El soneto «Hoy tengo ya mi lámpara encendida» de Rafael Alfaro

Ven, ven, Señor, no tardes,
ven, ven, que te esperamos…

Rafael Alfaro (El Cañavate, Cuenca, 1930-Granada, 2004), sacerdote salesiano, es autor de una extensa obra lírica, entre la que se cuentan títulos como El alma de la fuente (1971), Voz interior (1972), Vamos, Jonás (1974), Objeto de contemplación (1978), Tal vez mañana (1978), Cables y pájaros (1979), Música callada (1981), Los Cantos de Contrebia (1985), Tierra enamorada (1986), Escondida senda (1986), La otra claridad (Madrid, 1989), Poemas para una exposición (1991), Salmos desde la noche (1993), Elegías del Rus (1993), Dios del venir (1994), Los pájaros regresan a la tarde (1995), Xaire (1998), Apuntes de Alarcón (2001) o Indagación del otoño (2002).

Cuatro velas de Adviento

Vaya para hoy, cuarto domingo de Adviento, este soneto suyo que comienza «Hoy tengo ya mi lámpara encendida» y que remite al pasaje evangélico de Lucas que lleva como lema:

«Tened ceñidos vuestros lomos y encendidas las lámparas, y sed como hombres que esperan a su amo de vuelta de las bodas, para que, al llegar él y llamar, al instante le abran» (Lc 12, 35).

Hoy tengo ya mi lámpara encendida,
ceñida la cintura, y la alianza
en mi dedo vigía; y la esperanza
centinela del alba prometida.

Y arde en mi corazón la dolorida
llaga de soledad: ¡lenta es la danza
de las horas y lenta tu tardanza!
Dios del venir[1]: ¡Ardiendo está mi vida!

Y me digo: la noche anuncia al Día;
las estrellas al Sol; el suelo al Cielo.
¿A quién anunciará el alma vacía?

Aprenda el Ángel ya su «avemaría»
y encienda el aire blanco de su vuelo.
Dios del venir, ¡mi corazón te ansia![2]


[1] Esta formulación recuerda el primer verso del primer poema («La transparencia, Dios, la transparencia») de Dios deseado y deseante de Juan Ramón Jiménez: «Dios del venir, te siento entre mis manos, / aquí estás enredado conmigo, en lucha hermosa / de amor, lo mismo / que un fuego con su aire», si bien el significado es distinto en cada caso: en Jiménez, se trata de la formulación de una inmanencia divina (en varias ocasiones afirmó Juan Ramón: «El mío es un dios en inmanencia»); en Alfaro remite a la espera de Cristo que supone el Adviento (adventus significa ʻllegadaʼ o ʻvenidaʼ).

[2] Tomo el texto de Rafael Prieto Ramiro, Como la gallina a sus polluelos (Lc 13, 34). Adviento y Navidad 2002-2003, Madrid, Cáritas Española, 2002, p. 30.

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