía cuando ni de que modo.
Me alegra, Juan, que te haya resultado útil.
Hola, Carlos:
Me alegra leerte te nuevo.
He pasado un mes algo difícil en lo personal, nada grave, y estos días, por fin, he tenido la serenidad necesaria para recuperar mi blog y publicar nuevas entradas. En concreto una sobre el amor de oídas en el Quijote que forma parte de un estudio sobre los límites entre realidad y ficción que estoy elaborando y que tal vez puede interesarte.
Entre las muchas cosas que tengo pendientes, quiero darme un volteo por tu casa y conocer las cosas nuevas que me consta que has ido incorporando. A ver si poquito a poco voy recuperando el ritmo.
En fin, que me alegro de volver a leerte,
Un abrazo
Juan
Muy bien, Juan, bienvenido de nuevo. Hoy empieza, si no me equivoco, una serie de entradas sobre la novela histórica, que irán alternándose con las que estoy dedicando estos días a Lope… Un fuerte abrazo, y muchas gracias por tu fidelidad al blog, Carlos