Podemos recordar también la consideración de mártires que tienen los soldados cristianos caídos en la defensa de La Goleta, tal como se aprecia en los dos sonetos dedicados a esta empresa en Quijote, I, 40[1]. El primero de ellos dice así:
Almas dichosas que del mortal velo
libres y esentas, por el bien que obrastes,
desde la baja tierra os levantastes
a lo más alto y lo mejor del cielo,y, ardiendo en ira y en honroso celo,
de los cuerpos la fuerza ejercitastes,
que en propia y sangre ajena colorastes
el mar vecino y arenoso suelo:primero que el valor faltó la vida
en los cansados brazos, que, muriendo,
con ser vencidos, llevan la vitoria;y esta vuestra mortal, triste caída
entre el muro y el hierro, os va adquiriendo
fama que el mundo os da, y el cielo gloria[2].
Ideas muy parecidas refleja la segunda composición, cuyo texto es como sigue:
De entre esta tierra estéril, derribada,
destos terrones por el suelo echados,
las almas santas de tres mil soldados
subieron vivas a mejor morada,siendo primero en vano ejercitada
la fuerza de sus brazos esforzados,
hasta que al fin, de pocos y cansados,
dieron la vida al filo de la espada.Y este es el suelo que continuo ha sido
de mil memorias lamentables lleno
en los pasados siglos y presentes.Mas no más justas de su duro seno
habrán al claro cielo almas subido,
ni aun él sostuvo cuerpos tan valientes[3].
La estructura es similar en los dos sonetos: el elogio del valor heroico derrochado en la batalla por los cristianos y la constatación de que, si bien el resultado final fue de derrota y muerte en el plano físico, aquellos soldados muertos obtuvieron una victoria mejor: la de los mártires que ganan la salvación eterna. Los dos textos se construyen en torno a esa misma idea de la derrota de los cuerpos en la tierra (muerte, caída…) frente a la victoria de las almas en el cielo (vida, elevación…), y la mayor parte de los sintagmas y verbos subrayan precisamente esa idea de movimiento vertical, ascendente, desde la tierra y lo material hasta el cielo y lo espiritual[4].
[1] Para un análisis completo de ambos textos y la circunstancia histórica que los inspira, ver Carlos Mata Induráin, «Los dos sonetos a la pérdida de La Goleta (Quijote, I, 40) en el contexto de la historia del Capitán cautivo», Rilce, 23.1, 2007, pp. 169-183; ver también Salvador Muñoz Iglesias, Lo religioso en el «Quijote», Toledo, Facultad de San Ildefonso, 1989.
[2] Don Quijote de la Mancha, ed. del Instituto Cervantes dirigida por Francisco Rico, 2.ª ed. corregida, Barcelona, Instituto Cervantes-Editorial Crítica, 1998, p. 460.
[3] Don Quijote de la Mancha, ed. del Instituto Cervantes dirigida por Francisco Rico, p. 460.
[4] Es notable el contraste que se establece en el texto del segundo poema entre la esterilidad de la tierra («tierra estéril», «duro seno») y la vida eterna del cielo.
Vaya sustazo tengo que no puedo ni comentar en algo que es de mi campo mismísimo. No me reconozco con esta cobardía y desde luego que no es nada cervantista este rasgo.
Ya sabes, «Urganda», que en este blog puedes comentar todo lo que quieras. Cervantes siempre da mucho juego, y más, si cabe, en estas materias sobre su «pensamiento religioso», valga decirlo así…