En sucesivas entradas voy a analizar la huella que el paso por África dejó en la obra literaria de María del Villar Berruezo, bailarina de danza y escritora navarra que vivió en Angola los años de la II Guerra Mundial. Allí conoció el encanto de los paisajes tropicales, la belleza de los amaneceres y las puestas de sol, la voluptuosidad de la cálida noche africana, cuyas espléndidas lunas invitan al amor, y allí gustó, en suma, la dulzura del «veneno africano». Todas esas vivencias y recuerdos los vertió años después en algunos de sus escritos literarios, en especial en su poemario Mis nocturnos africanos (1957) y en su novela Saudades… Toujours (1973). Comentaré, por tanto, la presencia de temas, descripciones y evocaciones africanas en estas dos obras de María del Villar Berruezo, pero antes recordaré algunos datos esenciales sobre la autora y el conjunto de su producción literaria.
María del Villar Berruezo Ramírez (que firmó muchos de sus escritos literarios solo con su nombre de pila, María del Villar) nació en Tafalla[1] (Navarra), en 1888. Siguió estudios de declamación en Madrid y llegó a debutar en el teatro el año 1911, aunque en seguida abandonó el terreno de la dramaturgia para dedicarse a la danza. Con el nombre artístico de Noré, dio recitales en España y Portugal y en 1920 se presentó en el Teatro Olimpia de París, donde obtuvo un notable éxito. Más tarde recorrió con sus espectáculos Europa y América. En 1936 inició sus colaboraciones literarias, primero en el periódico parisino Comoedia y luego en diversas publicaciones de Hispanoamérica y España. Durante la II Guerra Mundial vivió en Angola y luego se instaló en París, donde residió algunas temporadas. Falleció en San Sebastián en 1977[2].
La producción lírica de María del Villar está formada por tres poemarios publicados en Francia entre 1953 y 1961: Alma desnuda / L’Ame a nu (París, Editions SIPUCO, 1953), Mis nocturnos africanos / Nocturnes africains. Poèmes (París, Editions SIPUCO, 1957) y La tragedia de la Luz y de las Sombras / La tragédie de la Lumière et des Ombres. Poèmes (París, Editions SIPUCO, 1961). Los tres libros incluyen, confrontados a doble página, los textos originales en español y sus correspondientes versiones en francés (las traducciones al francés fueron hechas por Francis de Miomandre, a cuya memoria dedica la escritora el tercer poemario). El tema principal de estos tres libros es el amor y sus distintas vivencias; a veces se trata de un amor ya perdido, un amor roto conservado en el recuerdo. Además encontramos en ellos algunos motivos repetidos como la luna, la noche, el mar, el paso del tiempo, etc. Por lo general, la autora muestra preferencia por el romance y otras combinaciones métricas de rimas asonantes. Algunas de sus composiciones presentan un tono narrativo más que lírico y cuentan historias fantásticas o bien se inspiran en temas locales de Navarra. Como ha escrito Ángel-Raimundo Fernández González, «los tres libros ofrecen tiradas de versos de ritmo logrado y otras en las que las caídas son muy visibles. El dominio de la métrica no es el fuerte de la autora. Por otra parte aparecen “galicismos” y un manejo deficiente de la sintaxis»[3].
Por lo que respecta a su producción narrativa, hay que consignar títulos como El huevo maravilloso (Madrid, Editorial Tanagra, 1971), con prólogo de Agustín de Foxá, un conjunto de evocaciones tafallesas, publicadas antes en francés bajo el título D’oeuf marveilleux (Burdeos, Noveaux Cahiers de Jeunesse, 1969), libro con el que obtuvo el premio «Decouvert Prose». Similares son las narraciones contenidas en su última obra, La Carpia, su burro y yo (Pamplona, Gómez, 1975), «una colección de relatos que tiene por escenario Tafalla y Corella en los primeros años del siglo y por protagonista a la propia autora»[4]. Saudades… Toujours (Madrid, Editorial Tanagra, 1973) es una novela sentimental narrada en primera persona y parte de cuya acción se ambienta en África (más adelante me referiré a ella con más detalle). En fin, María del Villar dejó inédita otra novela titulada La odisea gitana[5].
[1] La autora vivió siempre muy ligada a Tafalla, su ciudad natal, y muchos de sus recuerdos de infancia los vertió en forma de relatos de sabor costumbrista. En Tafalla existe hoy una Fundación que lleva su nombre encargada de difundir su obra, por ejemplo a través de la convocatoria de concursos literarios.
[2] Para una aproximación a la autora, remito a los trabajos de José María Corella Iráizoz, Historia de la literatura navarra. Ensayo para una obra literaria del viejo Reino, Pamplona, Ediciones Pregón, 1973, p. 233; Manuel Iribarren, Escritores navarros de ayer y de hoy,Pamplona, Editorial Gómez, 1970, pp. 50-51; y José Antonio Osés Busto, Gran Enciclopedia Navarra, Pamplona, Caja de Ahorros de Navarra, 1990, vol. II, p. 404.
[3] En su trabajo Historia literaria de Navarra. El siglo XX, poesía y teatro, Pamplona, Gobierno de Navarra, 2003, p. 94.
[4] Osés Busto, Gran Enciclopedia Navarra, vol. II, p. 404.
[5] Para más detalles remito a un trabajo mío anterior: Carlos Mata Induráin, «El “veneno africano”: la huella de África en la producción literaria de María del Villar Berruezo», en Actas del IV Coloquio Internacional de Estudios sobre África y Asia, Málaga, Editorial Algazara / Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert, 2002, pp. 285-300.