El análisis de los personajes —junto con el tiempo y el espacio en que se mueven— y de los temas servirán para comprobar que Corte de corteza de Daniel Sueiro es una novela[1] con abundantes elementos de crítica social, como certeramente han destacado diversos estudiosos. Así, Bienvenido de la Fuente señalaba:
Sueiro no ha abandonado su tarea de llamar la atención sobre problemas sociales y de criticarlos. El trasplante de cerebro de Corte de corteza no hay que verlo sino como un ejemplo para mostrar a qué extremo se puede llegar en nuestra sociedad. Ante el adelanto técnico, ante el progreso en general, y aquí ante el adelanto en el campo de la medicina, el individuo está en continuo peligro de perder su personalidad[2].
Por su parte, Rafael del Moral escribía:
Ciencia ficción comprometida, y no de aventuras, que anuncia, al poner en peligro la integridad humana, un fruto caótico y deshumanizado. El fondo es un trasplante de cerebro con sus significados éticos y morales. […] Crítica al mundo dominado por la técnica y el desarrollo ciego del capitalismo con una orientación más social que psicológica[3].
Pedraza Jiménez y Rodríguez Cáceres comentan que la apasionante historia en que se sustenta la novela sirve de pretexto a Sueiro para dar salida a una fuerte crítica a la sociedad de consumo deshumanizada:
Sueiro plantea los conflictos que presenta para el hombre un progreso que sólo atiende a los aspectos tecnológicos, y se cuestiona qué límites hay que ponerle. Aunque ha renovado su forma de expresión, manifiesta las mismas ideas de siempre, con idéntica crítica al sistema[4].
Y podrían añadirse otras citas similares. Ya mencioné que Corte de corteza era «una crónica escrita hoy acerca de lo que va a ocurrir dentro de quince años». Considerando que la obra estaba escrita para 1968, podemos calcular que la acción estaría situada hacia el año 1983. Hemos de suponer que la historia sucede en verano (se alude varias veces al calor sofocante, en un determinado momento se dice de un personaje que lleva un traje veraniego…), aunque no existe una datación exacta. Se trata de una historia lineal, que comienza con la matanza en la calle, sigue con la operación de trasplante (realizado a los dos días), cuenta el proceso post-operatorio y termina con la muerte de Castro y de Adam. Cuando esto ocurre, ha debido de pasar cierto tiempo, no se precisa cuánto, pero podemos imaginar que han sido algunos meses o, por lo menos, algunas semanas, ya que, cuando se encuentran ambos personajes, Adam nos indica que «no había vuelto a ver a Castro desde hacía tiempo». Encontramos, además, un tiempo evocado en las secuencias que nos refieren las vidas de Adam, David, Olga o el francotirador, entre otras.
Por lo que toca al espacio, sabemos que los personajes se mueven en una metrópolis de los Estados Unidos, probablemente Nueva York, si bien tampoco se dice expresamente. Sea como sea, la problemática que trata la novela podría darse perfectamente en cualquier otro país cuyo modelo de sociedad sea el mismo (capitalismo, mecanización…) y así lo hace notar José Domingo: «… vida que, aun localizada en un lugar fácilmente reconocible —el del primer estado mundial en cuanto riqueza, capacidad de empresa y ambición imperialista de dominio—, podría extenderse en su sentido general a buen número de otros países»[5]. Dentro de esa gran ciudad aparecen espacios concretos, como son la calle en que tiene lugar la escena del francotirador, el Hospital Central, la casa de Adam, la de David, un cementerio (pues de algún modo hay que deshacerse de las partes no aprovechables en la operación, el destrozado cuerpo de uno y el cerebro enfermo de otro), la finca del doctor Blanch o el circuito de carreras donde muere Castro. Igual que existía un tiempo evocado, aparece también otro tipo de espacios en los recuerdos (Castro fue guerrillero en las selvas venezolanas, Adam estuvo en Francia y en Canadá, Olga, por ser periodista, ha recorrido distintos lugares, etc.).
