En otro orden de cosas[1], don García da muestras de su valor peleando personalmente contra los indios, aunque sean 30.000 los reunidos para atacarles (ver los vv. 1835-1846)[2]. Tucapel, abatido, anunciará que los suyos huyen heridos «del rayo de don García» (v. 1926). Efectivamente, la falsa embajada de paz que llevara Colocolo no ha engañado al gobernador, sino que han sido ellos los engañados por su astucia. A diferencia de lo que sucedió al vencer a Valdivia, Caupolicán se muestra sorprendido del valor de los españoles:
¿Cómo es, decid, vuestro acero,
cristianos, tan diferente
de los que maté primero?
¿Cómo con tan poca gente
hacéis estrago tan fiero?
¿Adónde estás, don García? (vv. 1974-1979).
Y a continuación, desafía a don García: en un rasgo caballeresco, le propone que la guerra se reduzca a un combate personal entre ellos dos. Don García acepta, pero le pide que se quite la corona que lleva (se la dio su compañera Fresa, y a ella Eponamón), pues la corona de Arauco pertenece al rey de España y no puede consentir «esa injusta tiranía» (v. 1997) de verla puesta sobre otra cabeza. Tras mantener una discusión sobre las causas de la conquista (en próximas entradas volveré sobre esto), don García hace huir al capitán de Arauco, hecho que comentan don Luis y don Felipe. Al valor se suman en este momento nuevos rasgos de prudencia: es mejor que Caupolicán huya, afirma el gobernador, porque de esa manera muestra a todos los indios que siente temor, y eso es preferible a tenerlo vencido y preso en su poder[3]. Don Felipe insiste en su idea de seguir el alcance, persiguiendo a los araucanos que huyen, pero don García se opone: los indios son muchos y ellos pocos; es mejor dejarlos ir. De nuevo, por tanto, da muestras de ser un capitán prudente:
DON GARCÍA.- Cuando hay fuerza de poder
se ha de seguir la victoria,
pero cuando viene a ser
con ardid, la mayor gloria
es no volverla a perder.
Ya los indios rebelados
han visto a sus defensores
huir y, desengañados,
han de volver inferiores,
y en su culpa escarmentados.DON LUIS.- Discurre Vueseñoría
en todo como prudente (vv. 2038-2049).
Más adelante, Caupolicán disculpará la cobardía de otros, ahora que él ha probado también la «valiente espada» (v. 2290) de don García. Y se pregunta sorprendido: «¿En tal edad tanto brío?» (v. 2291). En opinión de Rengo, a don García, pese a su juventud, le obedecen los cuatro elementos; y Tucapel señala que el capitán español aúna en su persona la prudencia y el saber con la valentía, confirmando la caracterización que se viene ofreciendo de don García:
RENGO.- Vengarse a voces querría:
quíteme él a don García
de entre ellos, y verá llanos
en mi rigor sus intentos;
pero ¿qué he de hacer si vienen
templados cuatro elementos
en su juventud y tienen
cobardes mis movimientos?
El aire le obedeció
en el mar cuando pasó
hasta nuestra tierra; y luego
en sus venas todo el fuego
de la esfera se infundió.TUCAPEL.- Si no toca a recoger,
era fuerza el revolver
cuando el socorro venía:
¿no bastaba valentía,
sino prudencia y saber? (vv. 2303-2320).
Además Caupolicán se queja de Colocolo, quien se disculpa reconociendo que le engañó la prudencia de don García, pese a ser tan mozo. El caudillo araucano dice que intentarán sorprender a los españoles mientras se preparan para celebrar el bautizo de Guacolda, pero Colocolo se teme lo peor:
Ruego al Sol que no volvamos
deshechos de la emboscada,
con la intención castigada,
que es astuto y valeroso
y ha de vivir cuidadoso
de no descuidarse en nada (vv. 2355-2360).
Y más adelante, en el momento previo al ataque, Colocolo reconoce de nuevo que don García lo engañó antes y que siempre está prevenido: «Después que a mí me engañó, / no me atrevo a pensar yo / que ha de descuidarse en nada» (vv. 2576-2578). En efecto, al ver que los españoles están armados (pensaban sorprenderlos descuidados, con motivo de la fiesta), Colocolo aconseja la retirada, insistiendo una vez más en lo «prudente y advertido» que es don García:
que deste hombre solo siento,
según en cualquiera intento
es prudente y advertido,
que trae a su Dios metido
en su mismo entendimiento (vv. 2616-2620).
[1] Esta entrada forma parte del Proyecto «Autoridad y poder en el teatro del Siglo de Oro. Estrategias, géneros, imágenes en la primera globalización» del Ministerio de Economía y Competitividad del Gobierno de España (FFI2014-52007-P).
[2] Cito por Gaspar de Ávila, El gobernador prudente / The Prudent Governor, ed. de Patricio Lerzundi, Lewiston / Queenston / Lampeter, The Edwin Mellen Press, 2009, con ligeros retoques en la puntuación. Para más detalles sobre la comedia, ver Carlos Mata Induráin, «Del panegírico a la hagiografía: don García Hurtado de Mendoza en El gobernador prudente de Gaspar de Ávila», Hispanófila, 171, junio de 2014, pp. 113-137.
[3] Y, en efecto, así sucede: los indios rebelados han visto huir a sus valedores araucanos y quedan desengañados.