Los «Cuentos sin espinas» de Mariano Arrasate Jurico: «Los disgustos de una novia»

Rosita es una joven bella y culta, hija única de padres ricos; varios pollos la pretenden, pero ella quiere a su novio, el médico Ignacio Orgaiz[1]. Sea como sea, la muchacha no es feliz, sufre porque su padre, don Cástor, se opone a la relación con el facultativo: «Todo lo que la hija le encontraba de inteligente, bondadoso, circunspecto y distinguido, le encontraba el padre de atrevido, vulgarote, zopenco y zascandil» (p. 54).

Novios

Asistimos a un diálogo entre padre e hija en el que discuten al respecto (don Cástor no duda en llamar a Ignacio mediquín y pobretón). Rosita decide poner en ejecución una idea, compinchada con su abuela: hay un amigo del padre, don Zoilo, de cincuenta años, que hizo un mal matrimonio[2] y quedó viudo a los treinta. Rosita habla con él y le pide una cita para tratar de una boda; don Zoilo dice que una boda es siempre algo importante: «en la boda se decide el porvenir y hasta la manera de ser de las personas» (p. 66); es una cuestión capital, quizá la más grave de la vida; defiende que la libertad que tienen los hombres para elegir pareja, también deben tenerla las mujeres: el derecho a buscar ellas el compañero con quien compartir su vida. El cincuentón cree que ha sido elegido como compañero por Rosita, pero ella le cuenta que ama a un médico joven, que es todo un caballero, pese a la contraria opinión paterna. Don Zoilo, recuperado de la plancha inicial, dice que intervendrá en su favor.

En efecto, visita a la familia (la forman, además de Rosita y don Cástor, doña Clara, la abuela, y doña Clotilde, la madre) una tarde de lluvia y, al final, cuenta que un médico, Ignacio, ha curado a su primo Ramón, operándolo del riñón. Otro día pasean los padres y don Zoilo; don Cástor no sabe por qué no le gusta Ignacio: cree simplemente que las tres mujeres están confabuladas contra él para imponérselo. Don Zoilo rompe de nuevo una lanza en favor del muchacho: «Le tengo por buen católico y por hombre caballeroso y de intachables costumbres» (p. 89). La madre ha hecho sus averiguaciones y también sabe que es «sólidamente católico», un modelo de jóvenes. Así pues, el padre cede: Rosita e Ignacio se casan y don Zoilo asiste como invitado, recordando para sí la debilidad de haber pensado que Rosita se había enamorado de él[3].


[1] Mariano Arrasate Jurico, Cuentos sin espinas, Pamplona, Torrent-Aramendía Hnos., 1932, 124 pp. Manejo un ejemplar de la Biblioteca del Archivo Municipal de Pamplona, signatura K-1; en la cubierta se lee: Cuentos sin espinas (jocoserios), primera serie.

[2] De hecho, entre los amigos corrió el rumor de que quiso poner en el epitafio: «En 18… pasó a mejor vida la costilla de don Zoilo… Desde dicha fecha descansan la costilla y don Zoilo» (p. 59).

[3] Para más detalles remito a mi trabajo: Carlos Mata Induráin, «La producción narrativa de Mariano Arrasate», Príncipe de Viana, año LIX, núm. 214, mayo-agosto de 1998, pp. 549-570.

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.