La comicidad en «La dama boba» de Lope de Vega: a modo de conclusión

Muy brevemente, puede concluirse que la comicidad de La dama boba[1] se hace presente en torno a tres núcleos, que en orden de mayor a menor importancia son:

1) el retrato contrapuesto de las dos hermanas, Finea y Nise, hermosas las dos, una boba y rica, la otra discreta y pobre. En entradas anteriores he examinado por extenso esta cuestión, recorriendo con detalle la acción de las tres jornadas, con las distintas alternativas del enredo, y comentando las principales escenas cómicas a que dan lugar las mudanzas de los pretendientes hasta llegar al definitivo intercambio final de parejas;

2) los elementos de comicidad relacionados con el ámbito de los criados y las criadas, que, como sucede habitualmente en la Comedia nueva, protagonizan —si bien en un plano secundario de importancia— acciones en paralelo a las de sus amos; y, en fin,

3) las referencias costumbristas, las alusiones a tipos satírico-burlescos y otros elementos menores de comicidad verbal (chistes, dilogías y otros juegos de palabras, etc.).

La dama boba. Versión y dirección Rodrigo Arribas
La dama boba. Versión y dirección Rodrigo Arribas.

Todo ello, en conjunto, hace de La dama boba de Lope de Vega una comedia de atmósfera plenamente lúdica, en la que la risa está asegurada para deleite del espectador o lector[2].


[1] He manejado esta edición: Lope de Vega, La dama boba, ed. de Alonso Zamora Vicente, Madrid, Espasa Calpe, 2001.

[2] Para más detalles remito a mi trabajo: Carlos Mata Induráin, «La comicidad en La dama boba», en Javier Espejo Surós y Carlos Mata Induráin (eds.), Preludio a «La dama boba» de Lope de Vega (historia y crítica), Pamplona, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra, 2020, pp. 191-220.

«La dama boba» de Lope de Vega: las alusiones costumbristas y otros elementos menores de comicidad

El relato de Clara que transcribía en la entrada anterior incluye algunas alusiones costumbristas, por ejemplo en los juegos dilógicos de los vv. 417-424[1]: el romadizo (‘catarro’ y ‘excremento’), los muchos servicios de la calle Mayor (‘papeles que certifican el tiempo servido por los soldados’ y ‘orinales’), que se suman a otras referencias del mismo cariz como agua, hombres Carnestolendas o heces[2]. Este territorio de lo costumbrista guarda estrecha relación con el territorio de los criados[3]. Recordemos que las primeras escenas de la comedia ocurrían en Illescas, un lugar de paso donde está Liseo de camino hacia la corte, lo que da lugar a hablar —son los primeros versos— de la proverbial incomodidad de las posadas de la época:

LISEO.- ¡Qué lindas posadas!

TURÍN.- ¡Frescas!

LISEO.- ¿No hay calor?

TURÍN.- Chinches y ropa
tienen fama en toda Europa.

LISEO.- ¡Famoso lugar Illescas!
No hay en todos los que miras
quien le iguale (vv. 1-6a).

También resultaría divertida para el público la no menos tópica imagen de Madrid, la Villa y Corte, como una Babel de confusión:

LEANDRO.- Es Madrid una talega
de piezas, donde se anega
cuanto su máquina pare.
Los reyes, roques y arfiles
conocidas casas tienen;
los demás que van y vienen
son como peones viles:
todo es allí confusión (vv. 106-113).

Jan van Kessel III (atribuido a),
Vista de la Carrera de San Jerónimo y el Paseo del Prado con cortejo de carrozas (1686). Museo Nacional Thyssen-Bornemisza
Jan van Kessel III (atribuido a), Vista de la Carrera de San Jerónimo y el Paseo del Prado con cortejo de carrozas (1686). Museo Nacional Thyssen-Bornemisza

