Antonio de Eslava no es un autor completamente desconocido en el panorama literario del siglo XVII: de hecho, existe cierta bibliografía sobre su única obra conservada, la colección de historias titulada Noches de invierno (1609)[1]. Hace un tiempo les dediqué aquí una entrada, que ofrezco ahora en versión ampliada.
A Eslava se le suele considerar en el conjunto de los cultivadores de la novela corta española de los siglos XVI y XVII[2], y particularmente se le ha recordado en diversas ocasiones como posible fuente de inspiración de William Shakespeare, en concreto para su comedia The Tempest. Sin embargo, hay muchos aspectos de la colección de narraciones de Eslava merecedores de un análisis más detenido y que hasta la fecha apenas han recibido atención por parte de la crítica.
Aparte de otras ediciones fragmentarias[3], existen varias ediciones modernas en las que leer las narraciones de Eslava: Noches de invierno (Madrid, Saeta, 1942), con prólogo de Luis María González Palencia, versión incompleta y con algunas incorrecciones; otra más reciente (Pamplona, Gobierno de Navarra, 1986), con un clarificador estudio preliminar y una extensa anotación, debida a Julia Barella Vigal; otra edición de Carlos Mata Induráin (Pamplona, Fundación Diario de Navarra, 2003); una nueva edición de Julia Barella Vigal (Madrid / Frankfurt am Main, Iberoamericana / Vervuert, 2013); en fin, una edición electrónica de Enrique Suárez Figaredo, en Lemir, 24, 2020 – Textos, pp. 133-266. En el «Prólogo al discreto lector» Eslava ofrecía una segunda parte, que al parecer no llegó a escribir.

Antonio de Eslava, Noches de invierno, ed. de Carlos Mata Induráin, Pamplona, Fundación Diario de Navarra, 2003 (col. «Biblioteca Básica Navarra», 36)
Navarro de «la que nunca faltó», es decir, de Sangüesa, es Antonio de Eslava; él mismo hace constar su condición de sangüesino en la portada de su única obra conocida: Parte primera del libro intitulado Noches de invierno. Compuesto por Antonio de Eslava, natural de la Villa de Sangüesa. Allí nació hacia el año 1570. Y muy pocos más son los datos biográficos que de él conocemos. Todos los que han escrito sobre las Noches de invierno han aludido a la ausencia casi total de noticias relativas a la vida y persona de su autor. En el Archivo General de Navarra se conserva un documento, transcrito por Juan Castrillo, relativo a su matrimonio: «… a los cuatro días de 1603 Antonio de Eslava, nuestro escribano y portero real, y Susana Francés, su mujer, vecinos de Sangüesa…»[4]. Sabemos que tuvo un hermano, de nombre Juan de Eslava, que fue racionero de la catedral de Valladolid, autor de dos sonetos laudatorios incluidos entre los textos preliminares de la obra, los que comienzan «Levántese mi rudo entendimiento…» y «Báñese ya el planeta más lucífero…».
