Para la crítica, Las dos doncellas es una de las menos interesantes de las Novelas ejemplares. En opinión de Amezúa, es «la menos verdadera y humana» de todas. Con ella nos trasladamos de nuevo al terreno de la idealización: escrita a la manera de las novellas italianas, predomina la invención, se acumulan las aventuras, con muchas casualidades y sucesos inverosímiles, para llegar a un final feliz con doble casamiento. Pedraza Jiménez y Rodríguez Cáceres la consideran «la más italianizante de la colección». Forma parte, pues, del grupo de relatos idealistas (junto con El amante liberal, La española inglesa, La fuerza de la sangre, La ilustre fregona y La señora Cornelia). En esta novela, dos mujeres, Teodosia y Leocadia, vestidas de varón (recurso habitual tanto en la narrativa como en el teatro del Siglo de Oro) siguen a Marco Aurelio, que ha dado promesa de matrimonio a ambas y ha deshonrado a la primera. Teodosia contará con la ayuda de su hermano Rafael, quien, lejos de buscar una solución sangrienta al problema de la deshonra familiar, se ofrece a ayudar a su hermana a encontrar al hombre que la ha agraviado. Tras muchos lances y peripecias se alcanza ese final feliz (que agradaría a los lectores), en el que casan Teodosia con Marco Aurelio y Rafael con Leocadia. La acción termina en Barcelona y, como en el caso de la Segunda parte del Quijote, aparece reflejado el tema del bandolerismo.
Ignacio Arellano ha destacado la originalidad de los planteamientos de Cervantes en lo que toca al tema del honor:
Las dos doncellas mantiene la inspiración italiana. Teodosia, deshonrada por Marco Antonio, se lanza en su seguimiento vestida de hombre, y topa con su hermano en un mesón. Don Rafael (en una solución típicamente cervantina, muy opuesta a las reacciones de la comedia) no toma venganza de la hermana que ha deshonrado a la familia, sino que decide ayudarla a conseguir su intento[1].
Y en otro lugar añade:
Antes de llegar a Barcelona hallan unos viajeros robados por unos bandidos Describe luego una riña entre los barceloneses y la gente marinera de las galeras: entre estos figura Marco Antonio, que resulta herido. Acogidos en la casa de un caballero barcelonés, del ilustre apellido de Cardona, se produce el reconocimiento y desenlace feliz, que atañe también a don Rafael, emparejado con Leocadia, una de las damas robadas por los bandoleros y que seguía también al galán Marco Antonio igualmente disfrazada de hombre. Las supuestas inverosimilitudes (coincidencias, cruces de caminos de los personajes relacionados por amores, traiciones, celos, relaciones familiares, etc.) que se suelen señalar en la trama de esta narración, como en el resto de las idealizantes, responden a las convenciones literarias que rigen este tipo de novela[2].
Juan Luis Alborg, al tiempo que incide en la relación del relato con el género de la novella italiana, nos ofrece esta valoración: «No representa esta novela uno de los mayores aciertos del autor, evidentemente. De nuevo toma Cervantes un asunto de pura invención, con lo que queda declarada la filiación de este relato dentro del grupo “italiano”. […] Ni siquiera el entusiasmo cervantino de Amezúa encuentra muchos motivos de alabanza en esta novela»[3]. En fin, Jorge García López, escribe por su parte:
Sentida como una de las novelas más afines a la tradición italiana —junto a La señora Cornelia—, por ahí se le ha objetado el menoscabo de la verosimilitud en escenas importantes —dos hermanos incapaces de reconocerse, el amor entre Rafael y Leocadia—, lo que condujo a relacionarla con las “cuestiones de amor”, género cercano a la narración sentimental y pastoril —vereda que puede conducir al Persiles— y a interrogarse sobre su naturaleza dramática, pauta que define a Teodosia, heroína de comedia, y al disfraz varonil de ambas doncellas. El relato concluye en peregrinación, clausurando un triángulo narrativo (Andalucía, Cataluña y Galicia) de marcado acento religioso y bizantino, y cerrando en una escena caballeresca con sus pespuntes de humor e ironía[4].
[1] Ignacio Arellano, Historia de la literatura española, vol. II, Renacimiento y Barroco, León, Everest, 1993, p. 693.
[2] Ignacio Arellano, Cervantes, breve introducción a su obra, Delhi, 2005.
[3] Juan Luis Alborg, Historia de la literatura española, II, Época barroca, 2.ª ed., 4.ª reimp., Madrid, Gredos, 1983, p. 115.
[4] Jorge García López, en su edición de las Novelas ejemplares, Barcelona, Crítica, 2001, p. 441, nota.