Además, en la urbe pululan los pretendientes cortesanos. Tal es el caso de Leandro, que sale de Madrid «cansado de no salir / con pretensiones cansadas» (vv. 93-94). Y la comedia refleja otros tipos populares, que a veces tienen un enfoque satírico-burlesco: Liseo es un indiano rico, y en los vv. 1512-1514 hay una queja de Otavio a propósito de que la discreción de Nise ha traído a su casa a «El galán, el músico, el poeta, / el lindo, el que se precia de oloroso, / el afeitado, el loco y el ocioso»; no faltan tampoco las alusiones a las damas pidonas: el texto del baile comenta que solo el dar enamora y que todas las mujeres, sean mozas, doncellas o viejas, acuden golosas «en viendo que hay miel de plata» (v. 2288); queda reflejado el léxico de los juegos de naipes en el diálogo de Laurencio y Liseo (vv. 1618-1621); los prejuicios religiosos asoman en la mención del tocino fiambre que hace Turín en el v. 44b, que suscita la respuesta de Liseo: «Pues, ¿a quién puede pesar / de oír nombre tan hidalgo?» (vv. 45-46; recuérdese que los cristianos viejos podían comer cerdo y sus derivados, en tanto que era un alimento prohibido para judíos y moros). Hay alguna mención humorística a elementos de la Biblia (los chistes sobre la costilla de Adán, vv. 1439-1440) y de la mitología (como cuando Duardo le dice a Laurencio que parece que le han dado los hechizos de Circe en la casa de Otavio, vv. 1869-1872).

En fin, todavía podrían explorarse otros elementos verbales de comicidad, como los juegos con refranes y frases hechas (en boca tanto de amos como de criados), los neologismos (gaticidio, v. 476), el empleo humorístico de los diminutivos (atrevidillo, v. 1536) o de los aumentativos (marquesote, vv. 136 y 1531), los juegos de palabras basados en la derivación (celos / Celia, v. 1291; doblón / doblar, vv. 2899-2900; gracias / desgraciada, vv. 2969-2970), la homofonía (hola / ola, vv. 984b-986) o la cuasi-homofonía (Fabio / sabio, v. 188), la dilogía (añádase, a los ejemplos ya antes citados, la de blanco en los vv. 1916-1923, a la que se suma el juego con la declinación del Amo, amas del v. 1926), etc.[4]


[1] Citaré por esta edición: Lope de Vega, La dama boba, ed. de Alonso Zamora Vicente, Madrid, Espasa Calpe, 2001.

[2] Ver la nota explicativa de Zamora Vicente a estos versos en su edición.

[3] Ver Rosa Navarro Durán, «Literatura y vida cotidiana en La dama boba», Cuadernos de teatro clásico, 17, 2003, pp. 111-127.

[4] Para más detalles remito a mi trabajo: Carlos Mata Induráin, «La comicidad en La dama boba», en Javier Espejo Surós y Carlos Mata Induráin (eds.), Preludio a «La dama boba» de Lope de Vega (historia y crítica), Pamplona, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra, 2020, pp. 191-220.

«La dama boba» de Lope de Vega: la comicidad en el ámbito de los criados y criadas

Algunas de las intervenciones graciosas de los criados ya nos han ido apareciendo, aquí y allí, al ir glosando los sucesos de sus amos[1]. Completaré ahora ese panorama de la comicidad de los lacayos con algunos breves apuntes complementarios.

Así a Turín, el criado de Liseo, lo vemos preocupado en las escenas iniciales por la comida y los bastimentos[2]. Él nos da una primera descripción de Finea que, como imagina él que pasa con las damas de corte, se sustentará solo con cosas de dulce (dice que comerá «No más / de azúcar, maná y jalea. / Pasaráse una semana / con dos puntos en el aire, / de azúcar», vv. 63b-67a). Él es también quien califica —indirectamente— de bestia a Finea por medio del juego disociativo de jo-yas, ya que jo es voz que se usa para ordenar a las caballerías que se detengan:

FINEA.- ¿Joyas traéis?

TURÍN.- [Ap.] Y le sobra
de las joyas el principio,
tanto el jo se le acomoda (vv. 948-950).

