Las obras escritas por Manuel Fernández y González que guardan relación con Cervantes son varias, al menos las tres que consignaba en una entrada anterior: La batalla de Lepanto, poema del año 1850 compuesto en 87 octavas reales[1]; El manco de Lepanto (Madrid, 1874), una novela no demasiado larga que se centra en un episodio concreto (ciertos amoríos de Cervantes, que finalizan con su alistamiento como soldado y su participación en la célebre batalla naval de 1571 contra los turcos); y El Príncipe de los Ingenios Miguel de Cervantes Saavedra (Barcelona, s. a., c. 1878), novela muchísimo más extensa, pues supera con creces el millar de páginas. Las circunstancias de composición de la primera de tales obras, La batalla de Lepanto, las ha resumido recientemente Francisco Cuevas Cervera:
El liceo de Granada arregló una justa poética el 7 de julio [de 1850] sobre el tema de la batalla de Lepanto. Los primeros premios se imprimieron ese mismo año en Granada (José Salvador de Salvador, José García, Manuel Fernández y González, todas con el mismo título). El de Manuel Fernández y González aparece en los catálogos cervantinos por hacer alusión, aunque muy breve, a la participación de Miguel de Cervantes Saavedra en aquel acontecimiento histórico. Como en la obra de Mallí de Brignole [La batalla de Lepanto, drama histórico de gran espectáculo en seis actos y en verso], la presencia de Cervantes en la obra es simplemente un detalle de un cuadro mayor. Fernández y González publicará años más tarde una obra inspirada enteramente en noticias del autor del Quijote, con más fabulación que verdad histórica: El manco de Lepanto: episodio de la vida del príncipe de los ingenios (Madrid, 1874)[2].
En efecto, esa novela de 1874 —que analizaré con más detalle en próximas entradas— es un relato de 271 páginas, pero con tipos de letra más bien gruesos. Su lectura sugiere, y las propias palabras de Fernández y González en su «Post scriptum» final lo explicitan claramente, que se trata de un primer tanteo de las posibilidades narrativas que le brindaban la vida y hechos del autor del Quijote:
Paréceme oírte decir, bondadoso lector que hasta aquí hayas llegado:
—¿Cómo, señor autor, y así nos deja vuesa merced a media miel, sin decirnos lo que fue de Cervantes, de Margarita y aun de Florela?
A lo cual el autor responde:
—Lector benévolo, si este episodio de la vida de Miguel de Cervantes te hubiere agradado, y a otros muchos, lo que yo veré por la venta de los ejemplares, prométote contarte otros episodios de la vida del mismo héroe, y entonces tal vez salga a luz lo que fue de Margarita, y aun lo que fue de Florela. Entre tanto, VALE (p. 267, cursiva mía)[3].
Pues bien, parece que las expectativas de buenas ventas se debieron de cumplir, pues la tercera incursión narrativa del sevillano por los terrenos de la biografía cervantina —desde el plano de la ficción— es El Príncipe de los Ingenios Miguel de Cervantes Saavedra (Barcelona, Establecimiento Tipográfico-Editorial de Espasa Hermanos, s. a., pero datable c. 1878)[4]. Se trata de una larguísima novela en dos tomos: mil trescientas páginas de letra apretada, y en este momento me resulta imposible dar acabada cuenta de su trama argumental, que se va alargando merced a la desbordada fantasía de Fernández y González, quien hace correr la pluma inventando mil peripecias, subtramas y personajes secundarios. Tan torrencial materia narrativa bien merece un estudio más detenido que, sin embargo, habrá de quedar pendiente para otra ocasión. Baste ahora con dejar consignados los títulos de los siete libros que conforman su estructura externa, lo que servirá al menos para dar una idea aproximada del contenido que incluye tan folletinesca novela: Libro I, «El Cardenal Aquaviva»; Libro II, «De Roma a Lepanto»; Libro III, «Lepanto» (con 60, 47 y 12 capítulos respectivamente, que conforman el tomo primero); Libro IV, «El cautiverio en Argel»; Libro V, «Esquivias»; Libro VI, «El alcalde de Argamasilla»; y Libro VII, «La hija de Cervantes» (con 59, 21, 13 y 35 nuevos capítulos, más una «Conclusión», todo lo cual constituye el tomo segundo). Las últimas líneas de tan copioso relato, abarcador de toda la vida de Cervantes, hasta su muerte y la publicación póstuma del Persiles, son estas:
¿Qué fue de la familia de Cervantes?
