En la entrada anterior examinábamos lo relativo a emperadores ridículos (Alejandro Magno y Carlo Magno)[1]. Pero también es amplia en estas comedias burlescas la galería de reyes ridículos[2]: recordaré, por ejemplo, que el rey que aparece en El caballero de Olmedo, burlesca de Monteser[3], necesita tomar boleta para poder asistir a la fiesta de los toros[4]. Muy intensa es la parodia del rey en El mariscal de Virón[5], pieza con muchas alusiones carnavalescas: el Rey es aquí un «rey de bastos» (v. 368), más tarde «rey de copas, rey de espadas» (vv. 1039-1040), un «rey de mojiganga» (v. 421) o «rey farandulero» (v. 457) y un «rey de tomo y lomo» (v. 1712). Pero, además de aplicársele todos esos calificativos, se le retrata como un rey goloso (v. 1263; se comenta que los reyes comen mucho, vv. 284-285), un rey que está en la cuna (v. 666) y al que pueden ir a espulgar (v. 435). No extrañará, con todo lo dicho, que equiparen a su Alteza con un pollino (v. 547) o digan de él que «vuestra Alteza caduca» (v. 1939). También encontramos en este monarca rasgos del rey severo (v. 1336) que mira airado (v. 95); se afirma de él que su gusto es ley (vv. 410-411) y puede hacer lo que quiera a su capricho (v. 1315). En suma, un mal rey, airado y grotesco[6].
Y mucho más intenso, si cabe, es el retrato paródico en La mayor hazaña de Carlos VI[7], pieza esta peculiar por ser obra de un escritor marrano, Manuel de Pina, que lleva a cabo una feroz parodia de Carlos V y de su retiro en Yuste (acción que se califica de «brava alejandrada», v. 2106). Aquí el rey aparece como un «muerto de hambre» (v. 225); es un «rey de la baraja del mundo» que, «en medio de tanta figura» (v. 586, con dilogía ‘figuras de la baraja’ y ‘figuras de la Corte’), sirve para «hacer naipe» (vv. 2133-2134) o para descartarse (vv. 553-554); es un «rey de toma y daca» (v. 1863), un «rey rabioso» (v. 1792, aludiendo al personajillo folclórico del rey que rabió) y un «rey del metal» (v. 1813) que tiene callos en los pies (v. 590) y que hace «punto de rey» (v. 593). Al final manifiesta su deseo de retirarse a un convento… de monjas donde, se indica con maliciosa dilogía, estará en la gloria. De hecho, el nombre de Carlos VI le viene de los atentados que comete contra el sexto mandamiento:
REY.- … pues un Carlos Quinto ha habido
quiero que haya un Carlos Sexto (vv. 2109-2110).REY.- Quédate, mundo, maraña,
que desengañado estoy
y en mí sabrán todos hoy
cuál es la mayor hazaña,
que alcanzando esta vitoria
dirán, sin que tengan queja:
«Carlos Sexto el sexto deja
y se parte hacia la gloria» (vv. 2191-2198).
Se comenta en esta pieza que el rey es más que un hombre (vv. 1545-1546); pero también —jugando de nuevo con lenguaje naipesco— que el amor es dios que triunfa de reyes y de caballos (vv. 1497-1498). Este rey hace jaque por la dama (v. 1584); es también un rey severo (v. 1615), y se comenta que los reyes no bailan (vv. 1616 y ss.). En otro momento se queja de que debe atender en audiencia a varios personajes que vienen con numerosas pretensiones, circunstancia que le obliga a ser uno de esos «reyes de Montalbán, / que han de ser para todos» (vv. 1663-1664). Sin embargo, el chiste más intencionado tiene que ver con el falso juego que interpreta la palabra monarca como suma de mona y arca. Dice doña Piltrafa cuando se presenta ante este Carlos VI:
DOÑ PILTRAFA.- Yo soy, invicto monarca
(que en este título encierras
la mona a que se dan todos
y el arca abierta en que pecan),
una mujer desdichada… (vv. 1833-1837).
Clara acusación de ser todos los cortesanos del Emperador borrachos y ladrones.
La lista podría ser ampliada con otros ejemplos. Así, Tebandro, el rey que aparece en Céfalo y Pocris[8], es un baldado y diestro en echar las habas; en la misma obra, aparecen caracterizados de forma completamente ridícula los príncipes Céfalo y Rosicler, etc. Pero bastará lo apuntado para hacerse una idea de cómo son y cómo actúan estos carnavalescos reyes de las comedias burlescas.
[1] Esta entrada forma parte del Proyecto «Autoridad y poder en el teatro del Siglo de Oro. Estrategias, géneros, imágenes en la primera globalización» del Ministerio de Economía y Competitividad del Gobierno de España (FFI2014-52007-P).
[2] Ver para más detalles Carlos Mata Induráin, «Reyes de la risa en la comedia burlesca del Siglo de Oro», en Luciano García Lorenzo (ed.), El teatro clásico español a través de sus monarcas, Madrid, Fundamentos, 2006, pp. 295-320; y «El “noble al revés”: el anti-modelo del poderoso en la comedia burlesca del Siglo de Oro», Literatura. Teoría, Historia, Crítica (Bogotá, Colombia), 6, 2004, pp. 149-182. Entre la bibliografía más reciente destaco el trabajo de Ignacio Arellano, «La degradación de las figuras del poder en la comedia burlesca», Bulletin of the Comediantes, 65:2, 2013, pp. 1-19.
[3] Francisco Antonio de Monteser, El caballero de Olmedo, en Comedias burlescas del Siglo de Oro, ed. de Ignacio Arellano, Celsa Carmen García Valdés, Carlos Mata y M. Carmen Pinillos, Madrid, Espasa Calpe, 1999.
[4] Digamos, de paso, que el propio caballero de Olmedo es aquí, no un noble que alancea toros para demostrar su valor, sino un toreador profesional.
[5] Juan de Maldonado, El Mariscal de Virón, ed. de Milena M. Hurtado y Carlos Mata Induráin, en Comedias burlescas del Siglo de Oro, VII, ed. del GRISO, volumen dirigido por Carlos Mata Induráin, Madrid / Frankfurt am Main, Iberoamericana / Vervuert, 2011. En adelante, abrevio Mariscal.
[6] En El cerco de Tagarete se comenta que el rey puede hacer su gusto (v. 220), y se habla de un «mandar muy soberano» en Castigo, v. 525.
[7] Cito por la edición en preparación de Carlos Mata Induráin.
[8] Pedro Calderón de la Barca, Céfalo y Pocris, en Comedias burlescas del Siglo de Oro, ed. de Ignacio Arellano, Celsa Carmen García Valdés, Carlos Mata y M. Carmen Pinillos, Madrid, Espasa Calpe, 1999. Hay otra edición más reciente: Pedro Calderón de la Barca, Céfalo y Pocris, introducción de Enrica Cancelliere, ed. de Ignacio Arellano, New York, Instituto de Estudios Auriseculares (IDEA), 2013.