«Amaya o los vascos en el siglo VIII» (1879), de Navarro Villoslada: génesis (y 3)

Después de esa noticia de 1854, ya no disponemos de nuevos datos acerca de la redacción de Amaya[1] hasta el año 1871. Acudiendo a la peripecia vital del novelista podemos suponer, sin temor a equivocarnos, que fueron las ocupaciones derivadas de su doble actividad política y periodística las que le impidieron redactar y ultimar su nueva novela. En efecto, Francisco Navarro Villoslada[2] fue elegido diputado en 1857, 1865 y 1867, secretario personal de don Carlos de Borbón en 1869 y senador en 1871. Además, desde 1860 está ocupado en la magna tarea de sacar adelante El Pensamiento Español, periódico por él fundado, junto con otros socios, que llegaría a convertirse en portavoz del neocatolicismo. Navarro Villoslada puso en él todo sus esfuerzos durante una docena de años, de 1860 a 1872, fecha en que lo abandona: en El Pensamiento Español escribía prácticamente a diario, y más adelante, desde 1865, llegaría a convertirse en su director y único propietario. En esa época, el escritor no tuvo tiempo material para ocuparse de sus proyectos literarios.

ElPensamientoEspañol

En 1871 el vizconde de la Esperanza[3] menciona entre las obras de Navarro Villoslada una novela titulada Amagoya o el alzamiento de los vascos (la mención se refiere a un proyecto literario, no a una obra publicada). Nótese que era el personaje de la sacerdotisa pagana, la representante de la antigua tradición vascongada, el que iba a dar título a la obra. Este dato se confirma con el hallazgo entre los documentos del autor de algún borrador en el que figura el título de Amagoya o los vascos en el siglo VIII. Sin embargo, la obra tampoco salió en esas fechas, sino que, como sabemos, empezó a publicarse en 1877, con el título definitivo de Amaya o los vascos en el siglo VIII. Las razones de esta nueva dilación son fáciles de descubrir acudiendo de nuevo a la biografía del autor y a las circunstancias históricas del momento en España.

Efectivamente, en 1872 Navarro Villoslada abandona todos sus cargos dentro del carlismo, tras una serie de discrepancias con el propio pretendiente a propósito de las personas de Emilio Arjona (su secretario personal, al que acusaba de cesarismo) y de Cándido Nocedal (nombrado director único de la prensa tradicionalista, nombramiento al que se oponía el de Viana por pensar que utilizaría en su beneficio personal tan poderosos medios). Estos enfrentamientos, agravados por los planes de don Carlos de alzar a sus partidarios en armas (hecho que sucederá en el mes de abril de ese año) motivaron el abandono de Navarro Villoslada de la dirección de El Pensamiento Español. Desde ese momento, retirado de la vida pública (pero no retirado a Viana, como tópicamente se venía repitiendo) el escritor podrá dedicarse a perfilar definitivamente los personajes y las acciones de su gran novela sobre los primitivos vascos. Podemos pensar que la redacción de esta obra le aliviaría del desencanto producido por tantos años de estériles luchas políticas y de incansables polémicas periodísticas. Finalmente, en 1877, una vez acabada la guerra civil el año anterior, las primeras entregas salieron a la calle, aunque todavía Navarro Villoslada iría añadiendo nuevos personajes y nuevos episodios al hilo de la publicación en La Ciencia Cristiana. A este respecto, es especialmente interesante una nota en el que doña Petra Navarro Villoslada comenta que la «fecunda inspiración» de su padre le hacía ir escribiendo la continuación «a la punta de la pluma», desarrollando las ideas que tenía en el momento mismo de redactar la versión definitiva:

Sobre Amaya.

No hay argumento completo de la novela Amaya. Hay muchísimos datos en hojas sueltas y un plan incompleto que no es el que prevaleció. Aunque tan lacónico, el adjunto es el que da más idea de la novela que publicó; pero aunque las escenas son muy parecidas, el plan es distinto.

La falta de plan consiste en la fecunda inspiración del autor, que siempre estaba variando, y él mismo decía que tenía que comprometerse con el público empezando a publicar la obra para verse obligado a continuarla y dejar «a la punta de la pluma» (son sus mismas palabras) la acción que prevalecía.

Esto quiere decir que en su imaginación tenía ideas generales y desarrollaba su pensamiento en el momento de escribir.

Y eso es algo que ya lo había señalado el propio escritor en una carta a Chaho del año 1852:

Yo escribo, es decir, escribía, cuando la pereza no me dominaba, porque gozo en escribir e imprimo lo escrito porque con mis hábitos de periodista jamás he podido continuar una obra sin hallarme en compromiso con el público. Bien sé que es esta una falta de respeto; y porque lo conozco me he reducido al silencio[4].

Con Amaya, Navarro Villoslada se nos manifiesta como un «romántico rezagado», no solo por seguir fiel a un género trasnochado, sino por poner en los largos años de su redacción una importante carga sentimental; así lo indican al menos estas dos declaraciones suyas: «He derramado en Amaya, a falta de galas de ingenio, los más íntimos y puros afectos del corazón» (dedicatoria de la novela); «Yo creí haber agotado mis lágrimas en escribir Amaya» (carta de 1880 a José Manterola).


[1] Utilizaré esta edición: Amaya o los vascos en el siglo VIII, San Sebastián, Ttarttalo Ediciones, 1991. Otra más reciente es: Amaya o los vascos en el siglo VIII, prólogo, edición y notas de Carlos Mata Induráin, Pamplona, Ediciones y Libros / Fundación Diario de Navarra, 2002 (col. «Biblioteca Básica Navarra», 1 y 2), 2 vols.

[2] Para el autor y el conjunto de su obra, ver Carlos Mata Induráin, Francisco Navarro Villoslada (1818-1895) y sus novelas históricas, Pamplona, Gobierno de Navarra, 1995. Y para su contexto literario, mi trabajo «Estructuras y técnicas narrativas de la novela histórica romántica española (1830-1870)», en Kurt Spang, Ignacio Arellano y Carlos Mata (eds.), La novela histórica. Teoría y comentarios, Pamplona, Eunsa, 1995, pp. 145-198; 2.ª ed., Pamplona, Eunsa, 1998, pp. 113-151.

[3] Vizconde de la Esperanza, La bandera carlista en 1871, Madrid, Imprenta de El Pensamiento Español, 1871, p. 229.

[4] Cito por Beatrice Quijada Cornish, «A Contribution to the Study of the Historical Novels of Francisco Navarro Villoslada», en Homenaje a don Carmelo de Echegaray, San Sebastián, Imprenta de la Diputación de Guipúzcoa, 1928, p. 206.

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