Ninguna noticia se tiene de ella.
¡La miseria!, ¡el dolor!…
¿Qué fue de las cenizas de nuestro grande hombre?
En el año de 1633 se trasladaron las monjas Trinitarias del mal convento que tenían en el Humilladero al nuevo que se las había construido en la calle de Cantarranas.
Trajeron consigo los huesos de los que en su antigua iglesia se habían enterrado.
Entre ellos debían ir los de Cervantes.
¿Dónde está ahora su polvo?
Dios lo sabe (p. 1300).
En fin, para completar el panorama, a las tres obras citadas podríamos añadir la pieza titulada A los profanadores del ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. Crítica y algo más (Madrid, Imprenta de Manuel Galiano, 1861), que fue publicada bajo el pseudónimo de El Diablo con antiparras. Dado que esta pieza escapa del terreno de la ficción para pasar al de la crítica literaria, me limitaré a reproducir aquí lo que acerca de esta pieza ha dejado escrito Cuevas Cervera[5]:
Manuel Fernández y González protestó contra la avalancha de obras de raigambre cervantina que no estaban a la altura de su objeto con esta obrita en verso, centrada fundamentalmente en la censura a la obra de Ventura de la Vega anterior [Don Quijote de la Mancha en Sierra Morena], aunque también la crítica abarca a la de Hartzenbusch, La hija de Cervantes […], a la que siguen unas «Notas o más bien Buscapié de los anteriores versos» (pp. 17-31), en que se explica, como en el pretendido Buscapié cervantino, las alusiones del texto objeto de la sátira[6].
[1] Se reproducirá en el capítulo XII del Libro tercero, «Lepanto», de la novela El Príncipe de los Ingenios Miguel de Cervantes Saavedra, pp. 659-667.
[2] Francisco Cuevas Cervera, Del Quijote de Ibarra (1780) al Quijote de Hartzenbusch (1863). El Cervantismo en el siglo XIX. Catálogo comentado y estudio, tesis doctoral, Cádiz, Universidad de Cádiz, 2012, p. 1144, núm. 989.
[3] Todas las citas de El manco de Lepanto son por la edición de 1874 (El manco de Lepanto. Episodio de la vida del Príncipe de los Ingenios Miguel de Cervantes Saavedra, por don…, Madrid, Establecimiento Tipográfico de Muñoz y Reig, 1874). Hay otras ediciones posteriores, incluso en formato ePub (disponible en <http://www.epubgratis.net/el-manco-de-lepanto-manuel-fernandez-y-gonzalez/>). En la actualidad, preparo una edición anotada de la novela.
[4] Forma parte de la «Biblioteca Ilustrada de Espasa Hermanos, Editores», en su «Sección moral-recreativa».
[5] Francisco Cuevas Cervera, Del Quijote de Ibarra (1780) al Quijote de Hartzenbusch (1863). El Cervantismo en el siglo XIX. Catálogo comentado y estudio, tesis doctoral, Cádiz, Universidad de Cádiz, 2012, p. 1329, núm. 1169. Ver José Luis González Subías, «A los profanadores del ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. Crítica y algo más (1861)», en Miguel Ángel Garrido Gallardo y Luis Alburquerque García (coords.), El «Quijote» y el pensamiento teórico literario, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2008, pp. 567-572.
[6] Para el análisis completo de la novela remito a Carlos Mata Induráin, «Cervantes a lo folletinesco: El manco de Lepanto (1874) de Manuel Fernández y González», en Carlos Mata Induráin (ed.), Recreaciones quijotescas y cervantinas en la narrativa, Pamplona, Eunsa, 2013, pp. 167-193.