Otros entremesistas del Siglo de Oro (1)

El número de entremesistas auriseculares es muy elevado, así que me limitaré a indicar de forma esquemática algunos otros nombres y títulos:

Antonio Hurtado de Mendoza (1586-1644) es autor de El examinador Miser Palomo, representado en 1617, que sigue el esquema de revista de personajes ridículos (tomajón, necio, caballero, enamorado, valiente, etc.). Tiene otras obras de índole costumbrista como la titulada Getafe.

Luis Vélez de Guevara (1570-1644) compuso Antonia y Perales, Los sordos, La burla más sazonada, La sarna de los banquetes y Los atarantados.

Alonso Jerónimo de Salas Barbadillo (1581-1635) es autor de trece entremeses —que él llama comedias antiguas o comedias domésticas— de escasa dramaticidad (escritos para ser leídos en el marco de sus libros, más bien que representados), entre ellos El buscaoficios, Los mirones de la Corte, El caprichoso en su gusto, El malcontentadizo, El tribunal de los majaderos, El comisario contra los malos gustos, El remendón de la naturaleza, El cocinero de amor, Doña Ventosa, Las aventuras de la Corte o El Prado de Madrid y baile de la capona.

Alonso del Castillo Solórzano (1584-1648) también publica sus entremeses (El casamentero, La castañera, El barbador, Las prueba de los doctores, El comisario de figuras) al interior de sus obras narrativas.

Jerónimo de Cáncer y Velasco (¿1599?-1655), autor especialmente inclinado a los géneros cómicos como la comedia burlesca, tiene entremeses como Los testimonios, Los gitanos, El portugués, El cortesano, La visita de la cárcel (hay otra pieza de Benavente con el mismo título), Pelícano y Ratón o Los putos.

Gaspar de Barrionuevo (1562-h. 1624) compuso graciosos entremeses como El triunfo de los coches, y recientemente se le ha atribuido el famoso de Los habladores.

Francisco Bernardo de Quirós (1594-1668) recogió sus piezas breves en Obras y aventuras de don Fruela (1656): así, Mentiras de cazadores y toreadores, El toreador don Babilés, El poeta remendón, La burla del pozo, Las calles de Madrid, Escanderbey, Don Estanislao, Las fiestas del aldea o el titulado El muerto, Eufrasia y Tronera.

—A Juan Vélez de Guevara (1611-1675) debemos La autora de comedias, El loco, El sastre, El bodegón, Los holgones, Los valientes, El pícaro bobo

Agustín Moreto (1618-1669) es otro de los más importantes entremesistas áureos, con unas treinta y cinco piezas que destacan por su gracia cómica. Muestra gran habilidad en la caricatura figuronesca, como las del valentón de Alcolea o Entremés para la noche de San Juan, o el mozo simplón que se hace el terrible en El Cortacaras. Doña Esquina, El aguador, Los gatillos, Entremés de la loa de Juan Rana, Las galeras, Los oficios de la honra, Las fiestas de palacio, El alcalde de Alcorcón, Los galanes, El ayo, El retrato vivo, La Perendeca o La burla de Pantoja son otros títulos moretianos.

Gil López de Armesto y Castro (?-1676) publicó en 1674 sus Sainetes y entremeses representados y cantados, donde incluye títulos como Los nadadores de Sevilla y Triana, Las vendedoras de la Puerta del Rastro, La burla de los capones o La competencia del portugués y el francés. Además se le considera inventor de un nuevo subgénero, el intermedio lírico (véase más abajo).

Sebastián Rodríguez de Villaviciosa (1618-1663) tiene en su haber La casa de vecindad, Los poetas locos, El licenciado Truchón, Zancajo y Chinela, Las visitas y una pieza de gran éxito, El retrato de Juan Rana.

Muchos de estos textos se pueden leer en la importante Colección de entremeses, loas, bailes, jácaras y mojigangas, ed. de Emilio Cotarelo y Mori, Madrid, Bailly-Baillière (NBAE), 1911, 2 vols. Hay edición facsímil con estudio preliminar e índices por José Luis Suárez y Abraham Madroñal, Granada, Universidad de Granada, 2000.

Coleccion de entremeses, loas... de Cotarelo

2 comentarios en “Otros entremesistas del Siglo de Oro (1)

  1. ¿Por qué será que en La Galatea, Cervantes alaba al futuro abogado Francisco de la Cueva y Silva aún no graduado en Salamanca —adelantándose esta loa 20 años a la de Lope, quien le ensalzó cuando era ya jurisconsulto y abogado defensor de la cofradía del teatro— y vuelve a alabarle en el Viaje del Parnaso (“en la jurisprudencia único y raro”).

    Pariente de los duques de Albuquerque, a través de su madre Leonor Silva, Francisco de la Cueva y Silva (1550-1628) nació en Medina del Campo. En Salamanca en 1580 hizo públicos sus versos antes de graduarse en 1586 y se cree que a él se refiere La Galatea (1585),

    y al sacro monte con su luz camina,
    Don Francisco de Silva es por lo menos:
    ¿Qué será por lo más? ¡Oh edad madura,
    en verdes años de cordura lleno!

    Tuvo un ascenso meteórico y en 1587 era letrado de la Chancillería. Volvió a Madrid en 1598. La Inquisición lo indició en 1606 por defender a Venecia de las críticas del Papa. Fue autor de la Farsa del Obispo Don Gonzalo. Era abogado de la cofradía de representantes y comediantes a los que defendió. Es el único jurisconsulto a quien Lope cita en la Lóa del hijo pródigo (1604; “hallaron su esfera y luz las leyes y las musas”) y Cervantes lo cita en Viaje del Parnaso:

    En esta ciencia es maravilla nueva,
    Y en la jurispericia único y raro,
    Su nombre es Don Francisco de la Cueva

    D. Francisco era raro pero influyente y le alabaron muchos: Cristóbal de Figueroa, Vicente Espinel en su novela picaresca Vida del escudero Marcos de Obregón y Agustín de Rojas Villadrando quien en su miscelánea filo-picaresca El viaje entretenido le describe como pionero del teatro. Todas estas loas no impresionaron en el XX a Serrano y Sanz quien se expresó así:
    «Don Francisco de la Cueva y Silva, personaje estrafalario, poeta, aficionado a la astrología, por la cual se vio procesado, y autor de innumerables alegatos jurídicos consagrados a de¬fender desde la Inmaculada Concepción hasta el pleito más insostenible.»

    El único erudito que le defendió fue Diego Catalán en su “Don Francisco de la Cueva y Silva y los orígenes del teatro nacional” (NRFH 1949) y en Arte poética del romancero oral.
    El nombre Francisco de la Cueva y Silva aparece como autor de la «Mojiganga del gusto en seis novelas» (1622), y Cotarelo se la atribuyó aunque luego la viera como un “pastiche literario”.

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