Quienes han tratado sobre la historia literaria de Navarra, le han dedicado por lo general algo de atención, aunque no siempre. Por ejemplo, José Zalba, en sus pioneras «Páginas de la historia literaria de Navarra», del año 1924, al referirse a las Noches de invierno, se hacía eco de la idea de que en su capítulo cuarto «se encuentra el argumento que poco más tarde, en 1613, desenvolvió Shakespeare en su drama La Tempestad»; añadía también que la obra de Eslava «tuvo muchos imitadores en España»[5]. Una entrada bio-bibliográfica algo más extensa le dedica Manuel Iribarren en su libro Escritores navarros de ayer y de hoy (1970):
Eslava, Antonio. Sólo sabemos de él que nació en Sangüesa y que se le titula escribano. Debió de venir al mundo hacia 1570. Publicó: Parte primera del libro intitulado Noches de invierno. En Pamplona, impreso por Carlos Labayen, 1609. La segunda parte no se publicó. Contiene once novelas, digresiones históricas y morales, una apología del sexo femenino y una fábula alegórica. En sus páginas se acumulan sin método la historia y la fantasía, la realidad y el mundo maravilloso. Se escribió en forma dialogada, entre personajes imaginarios «para aliviar la pesadumbre de las noches holgando los oídos del lector con algunas preguntas de filosofía natural y moral, insertas en apacibles historias». Noches de invierno, no obstante su tosco estilo, encontró buena acogida en el público. Alcanzó cuatro ediciones en pocos años y se tradujo al alemán. A juicio de Menéndez Pelayo, «todo en el libro de Eslava anuncia su filiación italiana. Ninguna de las historias es de asunto español». En efecto, la acción tiene por escenario Venecia. Se ha dicho que uno de los relatos, el contenido en el capítulo 4.º —Do se cuenta la soberbia del rey Nicéforo [sic, por Nicíforo] e incendio de las naves y la arte mágica del rey Dárdano— sirvió de inspiración a Shakespeare para escribir La tempestad. La semejanza del argumento y la identificación de los personajes de una y otra obra no parecen ser mera coincidencia. Nos lo confirma el hecho de que el drama de Shakespeare se representó a los dos años o cuatro quizás de aparecer el cuento de Eslava[6].
José María Corella, en su Historia de la literatura navarra (1973), aporta una semblanza similar, añadiendo algunos datos más, y en la antología con la que cierra su libro transcribe la mencionada historia cuarta de las Noches de invierno. Por su parte, Fernando González Ollé, en su Introducción a la historia literaria de Navarra (1989), no le dedica un capítulo específico, sino que se limita a mencionarlo brevemente, aludiendo a «los relatos, pedestres y engolados, contenidos en Noches de invierno (1609)»[7].
Por lo que respecta al carácter de Antonio de Eslava, él mismo se retrata en la dedicatoria de su obra a don Miguel de Navarra y Mauleón, marqués de Cortes y señor de Rada y Traibuenas, presentándose ante nuestros ojos como un aficionado a la lectura y el saber. Merece la pena copiarla íntegra:
Considerando, Ilustrísimo Señor, que la ociosidad es madre de todos los vicios, he procurado siempre de hablar con los muertos, leyendo diversos libros llenos de historias antiguas, pues ellos son testigos de los tiempos y imágenes de la vida; y de los más bellos y de la oficina de mi corto entendimiento, he sacado con mi poco caudal estos toscos y mal limados Diálogos, y, viendo también cuán estragado está el gusto de nuestra naturaleza, los he guisado con un sainete de deleitación, para que despierte al apetito, con título de Noches de invierno, llevando por blanco de aliviar la pesadumbre dellas, halagando los oídos al lector con algunas preguntas de la filosofía natural y moral, insertas en apacibles historias. Y a la hora que amigos míos con instancia de razones y continua persuasión me convencieron a que los sacase a luz, me determiné y resolví en dedicárselos a V. S., para ponerlos en una roca fortísima do se defiendan y estén seguros de los mordaces y detractores, los cuales, considerando que están debajo del amparo de persona de tan claro y universal ingenio, a quien naturaleza en todo se ha mostrado propicia, podría ser que disimulen mis defectos, y aunque es cosa muy sabida ser pequeño servicio éste para persona tan grave y tan benemérita, pues deciende V. S. de aquella realísima estirpe del rey Carlos Tercero de Navarra, por lo cual es más inclinado V. S. a hacer mercedes que a recebir servicio, y así tengo por cierto no seré digno de reprehensión, suplico a V. S. que, aunque el presente sea pequeño y de poca estima, lo acepte y reciba, que esa sola aceptación bastará para hacer agradables mis Diálogos a todos y animarme a mí [a] servicios mayores. Nuestro Señor la ilustrísima persona de V. S. guarde por muchos años.
