Manuel Fernández y González (Sevilla, 1821-Madrid, 1888) es autor bastante bien conocido en el panorama de la novela histórica romántica española[1], el máximo representante de la producción folletinesca y por entregas. Copio aquí las palabras que le dedica Juan Ignacio Ferreras al frente del listado de sus obras narrativas en su Catálogo de novelas y novelistas españoles del siglo XIX:
Según todos los críticos este autor es el más prolífico de todos los novelistas del XIX; su obra, considerable y mal estudiada todavía, se centra sobre todo en la tendencia de la novela histórica, en la que llegó a escribir algunas obras notables, y en la tendencia de la novela de aventuras o «popular». Tiene también dos o tres novelas «de costumbres». He recogido novelas nada más, tiene también poesías y dramas, pero no he llegado a las 300 obras de las que habla más de un crítico; creo que la cifra 300 es exagerada, sin duda su producción anda alrededor de las 200 novelas[2].
En otros trabajos, Ferreras adscribe la mayor parte de la producción del novelista, de forma más precisa, a la tendencia que él denomina novela de aventuras históricas, escrita muchas veces por entregas o para los folletines de los periódicos. El sevillano comienza cultivando una novela histórica romántica de mayor calidad literaria, en la línea de Los bandos de Castilla de Ramón López Soler (1830), El señor de Bembibre (1844) de Enrique Gil y Carrasco o Doña Blanca de Navarra (1847) de Francisco Navarro Villoslada, pero luego se convierte en un escritor que trabaja a destajo y sus obras derivan hacia esa otra tendencia en la que lo sustantivo es la mera aventura en tanto que lo histórico queda reducido a algo secundario o adjetivo:
Fernández y González no es un puro novelista por entregas, su obra, o una buena parte de su obra, pertenece a la novelística que arranca de López Soler; nuestro autor continuó cultivando con mucho acierto y hasta con cierta originalidad la tendencia de la novela histórica, campo en el que logró sus mejores obras, Los Monfíes de las Alpujarras (1856), Men Rodríguez de Sanabria (1853), El cocinero de su Majestad […] (Madrid, 1857) y otros títulos. […] Fernández y González era un superdotado para la novela, pero incluso los superdotados acaban por gastarse y decaer. De los doscientos títulos que escribió nuestro autor, unos cuatrocientos tomos en total, solamente los escritos de 1845 a 1855 se escapan al estilo de la entrega. A partir de 1857, y siempre aproximadamente, Fernández y González, aunque no decae en su producción ni un solo instante, deja a un lado su primer estilo y se convierte en un auténtico escritor por entregas[3].
Efectivamente, Ferreras lo considera fundador, máximo representante, maestro y modelo de esa nueva tendencia de la novela de aventuras históricas, degeneración, por así decir, de la anterior novela histórica de aventuras[4]:
Nuestro autor, al nivel de la novela por entregas, fue el auténtico fundador de la novela de aventuras históricas; esto es, de la novela histórica tradicional que suprime el universo novelesco en aras de la acción aventurera del protagonista; esta novela de aventuras históricas puede combinarse con la tendencia de la novela dualista, en cuyo caso la aventura se transforma en una más o menos complicada narración de tres personajes como mínimo: la heroína perseguida, el traidor y el héroe salvador de la heroína.
Fernández y González no fue solamente un autor, sino toda una época; su novelar histórico, al de por entregas me refiero, fue imitado hasta finales de siglo; sin Fernández y González serían inexplicables Tárrago, Orellana, Ortega y Frías, Rafael del Castillo, Parreño, Moreno de la Tejera y otros muchos, que cultivaron con cierta fortuna y sin ninguna originalidad el tipo de novela histórica inaugurado por Fernández y González[5].
Por otra parte, como acertadamente ha destacado Ignacio Arellano[6], la estructura narrativa y, por ende, la calidad literaria de sus novelas se resienten por las propias circunstancias de composición (obras escritas muchas veces por un amanuense que trabaja al dictado del escritor) y de distribución (obras para ser repartidas por entregas o bien publicadas en el folletín de periódicos y revistas):
Es probable que el método de escritura influya en las características de los relatos. Como recuerda Julio Nombela (citado por Romero Tobar), en la etapa final de su vida Fernández y González, casi ciego, exacerba el mecanismo de producción industrial al estilo del escribidor de la novela de Vargas Llosa: «Fernández y González, casi ciego, no podía escribir, pero dictaba a dos escribientes que acudían a prestarle servicio, uno por la mañana y otro por la tarde, y raro era el día, porque siempre estaba agobiado de encargos, que no dictaba un par de pliegos de 16 páginas cada uno, lo que le proporcionaba de 20 a 24 duros». No sería de extrañar que con semejante técnica acabara no sabiendo en cuál de las ficciones andaban metidos sus personajes, desorientado por los vericuetos de argumentos arbitrarios[7].
