En Doña Urraca de Castilla, de Francisco Navarro Villoslada[1], la acción de la novela se sitúa en la primavera, en el mes de abril concretamente, de un año que puede ser 1115 o 1116 (el autor no lo dice expresamente, aunque se puede calcular aproximadamente por algunos datos que ofrece, como la edad del príncipe Alfonso Raimúndez). En cualquier caso, respecto a la cronología interna de la novela, interesa destacar que todos los sucesos se concentran en muy pocos días, diez u once, consiguiéndose de esta forma un efecto de gran dramatismo.
Respecto al espacio, llama la atención la exactitud geográfica de la novela. Aparte de las alusiones a otros lugares (Burgos, León, la Corte del príncipe Alfonso en Mérida…), en Doña Urraca de Castilla se mencionan diversos lugares gallegos (no olvidemos los años de estancia del autor en Santiago): el monte Pedroso, el castillo Honesto en Padrón, Mondoñedo, Lugo (en cuyo alcázar tiene la reina doña Urraca su Corte), la aldea de Noya, el puerto de Iria, Lupario (entre Padrón y Compostela), la ermita de Nuestra Señora de la Esclavitud, el puente de San Payo de Luto, el puente del Sar, etc. Otros muchos topónimos se enumeran cuando se nos habla de las reparaciones llevadas a cabo por Gelmírez y de las nuevas adquisiciones para su diócesis. De la ciudad compostelana, además del templo del Apóstol y el palacio episcopal, Navarro Villoslada menciona la iglesia de San Salvador en el monte de los Potros, el monasterio de San Martín de Pinario, la iglesia de San Fis, el convento de Santa María de Canogio, la ermita de la Santa Cruz (en el monte del Gozo), el monasterio de Mellid, el convento de San Payo, la puerta Fagaria, la del Camino y la del Mercado…
Desde el punto de vista novelesco, dos son los escenarios principales en que se desarrolla la acción: por un lado, la propia ciudad de Compostela (con diversos puntos de interés: en las afueras, casi a las puertas, se produce el ataque a los peregrinos; en casa de maese Sisnando se celebra la reunión de la hermandad; en el palenque del juicio de Dios, don Ataúlfo queda humillado a la vista del pueblo; en el palacio episcopal, la reina y Gelmírez se entrevistan y ultiman sus planes para liberar a Ramiro y don Bermudo; en el templo del Apóstol, el príncipe Alfonso es jurado rey); por otro, el castillo de Altamira (encierro de don Bermudo durante veinte años, boda de don Ataúlfo con doña Elvira, liberación de los prisioneros, asalto final e incendio del mismo).
No son muchas las descripciones del paisaje, aunque hay alguna. Así, tras una breve alusión a Santiago, el narrador contrapone el clima y paisaje de esta ciudad con los de Padrón:
Corta es la distancia que a la villa de Padrón separa de Compostela y, sin embargo, parecen ambas en distintos climas y regiones situadas. Ya hemos visto cuán triste y nebuloso es el cielo de la segunda; la primera, por el contrario, muestra ufana lejanos horizontes y una atmósfera diáfana y azul tendida sobre campiñas llanas sin dejar de ser amenas, perpetuamente verdes y floridas, menos por lo copioso de las lluvias que por los innumerables raudales que de la montaña descienden espumosos y surcan la llanura mansos y cristalinos, hasta perderse en el océano, imagen del sepulcro, donde desaparecen de igual modo los grandes y los pequeños.
La reina contempla desde un mirador de su alcázar de Lugo «el frondoso valle, por el fondo del cual extendíase el Miño, adormecido al parecer en un lecho de flores», embelesada por «las riberas y montañas de Galicia»; otro paisaje se describe en el momento en que don Bermudo de Moscoso sale de la prisión del castillo de Altamira al campo; se trata de un locus amoenus que se corresponde con la idea de libertad recién recuperada. En todas estas descripciones, la impresión de veracidad es muy alta, pues responden a paisajes efectivamente vistos por el novelista[2].
[1] Para el autor, remito a mi libro Francisco Navarro Villoslada (1818-1895) y sus novelas históricas, Pamplona, Gobierno de Navarra, 1995, donde recojo una extensa bibliografía. Y para su contexto literario ver Carlos Mata Induráin, «Estructuras y técnicas narrativas de la novela histórica romántica española (1830-1870)», en Kurt Spang, Ignacio Arellano y Carlos Mata (eds.), La novela histórica. Teoría y comentarios, Pamplona, Eunsa, 1995, pp. 145-198; 2.ª ed., Pamplona, Eunsa, 1998, pp. 113-151.
[2] Ver para más detalles Carlos Mata Induráin, «Navarro Villoslada, Doña Urraca de Castilla y la novela histórica romántica», estudio preliminar a Doña Urraca de Castilla: memorias de tres canónigos, ed. facsímil de la de Madrid, Librería de Gaspar y Roig Editores, 1849, ed. de Carlos Mata Induráin, Pamplona, Ediciones Artesanales Luis Artica Asurmendi, 2001, pp. I-XXV.