Imaginería barroca en «La Hidalga del valle» de Calderón (y 4)

La Hidalga del valle puede relacionarse por su alegoría con Las Órdenes Militares: si en La Hidalga se trata de probar la limpieza de la Concepción de María en correspondencia con el prejuicio social de la limpieza de sangre, en Las Órdenes Militares se hace necesario demostrar la limpieza de Cristo (el Segundo Adán) para que pueda ser armado caballero e ingresar en una Orden. Pero como la Culpa, para evitarlo, quiere probar la mancha de su origen social bajo, no solo por ser descendiente de un labrador (Adán) y de un carpintero (José), sino también por María, aquí resultará igualmente obligado que se pruebe la limpieza de sangre —es decir, la Concepción sin mancha— de su Madre[1].

Genealogía de Cristo

En este sentido, Las Órdenes Militares viene a ser un desarrollo de ese proceso de información de limpieza de sangre apuntado ya en La Hidalga, de ahí que las coincidencias en algunos puntos de la «carpintería», esto es, de la construcción del auto, sean bastante notables: de nuevo aquí «Sale la Culpa con un libro en la mano, pluma y escribanía» (según reza la acotación inicial, p. 1017a)[2]: es el libro de culpabilidad en que está registrado el pecado original de todos los hombres, como en La Hidalga. Sin embargo, en ese registro no consta que haya culpa en un joven nazareno y, por otra parte, ha caído un borrón de tinta sobre el nombre de su Madre que impide ver si existe o no registro de culpa para ella. Al final, la Naturaleza Humana, aconsejada por la Gracia, se decide a litigar la nobleza de María en la Chancillería de Roma, que fallará que Cristo es noble por su Padre y por su Madre. De nuevo, igualmente, se explota el léxico judicial: memoriales, pruebas, testigos, informantes, litigar…,que sustenta buena parte del auto. Los informantes han de ser un religioso y un caballero, Moisés y Josué, que en determinado momento salen a escena y se sientan ante un bufete con recado de escribir (acot. en p. 1030a), etc.[3]


[1] Aunque la Culpa quiere que Cristo pague el villanaje de Adán, la Gracia se refiere a su Madre como «la que exenta de la Culpa / le dio el ser, habiendo sido / hidalga de privilegio» (p. 1028b); más tarde insiste en que es «la que es de gracia llena, / exenta y privilegiada / de los contagios de Adán» (p. 1033b). Valbuena Prat reseña que Calderón tuvo problemas con la Inquisición por dar a entender en este auto que la limpieza de Cristo dependía de la de su Madre (en Calderón, Obras completas, tomo III, Autos sacramentales,2.ª reimp. de la 2.ª ed., Madrid, Aguilar, 1991, p. 1011a-b).

[2] Todas las citas corresponden a Pedro Calderón de la Barca, Obras completas, tomo III, Autos sacramentales, ed. de Ángel Valbuena Prat, 2.ª reimp. de la 2.ª ed., Madrid, Aguilar, 1991. Ver también la edición de Mary Lorene Thomas, Pamplona / Kassel, Universidad de Navarra / Edition Reichenberger, 2013.

[3] Remito para más detalles a Carlos Mata Induráin, «Imaginería barroca en los autos marianos de Calderón», en Ignacio Arellano, Juan Manuel Escudero, Blanca Oteiza y M. Carmen Pinillos (eds.), Divinas y humanas letras. Doctrina y poesía en los autos sacramentales de Calderón, Kassel, Edition Reichenberger, 1997, pp. 253-287.

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