[1] Ahora bien, siendo un autor conocido e incluido en los manuales de literatura, los catálogos y otras obras de referencia, no hay mucha bibliografía específica sobre su producción: «No existe ningún libro definitivo, en el sentido de completo, sobre nuestro autor, aunque ya se han publicado numerosos trabajos», escribe Juan Ignacio Ferreras, La novela en España. Historia, estudios y ensayos, t. IV, Siglo XIX. Segunda parte (1868-1900), Colmenar Viejo (Madrid), La biblioteca del laberinto, 2010, p. 93. Cabe destacar la biografía novelesca de Florentino Hernández-Girbal, Una vida pintoresca: Manuel Fernández y González. Biografía novelesca, Madrid, Biblioteca Atlántico, 1931; o, más recientemente, la introducción de Ignacio Arellano a su edición de la novela Amores y estocadas («Amores y estocadas, de Manuel Fernández y González, o la novela histórica grotesca», introducción a Manuel Fernández y González, Amores y estocadas. Vida turbulenta de don Francisco de Quevedo, Pamplona, Eurograf Navarra, 2002, pp. 5-11) y un artículo del año 2011 de José Esteban («Ingeniosos españoles. Don Manuel Fernández y González», Barcarola. Revista de creación literaria, 77, 2011, pp. 173-177). Para los datos esenciales sobre el autor y un catálogo de su producción, ver Juan Ignacio Ferreras, Catálogo de novelas y novelistas españoles del siglo XIX, Madrid, Cátedra, 1979, pp. 150a-154b, La novela en España. Catálogo de novelas y novelistas españoles. Siglo xix, Colmenar Viejo (Madrid), La biblioteca del laberinto, 2010, pp. 243-249 y La novela en España. Historia, estudios y ensayos, t. IV, Siglo XIX. Segunda parte (1868-1900), Colmenar Viejo (Madrid), La biblioteca del laberinto, 2010, pp. 93-97. Sobre el triunfo de la novela histórica en España en tiempos del Romanticismo es fundamental el trabajo del mismo Juan Ignacio Ferreras, El triunfo del liberalismo y de la novela histórica (1830-1870), Madrid, Taurus, 1976. Ver también, para el contexto general de la novela en España en el XIX, Juan Ignacio Ferreras, Introducción a una sociología de la novela española del siglo XIX, Madrid, Edicusa, 1973, y Los orígenes de la novela decimonónica (1800-1830), Madrid, Taurus, 1973.
[2] Ferreras, La novela en España. Catálogo de novelas y novelistas españoles. Siglo XIX, p. 243.
[3] Ferreras, La novela en España. Historia, estudios y ensayos, t. IV, Siglo XIX. Segunda parte (1868-1900), p. 93.
[4] Para esta novela de aventuras históricas, ver Juan Ignacio Ferreras, El triunfo del liberalismo y de la novela histórica (1830-1870), Madrid, Taurus, 1976, pp. 179-210, o bien La novela en España. Historia, estudios y ensayos, t. III, Siglo XIX. Primera parte (1800-1868), Colmenar Viejo (Madrid), La biblioteca del laberinto, 2010, pp. 380-406.
[5] Ferreras, La novela en España. Historia, estudios y ensayos, t. IV, Siglo XIX. Segunda parte (1868-1900), p. 94. Sobre Ortega y Frías, ver Francisco Cuevas Cervera, «Entre la biografía y la novela: la canonización del ingenioso hidalgo Miguel de Cervantes en la obra de Ortega y Frías (1859)», en Carlos Mata Induráin (ed.), Recreaciones quijotescas y cervantinas en la narrativa, Pamplona, Eunsa, 2013, pp. 63-76.
[6] Ignacio Arellano, «Amores y estocadas, de Manuel Fernández y González, o la novela histórica grotesca», p. 5a. La cita interna remite a la entrada que dedica al escritor Leonardo Romero Tobar en el Diccionario de literatura española e hispanoamericana coordinado por Germán Gullón, Madrid, Alianza, 1993, vol. I, p. 530. Sobre la novela por entregas y la novela popular del XIX, ver especialmente Juan Ignacio Ferreras, La novela por entregas, 1840-1900 (Concentración obrera y economía editorial), Madrid, Taurus, 1972; Leonardo Romero Tobar, La novela popular española del siglo XIX, Madrid, Ariel, 1976; y Emilio Palacios Fernández, «La novela por entregas», en Emilio Palacios Fernández (coord.), Historia de la Literatura española e hispanoamericana, Madrid, Orgaz, 1980, vol. V, pp. 85-119, y también Juan Ignacio Ferreras, La novela en España. Historia, estudios y ensayos, t. IV, Siglo XIX. Segunda parte (1868-1900), pp. 13-207. En las pp. 55-62 explica «El oficio de autor por entregas» a partir de una selección de 28 especialistas en el subgénero. En su opinión, «este sistema de publicación no entra para nada en la factura de las obras, o al menos no determina, la entrega, el nivel artístico alcanzado por las novelas» (p. 93).
[7] Para más detalles remito a Carlos Mata Induráin, «Cervantes a lo folletinesco: El manco de Lepanto (1874) de Manuel Fernández y González», en Carlos Mata Induráin (ed.), Recreaciones quijotescas y cervantinas en la narrativa, Pamplona, Eunsa, 2013, pp. 167-193.