El taller narrativo del «Persiles»: ejes estructurantes

Los trabajos de Persiles y SigismundaPues bien, consideremos ahora el Persiles como un amplio y complejo taller de escritura. La primera idea que convendría destacar es que nos encontramos ante una novela perfectamente unificada tanto estructural como semánticamente, ante un relato complejo, sí, pero en el que todas sus partes se integran literariamente, según la idea clásica de unidad dentro de la variedad. ¿Cómo consigue Cervantes que esto sea así?

Tenemos en el Persiles una serie de palabras clave o ejes estructurantes imprescindibles para entenderlo mejor: trabajos, amor, celos, deseo Detengámonos en este último elemento. Hay un momento, en el libro II, capítulo 4, cuando los personajes se hallan en el palacio del rey Policarpo, en el que el narrador afirma: «Todos deseaban, pero a ninguno se le cumplían sus deseos: condición de la naturaleza humana, que, puesto que Dios la crió perfecta, nosotros, por nuestra culpa, la hallamos siempre falta, la cual falta siempre la ha de haber mientras no dejáremos de desear» (p. 729b[1]). Estas palabras las debemos poner en relación con el aforismo que estampa Diego de Ratos en el libro del español: «No desees, y serás el más rico hombre del mundo» (p. 804b). Pero esto es algo difícil de cumplir porque los deseos son infinitos, como en otro lugar se explicita: «En esta vida, los des[e]os son infinitos, y unos se encadenan de otros, y se eslabonan, y van formando una cadena que tal vez llega al cielo, y tal se sume en el infierno» (p. 817b).

Para la pareja protagonista, el deseo más importante es el de llegar a Dios: «Como están nuestras almas siempre en continuo movimiento, y no pueden parar ni sosegar sino en su centro, que es Dios, para quien fueron criadas, no es maravilla que nuestros pensamientos se muden» (p. 760b). Esta idea agustiniana se repite como un leit motiv a lo largo de la novela; en sentido similar se expresa Auristela en IV, 10, en conversación con Periandro: «Nuestras almas, como tú bien sabes, y como aquí me han enseñado [se refiere a la doctrina católica recibida en Roma], siempre están en continuo movimiento y no pueden parar sino en Dios, como en su centro» (p. 817b). El peregrinaje de los cuerpos ha llevado a los protagonistas a Roma; el movimiento de las almas los conduce a Dios[2]. El deseo, en sus distintas acepciones, es uno de los temas estructurantes del Persiles.

Otro de los ejes de la novela sería el binomio barbarie / civilización, bien estudiado por la crítica. Remito para este asunto al estado de la cuestión establecido por Pelorson[3].


[1] Todas las citas del Persiles serán por la edición de Florencio Sevilla Arroyo: Miguel de Cervantes, Obras completas, Madrid, Castalia, 1999.

[2] Para más detalles, ver Jean-Marc Pelorson, El desafío del «Persiles», Toulouse, Presses Universitaires du Mirail, 2003, pp. 59-74.

[3] Ver Pelorson, El desafío del «Persiles», pp. 49-58. Remito también a Carlos Mata Induráin, «El Persiles de Cervantes, paradigma del arte narrativo barroco», en Ignacio Arellano y Eduardo Godoy (eds.), Temas del Barroco hispánico, Madrid / Frankfurt am Main, Iberoamericana / Vervuert, 2004, pp. 197-219.

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