Antonio de Eslava[8]
Tenemos, por tanto, que este escribano y portero real en Sangüesa publica en Pamplona, en 1609, sus Noches de invierno, una colección de relatos cortos que sigue una técnica constructiva —enraizada en la narrativa oriental— similar a la del Decamerón de Boccaccio: varios personajes se reúnen en tertulia durante varias noches y cada uno de ellos va contando una historia diferente. Un pequeño marco dialogístico sirve para dar unidad al conjunto, marco en el que se insertan además los distintos comentarios de los contertulios, que hablan y discuten sobre las más diversas cuestiones (para comprobarlo, basta echar un vistazo a la «Tabla de las cosas más notables de este libro» incluida al final). Como el título sugiere, se trata de relatos para ser leídos o contados, al calor del hogar, en las largas noches de invierno[9].
Mencionaba antes que la primera edición de las Noches de invierno salió en Pamplona, en 1609, por el editor Carlos de Labayen. Pues bien, el libro alcanzó un enorme éxito, porque conoció de forma inmediata otras ediciones: una del mismo año 1609 en Barcelona (con varias reimpresiones con la misma foliación) y otra de Bruselas en 1610. En 1649 se tradujo completo al alemán y parcialmente al francés en 1777 y al inglés en 1832. Sin embargo, las Noches de invierno tuvieron también problemas con la Inquisición, y así, en los Índices de 1667 y 1747 se ordenaría expurgar y corregir de nuevo, respectivamente, el texto. La obra también quedó incluida en el Índice último de libros prohibidos (Madrid, Sancha, 1780). «Los censores —explica Barella Vigal— coinciden en señalar un sospechoso fondo de inmoralidad en los temas, una actitud poco decorosa en los protagonistas y una ausencia, en suma, de ejemplaridad y buenos consejos»[10].
En lo que sigue, resumiré los rasgos generales de las Noches de invierno, siguiendo las aportaciones de sus principales estudiosos[11].
La crítica ha destacado de forma especial lo acertado en la disposición de los diálogos que sirven de marco a los relatos: Leonardo, Albanio, Silvio y Fabricio (y una noche también Camila) se reúnen para pasar entretenidos las frías noches de invierno, contando historias. Esta acción-marco de los relatos se sitúa en Venecia. Las charlas, amenas y burlescas, de estos contertulios están salpicadas de anécdotas, chascarrillos y curiosidades, y en ellas ha visto Juana de José y Prades la parte más original de las Noches de invierno:
La originalidad del autor —escribe— se reduce al mínimo más inexcusable. Si entresacamos del libro las imitaciones y plagios a Pedro Mexía, a Antonio de Guevara, a los libros de caballerías y a las leyendas leídas aquí o allá, apenas nos queda nada en las manos. Pero lo poquito que permanece tiene mucho sabor castizo, me refiero a esos cortos pasajes que Eslava emplea para pasar de un cuento a otro; en ellos vemos a los cuatro ancianos, Leonardo, Silvio, Albanio y Fabricio, arrimados a la chimenea hogareña para defenderse del frío excesivo; beben una copa tras otra de vino para calentarse y se entretienen en asar castañas en la brasa y en cambiar tal cual broma socarrona de viejo navarro. Pese a los deseos de Eslava de situar el desarrollo de los diálogos en la ciudad de Venecia, más recuerdan los interlocutores a cuatro viejos navarros que buscan refugio contra el frío del Pirineo que no a cuatro caballeros venecianos que huyan de la humedad de los canales[12].
Opinión de la que se hace eco Barella Vigal, para apuntar al mismo tiempo su parecer sobre el punto en que radica la originalidad de la obra:
Quizá no exagere Juana de José y Prades cuando dice que el tono coloquial y cotidiano de los diálogos es lo más original del libro […]. En lo que a mí respecta, creo que la originalidad descansa en la manera que ha elegido Eslava de presentar un variado material literario, procedente de muy distintas fuentes, y hacerlo cumpliendo los nuevos presupuestos de la época, entreteniendo y adoctrinando al lector, narrando historias antiguas, pero aproximando sus fines y su lenguaje al presente[13].
