Esta novela de Manuel Fernández y González, de 271 páginas, incluida en la «Biblioteca Universal Ilustrada» de Muñoz y Reig, se presenta bajo el subtítulo de Episodio de la vida del Príncipe de los Ingenios Miguel de Cervantes Saavedra[1]. Consta de 23 capítulos —a los que se sumará un «Post scriptum»—, cuyos epígrafes son:
I. En que se trata de un percance que le sobrevino a un barbero de Sevilla por meterse a afeitar a oscuras
II. En que se trata de una música de enamorado, acabada no muy amorosamente a tajos y reveses
III. De cómo, sin esperarlo, hallose la hermosa viuda con aquel su amor que tan acongojada la tenía
IV. En que se sabe quién era el incógnito amante de doña Guiomar
V. En que doña Guiomar comienza a contar su historia a Miguel de Cervantes
VI. En que se contiene una carta de Cervantes para doña Guiomar, y se sabe a lo que Florela se aventuró por servir a su señora
VII. En que se suspende la historia para decir algo de Miguel de Cervantes
VIII. En que se relata una aventura que le salió al paso a Cervantes, cuando a las aventuras de sus amores iba
IX. De cómo lo que no podía amparar Cervantes, vino a ampararlo doña Guiomar
X. De cómo Cervantes encontró casa de la tía Zarandaja más de lo que había querido buscar
XI. En que doña Guiomar prosigue el relato de su historia
XII. De cómo se iban cruzando los amores y apercibiéndose a una ruda batalla los celos
XIII. En que se ve que doña Guiomar hubiera hecho muy bien en no contar tan presto su historia a Cervantes, y en no amparar a Margarita
XIV. De cómo hubiera hecho muy bien doña Guiomar en no acudir a la visita que le hizo el señor Ginés de Sepúlveda
XV. De cómo Cervantes oyó el fin de la historia de Margarita entre las cavilaciones que le causaba el no saber adónde le llevaría la historia de sus amores
XVI. En que se ve cuán dura tenía la Inquisición la mano, aun para sus familiares, y cuánta fuerza, cuánta virtud y cuánta prudencia doña Guiomar para encubrir sus amarguras
XVII. De cómo Miguel de Cervantes supo lo que le bastó para meterse en una aventura de más empeño que la más atrevida en que osó meterse cualquiera de los Doce Pares
XVIII. De cómo puede enamorarse una mujer hasta el punto de morir de amor
XIX. De cómo, enloquecido Cervantes por el amor, creyó que la mano de Dios le apartaba de los efectos de su locura
XX. De la horrenda tragedia con que se encontró sorprendido y espantado Miguel de Cervantes
XXI. En que se ve que nada ve la justicia relativamente a Cervantes, y se sabe que Cervantes se había perdido
XXII. En que se sabe lo que fue de Cervantes
XXIII. En que se habla algo de la jornada de Lepanto, y de cómo fue la manquedad de Cervantes
Como se desprende de la mera lectura de estos títulos de los capítulos, El manco de Lepanto es una novela de capa y espada, una novela repleta de aventuras, protagonizadas por nuestro Miguel de Cervantes, y solo en el último capítulo encontramos lo que anuncia el título, a saber, su participación en la batalla de Lepanto y la famosa manquedad del escritor, cuando combatió heroicamente, pese a estar ese día enfermo de fiebres[2], en uno de los esquifes al mando de doce hombres[3].
[1] Todas las citas de El manco de Lepanto son por esta edición de 1874: Manuel Fernández y González, El manco de Lepanto. Episodio de la vida del Príncipe de los Ingenios Miguel de Cervantes Saavedra, por don…, Madrid, Establecimiento Tipográfico de Muñoz y Reig, 1874.
[2] Y en una novela muy reciente, Quijote Z (Madrid, Dolmen Books, 2010), de Házael G. [González], la calentura de Cervantes en Lepanto se debe a que le ha mordido un zombi…
[3] Para el análisis completo de la novela remito a Carlos Mata Induráin, «Cervantes a lo folletinesco: El manco de Lepanto (1874) de Manuel Fernández y González», en Carlos Mata Induráin (ed.), Recreaciones quijotescas y cervantinas en la narrativa, Pamplona, Eunsa, 2013, pp. 167-193. En su más reciente biografía de Cervantes (La juventud de Cervantes. Una vida en construcción, Madrid, Edaf, 2016), José Manuel Lucía Megías matiza el heroísmo de Cervantes en Lepanto que nos ha transmitido la tradición, formando esa imagen idealizada, casi mítica, que tenemos del escritor: para Lucía Megías, Cervantes fue un héroe, sí, en el sentido de que combatió con valor y denuedo, como lo hicieron millares de soldados cristianos, con la suerte añadida de haber vivido para contarlo.