El narrador de Doña Blanca de Navarra de Francisco Navarro Villoslada[1] es muy sencillo, similar al que aparece en las demás novelas históricas del Romanticismo español: se trata de un narrador omnisciente (conoce todos los pensamientos y anhelos de sus personajes), en tercera persona, situado fuera de la historia narrada y que, además, se encarga de mostrar su lejanía respecto a ella[2]. Es un narrador que maneja todos los hilos de la narración, dejando muy poco margen de maniobra al lector, al que se lo da todo hecho, con escasas posibilidades para la interpretación o re-creación personal: él da o quita la palabra a los personajes, remite de un capítulo a otro, introduce digresiones y afirmaciones generales, añade notas para indicar que algún dato o detalle es histórico, nos ofrece resúmenes de la situación histórica o novelesca, se encarga de organizar el relato cuando el interés está en dos puntos distintos y hasta juzga los hechos y personajes que va describiendo. No debemos olvidar que, a la altura de los años 40 del siglo XIX, la novela en España, como género narrativo moderno, se encontraba todavía en un estado incipiente y el público lector no estaba acostumbrado todavía —no podía estarlo— a mayores audacias narrativas.
La presentación de los acontecimientos en la estructura general de la novela es lineal, siguiendo por lo común el orden cronológico de los mismos: rapto de la princesa doña Blanca (año 1461), liberación, nueva captura, prisión y muerte (año 1464), coronación y quince días de reinado de doña Leonor (año 1479). No obstante, sí que existen algunos casos de «flash-back» o vuelta atrás, es decir, determinados episodios que no se cuentan en el lugar que cronológicamente les correspondería, sino más avanzado el discurso narrativo. El caso más significativo es el que se produce en el capítulo XVIII de la segunda parte, tal como indica su título: «Que debía dar comienzo a la segunda parte de esta crónica, por cuanto en él se toman los sucesos desde el fin de la primera»; en efecto, ahí se relata todo lo referente a Inés y a Jimeno durante los quince años que median entre el fin de la primera parte y el comienzo de la segunda. También se rompe en ocasiones el desarrollo lineal de la trama novelesca con la introducción de historias secundarias intercaladas en el relato principal, ya sea para aportar diversos datos sobre los personajes, ya se trate de sucesos relacionados indirectamente con los mismos; así, la historia de Raquel relatada por Inés a Jimeno; la contada por el Marqués de Cortes, que nos pone sobre la pista de la verdadera identidad de Jimeno, completada luego por el relato de Raquel; o la de don Pedro de Navarra, el padre de don Felipe, asesinado a traición en la sorpresa de Pamplona.
[1] Para este autor ver Carlos Mata Induráin, Francisco Navarro Villoslada (1818-1895) y sus novelas históricas, Pamplona, Gobierno de Navarra (Dpto. de Educación, Cultura, Deporte y Juventud-Institución Príncipe de Viana), 1995. Y para su contexto literario remito a Carlos Mata Induráin, «Estructuras y técnicas narrativas de la novela histórica romántica española (1830-1870)», en Kurt Spang, Ignacio Arellano y Carlos Mata (eds.), La novela histórica. Teoría y comentarios, Pamplona, Eunsa, 1995, pp. 145-198; 2.ª ed., Pamplona, Eunsa, 1998, pp. 113-151.
[2] Sobre el narrador de Doña Blanca de Navarra, pueden verse estos trabajos: Inés Liliana Bergquist, «Doña Blanca de Navarra», en El narrador en la novela histórica española de la época romántica, Berkeley, University of California, 1978, pp. 157-186; y Enrique Rubio, «Las estructuras narrativas en Doña Blanca de Navarra», en Romanticismo 3-4. Atti del IV Congresso sul Romanticismo Spagnolo e Ispanoamericano. Narrativa romantica, Génova, Universidad de Génova, 1988, pp. 113-121.