En mi edición de la Obra poética de Navarro Villoslada, publicada en 1997 por el Gobierno de Navarra, ofrecía un corpus total de 54 poemas, 31 que habían sido previamente publicados y otros 23 que permanecían inéditos hasta ese momento. Todos esos poemas que forman la producción poética del escritor de Viana los agrupaba por sus temas en varios apartados que, de mayor a menor importancia, eran: 1) poemas de tema religioso; 2) poemas de tema moral; 3) poemas de tema político; 4) poemas «de circunstancias»; 5) poemas amorosos; 6) poemas satíricos y burlescos; y 7) otros poemas varios. En sucesivas entradas iremos examinando esa producción, mucho menos conocida que sus novelas históricas, con la idea de dar a conocer y comentar sucintamente esos textos.
Ciertamente, es en la temática religiosa donde encuentra Navarro Villoslada su vena más inspirada. Conociendo su carácter y su pensamiento, no extraña que así sea. Incluía en mi edición de 1997, en el apartado de poemas religiosos, los números 5, 15, 17, 18, 19, 20, 23, 28, 31, 49, 50, 51, 52, 53 y 54. Algunos de sus títulos son ya bien significativos; así, escribió una «Oración para después de haber comulgado» (núm. 18), el poema que quiero comentar hoy. Se trata de una lira, dividida en 10 formas paraestróficas con la rima habitual 7a 11B 7a 7b 11B, la cual presenta los beneficios que el Cuerpo de Cristo, verdadero alimento espiritual del cristiano («dulce manjar»), reporta a su alma:
Dentro de mí no cabe
el gozo en que rebosan mis entrañas;
en bálsamo süave,
en aromas extrañas,
en olas de tu gloria el alma bañas.Vestido de hermosura,
vienes, Señor, iluminando el viento,
para colmar de hartura
este labio sediento,
y tu esencia me das en alimento.
El yo lírico, en comunión con Dios, no desea romper ese estado de gracia y exclama: «Antes, ¡ay!, de pecar venga la muerte». E insiste en la misma idea en las palabras finales: «¡Ahora que estás conmigo / torna al Cielo, mi Dios, que yo te sigo!».
Este es el texto completo del poema, en el que se aprecian ciertos ecos de claro sabor sanjuanista:
¡Bendito Dios del Cielo,
que mi seno escogiste por morada!
¡Inefable consuelo
del alma enajenada,
que en tus brazos se duerme regalada!Señor de los señores,
que en cien mundos y cien moras estrecho,
¿cómo, buscando amores,
desciendes a mi pecho,
y en él tu trono deslumbrante has hecho?Ángeles y querubes
con santa emulación mi gloria miran
y en nacaradas nubes
se acercan, se retiran,
y tanta dicha atónitos admiran.Sí, que en blando regazo
tu Madre te estrechó recién nacido,
con menos fuerte abrazo
que a mi seno querido
con vínculos de fuego te has unido.Dentro de mí no cabe
el gozo en que rebosan mis entrañas;
en bálsamo süave,
en aromas extrañas,
en olas de tu gloria el alma bañas.Vestido de hermosura[1],
vienes, Señor, iluminando el viento,
para colmar de hartura
este labio sediento,
y tu esencia me das en alimento.¿Quién para dicha tanta,
para tanto favor, quién es el hombre?
Ánima mía, canta
de Dios el santo nombre,
y haz que al impío su bondad asombre.¡Oh, cuál me saboreo
con tu dulce manjar! ¿Y he de perderte,
dulcísimo recreo,
después de poseerte?
Antes, ¡ay!, de pecar venga la muerte.De tu pecho la llaga
es manantial perenne de dulzura;
y el que en ella se embriaga,
lejos de su onda pura,
¿dónde templa su sed sin amargura?¡Oh, buen Jesús!, el mundo,
desde tus alas visto al blando abrigo,
inspira horror profundo.
¡Ahora que estás conmigo
torna al Cielo, mi Dios, que yo te sigo![2]
[1] «Vestido de hermosura» es verso de evidente reminiscencia sanjuanista; recuérdese la respuesta de las criaturas en el «Cántico espiritual»: «Mil gracias derramando / pasó por estos sotos con presura, / y, yéndolos mirando, / con sola su figura / vestidos los dejó de hermosura».
[2] Incluido en Francisco Navarro Villoslada, Obra poética, ed. de Carlos Mata Induráin, Pamplona, Gobierno de Navarra, 1997, núm. 18, pp. 122-124.