El elemento religioso en «La adúltera penitente», comedia en colaboración de Cáncer, Moreto y Matos Fragoso (y 2)

Santa TeodoraConsideremos un segundo elemento que imbrica lo profano y lo religioso: a lo largo de la comedia de Jerónimo de Cáncer, Agustín Moreto y Juan de Matos Fragoso, las réplicas de distintos personajes insisten en que el crimen que idea y finalmente lleva a cabo Filipo es una ofensa en el plano humano, pero también contra Dios. Teodora sabe que, si cede a las continuas pretensiones de Filipo, no solo ofende a su esposo, sino además al Cielo. Y ese mismo convencimiento tiene el galán. Teodora se va a mantener siempre firme y virtuosa (distintos personajes, aparte de ella misma, así lo subrayan, para que no quede ningún tipo de duda), y solo la fuerza contra ella ejercida la llevará a los brazos de Filipo. Sus palabras, en distintos parlamentos y escenas, nos muestran su profundo fervor religioso, su anhelo de buscar siempre a Dios —recordemos que su nombre significa precisamente don o regalo de Dios—. Pese a las continuas adversidades que padece, Teodora nunca va a perder su fe en la divinidad, en la ayuda que le pueda brindar el Cielo. Esa es una constante que los tres dramaturgos han sabido mantener en sus respectivas jornadas y que contribuye a dar unidad al personaje dramático y por extensión a la pieza, muy bien trabada en este sentido.

Un tercer punto de enlace entre lo religioso y lo profano tiene que ver con las circunstancias que rodean la historia: si Teodora, en medio del acoso de la visión lasciva que se le aparece cada noche, tiene el alivio de las voces que salen del oratorio cercano a su casa —un oratorio donde se reúnen para rezar los hombres virtuosos de Alejandría[1]—, esas mismas voces del oratorio servirán de aviso divino para Filipo, aviso desatendido porque, pese a escucharlo cuando tiene ya puesto el pie en la escala, no ceja en su intento de asaltar el muro de la casa de Natalio.

La presencia del elemento religioso se intensifica, como es lógico, en la Jornada II, esto es, desde el momento en que Teodora aparece vestida de monje (fray Teodoro). En este soneto expone su confianza en Dios, quien la ayuda constantemente por más que ella le haya ofendido:

TEODORA.- Yo cometí un pecado escandaloso,
y fue, Señor, mi culpa tan inmensa,
que dos ofensas hice de una ofensa:
yo os ofendí cuando ofendí a mi esposo.

Mas vos, dulce Jesús, sois tan piadoso,
que cuando el hombre disgustaros piensa,
en vos halla el enojo y la defensa
y os templáis vos a vos lo riguroso.

Él, por cobrar su honor, querrá matarme,
y huyendo su rigor endurecido
en vuestra casa he entrado a retraerme.

Y vos, Señor, en vez de castigarme,
sin mirar en que sois el ofendido,
vuestra capa me echáis para esconderme (p. 262)[2].

A partir de este momento, lo religioso se funde con lo sobrenatural y espectacular, como veremos en próximas entradas[3].


[1] Escucha una voz que le intima «advertencias de la muerte, / desengaños de la vida» (p. 250b).

[2] Las citas de la comedia corresponden a esta edición: Jerónimo de Cáncer y Velasco, Agustín Moreto y Juan de Matos Fragoso, La adúltera penitente, Santa Teodora, en Parte nona de comedias escogidas de los mejores ingenios de España, Madrid, Gregorio Rodríguez por Mateo de la Bastida, 1657.

[3] Remito para más detalles a Carlos Mata Induráin, «La adúltera penitente, comedia hagiográfica de Cáncer, Moreto y Matos Fragoso», en Marc Vitse (ed.), Homenaje a Henri Guerreiro. La hagiografía entre historia y literatura en la España de la Edad Media y del Siglo de Oro, Madrid / Frankfurt am Main, Iberoamericana / Vervuert, 2005, pp. 827-846.

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