En «Una lluvia suave y pegajosa» (pp. 85-95)[1], Chavito y Macario (un picador viejo, apodado Pegajoso) comentan el tiempo: parece que esa tarde va a llover, lo que supone un mal presagio, porque la última cornada la recibió el picador precisamente en un día de lluvia. Pasan el tiempo hablando con un representante de colonias, hasta que llega la hora de la corrida, en la que muere Macario: «Su cara estaba roja de ira, cubierta de lágrimas. Y de lluvia. De una lluvia caliente y suave que se le pegaba a la piel» (p. 95).
El mal presagio, esa lluvia suave y pegajosa a que aludía el título, ha traído consigo, en efecto, la estela de la muerte y la desgracia para el viejo picador Pegajoso.
[1] Citaré por José María Sanjuán, El ruido del sol, 2.ª ed., Barcelona, Destino, 1971 (colección Áncora y Delfín, núm. 372), prólogo de José María Pemán.