Cuando se produce el asalto de los araucanos, don García lucha cuerpo a cuerpo con Caupolicán: si el araucano es hijo del sol, el español es hijo del gran virrey don Andrés[1]. Sale a relucir de nuevo su mocedad, cuando el toqui se lamenta:
CAUPOLICÁN.- ¡Lástima a tus años tengo!
GARCÍA.- Tenla, bárbaro, de ti,
que yo Mendoza nací
y he de hacer a lo que vengo (p. 773)[2].
Don García resulta herido por una pedrada, pero conserva la vida y tiene fuerzas para repeler el ataque. Las acotaciones de este pasaje indican hasta en tres ocasiones que se ve a don García «en lo alto» (pp. 771, 776 y 779): se trata, en principio, de una indicación física (los españoles se defienden desde lo alto del fuerte en el que están sitiados), pero esa visualización espacial no deja de tener un valor simbólico: don García domina la situación, está por encima de los indios, que atacan desde abajo y que terminarán siendo sojuzgados por él. En el transcurso del asalto, también Caupolicán resultará herido: le hirió, dice Tucapel, «el gran español, / el gallardo don García» (p. 778), «el Mendoza famoso» (p. 778), como señala Rengo.
Esta escena añade otro detalle importante desde el punto de vista de las cualidades militares de don García: vemos que es un capitán previsor y responsable pues, robando horas al descanso y el sueño, pasea por el fuerte para supervisar que los vigías cumplen bien con su obligación (ver las pp. 780 y 782). En este momento, remate del acto primero, dará muestras de su generosidad al perdonar la vida al soldado que por dos veces ha incumplido su deber quedándose dormido en su turno de guardia. Rebolledo se salva por su ingenio, y apelando a que «Mendoza eres» (p. 783) y «gran señor» (p. 784). También, ciertamente, porque el general español tiene pocos soldados y no puede desperdiciar ni siquiera a uno solo de ellos, aunque haya cometido una falta tan grave que les ha puesto en peligro a todos: «De virrey y reyes vienes» (p. 784), reconoce Rebolledo.
Esta escena final de la primera jornada todavía añade un dato más al retrato de don García: las palabras de Rebolledo hablando consigo mismo en su guardia, intentando no dormirse, señalan que don García no es codicioso. Se trata de un detalle importante, porque la codicia de los españoles es acusación que los indios dejan caer aquí y allá a lo largo de la comedia. Ciertamente, Arauco no da muchas riquezas (Rebolledo se refiere a la «estéril campaña», p. 781; en la p. 823 Tucapel le explicará al mismo soldado que Arauco produce pocas joyas). Pero, sea como sea, su general no viene en busca de plata, sino para aplastar la rebelión de los araucanos, que no son, ni mucho menos, indios pacíficos como los que encontró Colón en el momento del Descubrimiento:
REBOLLEDO.- Los que las Indias hallaron
vinieron por oro y plata;
halláronla tan barata,
que por vidrios la compraron.
No viene así don García,
ni plata intenta buscar,
que viene a pacificar
su bárbara rebeldía.
¡Pues es verdad que estos son
de los indios desarmados
que hallaba en selvas y prados
como corderos Colón,
sino los hombres más fieros,
más valientes, más extraños
que vio este polo en mil años! (pp. 781-782)
Más adelante, en el acto segundo, sí encontraremos una acusación de codicia por parte de Tucapel, cuando se refiere a don García como «un hombre, y hombre extraño, / que enriquecerse del sudor pretende / de nuestra mina de oro y fértil año» (pp. 795-796). Pero se trata de una frase exaltada, que Rengo contrarresta al decir: «del Mendoza adviertas / las grandezas que hay en él» (p. 796).
[1] Esta entrada forma parte del Proyecto «Autoridad y poder en el teatro del Siglo de Oro. Estrategias, géneros, imágenes en la primera globalización» del Ministerio de Economía y Competitividad del Gobierno de España (FFI2014-52007-P).
[2] Todas las citas (con algún ligero retoque en la puntuación) son por la edición de Jesús Gómez y Paloma Cuenca, en Lope de Vega, Comedias, IX, Madrid, Biblioteca Castro/Turner, 1994. Para más detalles sobre la comedia, ver Carlos Mata Induráin, «Linaje y teatro: Arauco domado de Lope de Vega como comedia de propaganda nobiliaria», en David García Hernán y Miguel F. Vozmediano (eds.), La cultura de la sangre en el Siglo de Oro. Entre Literatura e Historia, Madrid, Sílex, 2016, pp. 325-348.