Los títulos de los once capítulos incluidos por Eslava en sus Noches de invierno son: 1) «Do se cuenta la pérdida del navío de Albanio»; 2) «Do se cuenta cómo fue descubierta la Fuente del Desengaño»; 3) «Do se cuenta el incendio del galeón de Pompeo Colona»; 4) «Do se cuenta la soberbia del rey Nicíforo y incendio de sus naves, y la arte mágica del rey Dárdano»; 5) «Do se cuenta la justicia de Celín Sultán, Gran Turco, y la venganza de Zaida»; 6) «Do se cuenta quién fue el esclavo Bernart»; 7) «Do se cuentan los trabajos y cautiverio del rey Clodomiro y la Pastoral de Arcadia»; 8) «Do se cuenta el nacimiento de Roldán y sus niñerías»; 9) «Do defiende Camila el género femenino»; 10) «Do se cuenta el nacimiento de Carlo Magno, rey de Francia y emperador de romanos»; y 11) «Do se cuenta el nacimiento de la reina Telus de Tartaria». Aunque este listado contenga once capítulos, en realidad las historias narradas al calor del fuego son diez, porque el capítulo noveno corresponde propiamente a un género literario distinto (el debate sobre la condición de la mujer, que tiene amplias manifestaciones en la tradición literaria, ya se trate de literatura misógina, ya —como sucede en este caso— de literatura laudatoria). Por lo que toca al origen de estos relatos, es decir, a sus fuentes, hay que indicar que en muchos casos lo que hace Eslava es reelaborar historias de otros autores o de carácter tradicional:
Las diez historias que se cuentan —resume Barella Vigal— presentan un complicado entramado de tradiciones, leyendas folklóricas, cuentos medievales, reminiscencias mitológicas, de romances, de libros de caballerías, bizantinos, pastoriles y moriscos, y temas y motivos de la literatura italiana y francesa[14].
En cualquier caso, el fondo que subyace en las historias narradas pertenece plenamente a la tradición hispánica:
No cabe duda de que el libro está ambientado en Italia, pero el asunto de sus historias es de tradición hispánica en la medida en que ejemplifica una serie de preocupaciones que son constantes en nuestra literatura: lo celestinesco, el duelo, el cautiverio, lo morisco, los problemas de religión, de honra y de raza; si bien no quiero decir que sean éstos exclusivos de la literatura española[15].
También Víctor A. Oroval Martí, en su trabajo Aproximación a las «Noches de invierno» de A. Eslava[16], comenta esta cuestión relativa a la variedad de procedencias de los elementos incluidos en la obra del sangüesino, al tiempo que apunta la intencionalidad del autor:
Los relatos cortos de las Noches de invierno —llamados familiarmente «historias»— presentan un conglomerado aparentemente dispar de raigambre medieval y renacentista sobre todo, con elementos de superficie engranados entre sí por una comunidad de intención: el entretenimiento y la moralización —esta última a base del castigo del vicio y el premio de la virtud—, por unos contenidos literarios —fundamentalmente el sustrato bizantino, bucólico y caballeresco— y por un desarrollo a base de un orden clasista preestablecido que se rompe con el subsiguiente desequilibrio (desorden-nudo del relato en el que los personajes suelen perder su «status») que acaba con el restablecimiento del orden y papeles iniciales junto a un simulacro de final feliz —nunca total—, aristocrático y con los parabienes de la divinidad, siempre al lado de los buenos-nobles[17].
Añade que la obra queda «enmarcada dentro del relato corto del XVII en el que constituye al parecer un eslabón inicial por su notable independencia de los patrones italianos hasta entonces imperantes, en la modalidad narrativa de Eslava, a través de traducciones o plagios». Con respecto a esta cuestión, matiza Oroval que Eslava plagia «sólo en los diálogos» y que astutamente omite la mención de sus fuentes (que son fundamentalmente Mexía, Pinciano y Guevara), «pero se trata de una parte minoritaria incluso dentro de los mismos diálogos, campo exclusivo de tal práctica»[18].