Son varios los personajes que quedan retratados en las páginas de la novela: Olga (la exmujer de Adam), Sonia (la joven que convive con él), Diana (la mujer de David), Rubén-Rubén (jefe de los periodistas encargados de filmar la operación), Douglas Key (prototipo del empresario sin escrúpulos que llega a eliminar físicamente a la competencia), los doctores Fushia y Marius (miembros del equipo médico que realiza la operación) y algunos otros. Sin embargo, centraré mi comentario en cinco de ellos: Adam y David, por un lado, y los doctores Castro y Blanch y el Padre Lucini, por otro. Por lo demás, conviene destacar que es tal la abundancia de temas tratados en la novela, que algunos personajes quedan un tanto borrosos, como si el peso de las ideas expuestas les restase fuerza humana.
Adam y David están caracterizados de forma maniquea. Adam es un profesor universitario, un intelectual culto y rebelde, insatisfecho y sincero, que se resiste a ser un simple número en una sociedad deshumanizada, despersonalizadora. Inconformista, lucha contra ese modelo de Estado autoritario y policial que rige en el país. No es de extrañar que se convierta en el portavoz de las ideas de Daniel Sueiro, autor inconformista e insatisfecho también. David es todo lo contrario: así como Adam es una persona que ha cultivado fundamentalmente el cerebro, él es un deportista que ha cuidado el cuerpo. Hombre de negocios que solo aspira a prosperar, sin importarle que para ello deba ir dejando jirones de su dignidad humana, representa al hombre-masa, despreocupado (o únicamente preocupado por sus propios intereses) y conformista.
El doctor Castro es, a semejanza de Adam, un hombre preocupado, otro inadaptado dentro de esa sociedad (de ahí el fin que les aguarda a ambos). No es extraño, por tanto, que los dos se hagan amigos tras la operación. El propio Adam indica que, de todos los doctores, Castro era el que le parecía más sincero y humano, el más cercano a él, sin saber bien el porqué: «No sabría aún explicar por qué, pero necesitaba como nunca aquella compañía [la de Castro], aquel afecto, en un momento en que me sentía más solo, más aislado y más extraño que nadie en el mundo» (p. 267). El ateísmo del doctor Castro se nos revela en su enfrentamiento con el Padre Lucini, sacerdote que desempeña su ministerio en el hospital y que representa el punto de vista de la Iglesia (tratando de fijar unos límites morales al avance de la ciencia). En cuanto a Blanch, Yerro le aplica el certero calificativo de «médico vedette». En efecto, solo le importa el éxito y la popularidad que va a proporcionarle la operación (aparte de los beneficios económicos). Es el jefe del equipo y se le califica de «maestro» y «dios», en tanto que los otros doctores no pasan de ser sus «vasallos»[6].
[1] La edición manejada es la de Madrid / Barcelona, Alfaguara, 1969.
[2] Bienvenido de la Fuente, «El problema de la identidad personal en Corte de corteza de Daniel Sueiro», en Sebastián Neumeister (coord.), Actas del IX Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas: 18-23 agosto 1986, Berlín, Frankfurt am Main, Vervuert, 1989, vol. 2, p. 234.
[3] Rafael del Moral, Enciclopedia de la novela española, pról. de Andrés Amorós, Barcelona, Planeta, 1997, p. 141.
[4] Felipe B. Pedraza Jiménez y Milagros Rodríguez Cáceres, Manual de literatura española, vol. XIII, Posguerra: narradores, Pamplona, Cénlit Ediciones, 2000, p. 875.
[5] José Domingo, «Dos novelistas españoles: Elena Quiroga y Daniel Sueiro», Ínsula, 232, marzo de 1966, p. 3.
[6] Ver para más detalles Carlos Mata Induráin, «Experimentación narrativa y crítica social en Corte de corteza (1969), de Daniel Sueiro», en Concepción Martínez Pasamar y Cristina Tabernero Sala (eds.), Por seso e por maestría. Homenaje a la Profesora Carmen Saralegui, Pamplona, Eunsa, 2012, pp. 387-408.