«Un olor a leña húmeda y quemada» (pp. 39-49)[1] también comienza in medias res. De madrugada, varios hombres, dirigidos por un mayoral, tratan de meter en un camión una bestia que se ha astillado los cuernos para llevarla al matadero. Contempla la escena un joven de quince o dieciséis años, que protesta porque le habían prometido que torearía esa vaca brava.
Un aspecto destacado del relato es la incorporación de sensaciones olfativas, circunstancia a la que alude el título (véanse las pp. 41, 44, 46, 49 y passim), desde la perspectiva del muchacho anónimo —como otros muchos personajes de los cuentos de Sanjuán—, en particular el agrio contraste entre el olor a leña del fuego y el bravío de la vaca lastimada.
[1] Citaré por José María Sanjuán, El ruido del sol, 2.ª ed., Barcelona, Destino, 1971 (colección Áncora y Delfín, núm. 372), prólogo de José María Pemán.