La crítica, influida quizá en exceso por la opinión de Menéndez Pelayo, había destacado la dependencia casi exclusiva de fuentes italianas. A este respecto, señala Oroval en sus conclusiones:
La obra de Eslava, salvo algún plagio, se halla lejos de sus fuentes literarias más inmediatas, que son los novellieri italianos del siglo XVI. En esto el autor sigue la idea latina de originalidad, o sea, el basarse en elementos de obras ajenas —tomados de «libros llenos de historias antiguas» según Eslava confiesa en la dedicatoria al Marqués de Cortes—, desde los que origina una creación nueva sin apenas contacto con su fuente. A esta conclusión se llega siguiendo los antecedentes literarios de los diálogos y relatos cortos de las Noches de invierno, sin descartar el influjo de la tradición oral o los pliegos de cordel cuyos estudios —incipientes— prometen interesantes resultados[19].
La intención del libro —ya quedó apuntado en alguna cita anterior— responde a la vieja fórmula horaciana del deleitar aprovechando: el autor ofrece a los lectores entretenimiento y diversión y al mismo tiempo enseñanzas y avisos. En España, son muchos los libros de estas características que buscan mezclar «lo útil» de la enseñanza y «lo dulce» de la forma narrativa, desde las colecciones de exempla medievales o el Arcipreste de Hita hasta El patrañuelo de Juan de Timoneda o los Diálogos de apacible entretenimiento de Lucas Hidalgo. Además, como explica Barella Vigal[20], en la época en que escribe Antonio de Eslava contar cuentos era un modo de cortesanía. No ha pasado por alto a los críticos cierta contradicción existente entre las moralidades que promete el autor en los preliminares y el fondo disoluto y relajado de la narración. Pero es que, como insiste Barella Vigal, entretener al lector contando historias es la finalidad principal de la obra, mientras que la supuesta intención moral parece interesarle poco a Eslava[21].
En el tomo III de sus Orígenes de la novela, Menéndez Pelayo hablaba —y su opinión ha pesado— del estilo «tosco y desaliñado» de Eslava e indicaba que en su prosa abundan las enumeraciones de pedantesca erudición y mala retórica (el abuso de las citas y referencias eruditas es aspecto que pone de manifiesto el trabajo de Juana de José y Prades[22]). En particular, se detecta en las Noches de invierno una clara influencia del estilo de fray Antonio de Guevara. Sea como sea, para Barella Vigal la «prosa en formación» de Eslava, al tiempo que recoge fórmulas y recursos medievales, «es protagonista de originales aciertos narrativos, nada frecuentes en el panorama prosístico del recién inaugurado siglo XVII»[23]; y opina que la importancia de Eslava y de su obra en el contexto literario de su época no es, en modo alguno, desdeñable:
El marco narrativo que se inauguraba en la quinta de Florencia o en la tertulia de Eslava reproducía un antiguo hábito que se había convertido en acto social y que se reflejaba como tal en toda la literatura de los Siglos de Oro. La obra de Eslava en este sentido es fundamental; su importancia en el desarrollo de la novela moderna y el ser uno de los más importantes precedentes del género novelístico junto con Timoneda y Gaspar Lucas Hidalgo, a excepción de su gran coetáneo Cervantes, le convierten en pieza clave para conocer el panorama prosístico español de los albores del Barroco[24].
[1] Para más detalles y bibliografía remito a mis trabajos: Carlos Mata Induráin, «Sobre la admiratio en las Noches de invierno de Antonio de Eslava», Zangotzarra,7, 2003, pp. 91-115; «Elementos fantásticos y maravillosos en las Noches de invierno (1609) de Antonio de Eslava», en Nicasio Salvador Miguel, Santiago López-Ríos y Esther Borrego Gutiérrez (eds.), Fantasía y literatura en la Edad Media y los Siglos de Oro, Madrid / Frankfurt am Main, Iberoamericana / Vervuert, 2004, pp. 259-282; y «En el cuarto centenario de las Noches de invierno de Antonio de Eslava (1609-2009)», Zangotzarra, 13, 2009, pp. 217-229.
[2] Sobre el género de la novela corta, pueden consultarse los trabajos de Caroline B. Bourland, The Sort Story in Spain in the Seventeenth Century with a Bibliography of the Novela from 1576 to 1700, Northampton, Smith College, 1927; Wolfram Krömer, Formas de la narración breve en las literaturas románicas hasta 1700, Madrid, Gredos, 1979; Walter Pabst, La novela corta en la teoría y en la creación literaria. Notas para la historia de su antinomia en las literaturas románicas, Madrid, Gredos, 1972; María Pilar Palomo, La novela cortesana. Forma y estructura, Barcelona, Planeta / Universidad de Málaga, 1976. Pabst menciona a Antonio de Eslava y sus Noches de invierno en la «Tabla cronológica de la novelística» (p. 491), aunque no lo estudia en su libro.
[3] Una selección de historias puede encontrarse, por ejemplo, en Cuentos viejos de la vieja España (del siglo XIII al XVIII), estudio preliminar y adaptación por Federico Carlos Sainz de Robles, 5.ª ed., Madrid, Aguilar, 1964.
[4] Véase Juan Castrillo, «Apuntes biográficos. Partidas de nacimiento de algunos hijos ilustres de Santa María la Real de Sangüesa», Boletín de la Comisión de Monumentos de Navarra, VI, 1915, pp. 203-206.
[5] José Zalba, «Páginas de la historia literaria de Navarra», Euskalerriaren Alde, XIV, 1924, p. 353.
[6] Manuel Iribarren, Escritores navarros de ayer y de hoy, Pamplona, Gómez, 1970, pp. 83-84.
[7] Fernando González Ollé, Introducción a la historia literaria de Navarra, Pamplona, Gobierno de Navarra (Dirección General de Cultura-Institución «Príncipe de Viana»), 1989, p. 169.
[8] Antonio de Eslava, Noches de invierno, ed. de Julia Barella Vigal, Pamplona, Gobierno de Navarra (Dpto. de Educación y Cultura-Institución «Príncipe de Viana»), 1986, pp. 53-54. Para las ediciones antiguas y los ejemplares conservados, remito a Barella , introducción a Noches de invierno, 1986, pp. 41-42; y a Víctor A. Oroval Martí, «Narrativa y crítica literaria», Príncipe de Viana, 166-167, 1982, pp. 1045-1046.
[9] Cfr. las palabras de Cervantes en el Coloquio de los perros: «consejos o cuentos de viejas, como aquellos del caballo sin cabeza y de la varilla de virtudes con que se entretienen al fuego las dilatadas noches de invierno»; en El celoso extremeño: «aun hasta en las consejas que en las largas noches de invierno en la chimenea sus criadas contaban»; o en Quijote, I, 42: «lo tuviera por conseja de aquellas que las viejas cuentan el invierno al fuego»; y de Lope en El mayor imposible: «cuentos de viejas, para la lumbre, las noches de invierno» (testimonios mencionados por Julia Barella Vigal, «Las Noches de invierno de Antonio de Eslava: entre el folklore y la tradición erudita», Príncipe de Viana, 175, 1985, p. 546, nota 41).
[10] Barella Vigal, «Las Noches de invierno de Antonio de Eslava…», p. 514.
[11] Remito también al trabajo de Giovanna de Gregorio Formichi, «Narratori del Seicento: Le Noches de invierno di Antonio de Eslava», Lavori Ispanistici, II, Florencia, 1970, pp. 145-256; y al prólogo de Luis María González Palencia a Antonio de Eslava, Noches de invierno, Madrid, Nuevas Gráficas (Saeta), 1942, pp. IX-XXXI. Remito también a los trabajos de Ana Flores Ramírez: Edición y estudio lingüístico de «Noches de invierno», tesis doctoral dirigida por Antonio Prieto Martín, Madrid, Universidad Complutense de Madrid, 1997; «Estudio lingüístico de Noches de invierno de Antonio de Eslava», Dicenda. Estudios de lengua y literatura españolas, 18, 2000a, pp. 147-208, y «Diálogo y conversación en las Noches de invierno de Antonio de Eslava», en José Jesús de Bustos Tovar (coord.), Lengua, discurso, texto: I Simposio Internacional de análisis del discurso, Madrid, Visor Libros, 2000b, vol. 1, pp. 1363-1380. Puede verse asimismo la ficha que le dedica Rafael Bonilla Cerezo en el Diccionario Biográfico electrónico (DB-e) de la Real Academia de la Historia, <http://dbe.rah.es/biografias/8910/antonio-de-eslava>.
[12] Juana de José y Prades, «Las noches de invierno de Antonio de Eslava», Revista Bibliográfica y Documental, III, 1949, p. 167. Algo similar es lo que escribe Barella Vigal: «… cuando termina la narración, cuando vuelve la conversación en torno a la chimenea y se acompaña de burlas y bromas sobre el vino, más parece que estemos en el interior de una casona navarra que en algún rancio palacio veneciano. El humor socarrón de los octogenarios contertulios, las castañas asadas y la carne de membrillo están más cerca de acompañar una tertulia de costumbres y tradición española» («Las Noches de invierno de Antonio de Eslava…», p. 517).
[13] Barella Vigal, «Las Noches de invierno de Antonio de Eslava…», p. 565.
[14] Barella Vigal, introducción a Noches de invierno, 1986, p. 25.
[15] Barella Vigal, introducción a Noches de invierno, 1986, p. 34.
[16] Se trata de su tesis doctoral, dirigida por el Dr. Ángel Raimundo Fernández González, Valencia, Universidad de Valencia, s. a. [1978]. Manejo el ejemplar mecanografiado de este trabajo inédito, que dedica distintos apartados a «Antonio Eslava», «Argumentos, temas e historias», «Estructuración global», «Indicios», «Informantes», «Personajes», «Las autoridades», «Técnica narrativa», «Las fuentes en Noches de invierno», «Eslava y Boccaccio», «Eslava y Mejía», «Eslava y Shakespeare», «Análisis sociohistórico», «A. Eslava desde su obra», «Elementos simbólicos en las Noches de invierno», «Conclusiones provisionales» y «Bibliografía». La cita corresponde a la p. 3.
[17] Oroval Martí, Aproximación a las «Noches de invierno» de A. Eslava, Valencia, Universidad de Valencia, s. a. [1978], pp. 496-497.
[18] Oroval Martí, Aproximación a las «Noches de invierno» de A. Eslava, p. 11. Ahora no me detendré en el comentario de las fuentes, aspecto bien estudiado en los trabajos de Barella Vigal, Formichi, Juana de José y Prades y Oroval Martí.
[19] Oroval Martí, Aproximación a las «Noches de invierno» de A. Eslava, p. 503.
[20] Véase Barella Vigal, introducción a Noches de invierno, 1986, pp. 17-18.
[21] «Lo que pasa es que la finalidad moral le interesa muy poco a Eslava cuando nos la presenta inserta en la materia novelesca. Será en los diálogos, pedantes y monótonos en muchos momentos, cuando la enseñanza y el ejemplo ocupen un lugar primordial» (Barella Vigal, «Las Noches de invierno de Antonio de Eslava…», p. 519).
[22] José y Prades, «Las noches de invierno de Antonio de Eslava», pp. 163-196.
[23] Barella Vigal, introducción a Noches de invierno, 1986,p. 35.
[24] Barella Vigal, «Las Noches de invierno de Antonio de Eslava…», 1986, p. 515.