Y, en otro pasaje, él se lamentará humorísticamente del amor que siente por Celia con estas divertidas palabras:

¡Que enamore amor un hombre
como yo! ¡Amor desatina!
¡Que una ninfa de cocina,
para blasón de su nombre,
ponga: «Aquí murió Turín
entre sartenes y cazos»! (vv. 2359-2364).

Al final de la comedia, casará con ella, añadiendo un nuevo chiste disociativo (el muy socorrido de devota / bota):

NISE.- Celia, que fue tu devota,
será tu esposa, Turín.

TURÍN.- Mi bota será y mi novia (vv. 3176-3178).

La dama boba, de Compañía Desparpajo, dirigida por Jorge Redondo

Y es que, en el teatro español del Siglo de Oro, el mundo de los criados reproduce casi siempre, aunque en menor escala, el de los amos, especialmente las relaciones amorosas de caballeros y damas. Lo mismo sucede con Pedro, lacayo de Laurencio, que cortejará a Clara, sumándose también al final esta otra pareja a las bodas finales:

PEDRO.- Y Pedro, ¿no es bien que coma
algún güeso, como perro,
de la mesa de estas bodas?

FINEA.- Clara es tuya (vv. 3170-3173a).

Pedro tiene asimismo algunas otras intervenciones chistosas, como su irónico comentario sobre lo bien que guarda Turín los secretos de Liseo (en el v. 2374b) o su constatación humorística de que nunca los necios callan (vv. 1880b-1882). Podemos recordar igualmente su preocupación por muquir (‘comer’, v. 2825), cuando Finea lo manda al desván junto con Laurencio, lo que suscita su comentario: «¿Yo al desván? ¿Soy gato?» (v. 2828b). En presencia de Laurencio, Celia se refiere chistosamente a su criado como «el que tiene / de tus secretos las llaves» (vv. 1287-1288); es, en efecto, su secretario en materias de amor, pero no se olvide además que las llaves son el atributo principal de san Pedro en la iconografía.

A Celia, criada de Nise, la vemos seguirla en sus lecciones literarias, y no deja de contagiarse de algún cultismo, como cuando habla del «cándido pergamino» (v. 277); podemos recordar también su irónico aparte relativo a Finea en los vv. 387b-388a.

Clara, criada de Finea, parece tener la misma bobería que su ama, aunque en opinión de Celia es más bellaca que boba (v. 498), opinión corroborada algo más adelante por Pedro: «Sospecho que es más taimada / que boba» (vv. 735-736a). Es decir, se finge simple para engañar y robar a Finea, a la que, por otra parte, secunda en el terreno amoroso relacionándose con Pedro: «¿No ves que amé porque amabas, / y olvidaré porque olvidas?» (vv. 1575-1576), le explica a su ama. No en balde es ella quien antes había calificado a Pedro de perro de caza de su amo Laurencio (vv. 887-888). Clara —que le ha preguntado qué es amor a Pedro (vv. 808 y ss.), en escena paralela a la de Finea con Laurencio— es quien nos brinda poco después, en ese mismo pasaje, una graciosa definición del amor como pepitoria:

FINEA.- ¿Has visto, Clara,
lo que es amor? ¡Quién pensara
tal cosa!

CLARA.- No hay pepitoria
que tenga más menudencias
de manos, tripas y pies (vv. 850b-854).

Clara, en fin, es la encargada además de relatar el parto de la gata romana, que tanto entretiene a Finea[3], y que nos conecta con el mundo de La Gatomaquia:

CLARA.- Salía, por donde suele,
el Sol, muy galán y rico,
con la librea del rey,
colorado y amarillo;
andaban los carretones
quitándole el romadizo
que da la noche a Madrid,
aunque no sé quién me dijo
que era la calle Mayor
el soldado más antiguo,
pues nunca el mayor de Flandes
presentó tantos servicios;
pregonaban aguardiente,
agua biznieta del vino,
los hombres Carnestolendas,
todos naranjas y gritos.
Dormían las rentas grandes,
despertaban los oficios,
tocaban los boticarios
sus almireces a pino,
cuando la gata de casa
comenzó, con mil suspiros,
a decir: «¡Ay, ay, ay, ay!
¡Que quiero parir, marido!»
Levantóse Hociquimocho,
y fue corriendo a decirlo
a sus parientes y deudos;
que deben de ser moriscos,
porque el lenguaje que hablaban,
en tiple de monacillos,
si no es jerigonza entre ellos,
no es español, ni latino.
Vino una gata vïuda,
con blanco y negro vestido
—sospecho que era su agüela—,
gorda y compuesta de hocico;
y, si lo que arrastra, honra,
como dicen los antiguos,
tan honrada es por la cola
como otros por sus oficios.
Trújole cierta manteca,
desayunóse y previno
en qué recebir el parto.
Hubo temerarios gritos:
no es burla; parió seis gatos
tan remendados y lindos,
que pudieran, a ser pías,
llevar el coche más rico.
Regocijados bajaron
de los tejados vecinos,
caballetes y terrados,
todos los deudos y amigos:
Lamicola, Arañizaldo,
Marfuz, Marramao, Micilo,
Tumba[h]ollín, Mico, Miturrio,
Rabicorto, Zapaquildo;
unos vestidos de pardo,
otros de blanco vestidos,
y otros con forros de martas,
en cueras y capotillos.
De negro vino a la fiesta
el gallardo Golosino,
luto que mostraba entonces
de su padre el gaticidio.
Cuál la morcilla presenta,
cuál el pez, cuál el cabrito,
cuál el gorrïón astuto,
cuál el simple palomino.
Trazando quedan agora,
para mejor regocijo
en el gatesco senado
correr gansos cinco a cinco.
Ven presto, que si los oyes,
dirás que parecen niños,
y darás a la parida
el parabién de los hijos (vv. 413-488)[4].


[1] Citaré por esta edición: Lope de Vega, La dama boba, ed. de Alonso Zamora Vicente, Madrid, Espasa Calpe, 2001.

[2] Para el posible sentido obsceno de las menciones de la comida en este pasaje, ver Javier Espejo Surós «La dama boba, inmenso oxímoron (brevísima coda)», en Javier Espejo Surós y Carlos Mata Induráin (eds.), Preludio a «La dama boba» de Lope de Vega (historia y crítica), Pamplona, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra, 2020, pp. 283-290.

[3] Rodríguez Mansilla analiza con detalle este episodio del parto de la gata como tema burlesco: «Para el texto de La dama boba: el parto de la gata como tema burlesco», Hipogrifo. Revista de literatura y cultura del Siglo de Oro, 8.1, 2020, pp. 161-173. En fin, Clara es también la enunciadora de las misteriosas alusiones a los desvanes (vv. 2935 y ss., en especial vv. 2963-2986), que han suscitado distintas interpretaciones entre la crítica.

[4] Para más detalles remito a mi trabajo: Carlos Mata Induráin, «La comicidad en La dama boba», en Javier Espejo Surós y Carlos Mata Induráin (eds.), Preludio a «La dama boba» de Lope de Vega (historia y crítica), Pamplona, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra, 2020, pp. 191-220.

«La dama boba» de Lope de Vega: nuevas mudanzas de amor, una boba fingida y un final feliz (y 3)

Y así sigue avanzando la acción de la comedia[1], dando muestras Finea de simple y boba cuando quiere, y cuando no quiere, no (ver los vv. 2795-2797). Viene en esto Laurencio a pedir como mujer a Finea, alegando que tiene tres testigos de la palabra de esposa que le dio. Otavio responde que está casada con Liseo y sale en busca de la justicia. Cuando el padre regrese, Finea dirá que Laurencio se ha marchado a Toledo. En realidad, la boba fingida lo ha mandado a esconderse en el desván de la casa. El padre le recomienda que, si viene algún hombre, pues que tan fácil la engañan, corra a esconderse; la joven, ni corta ni perezosa, se apresura a sugerir que el desván de la casa es un buen escondite. Ella afirma —y así será en realidad— que solo la verá el hombre que haya de ser su esposo.

Lope de Vega, La dama boba (CNTC)

Poco más adelante Otavio le afea a Liseo que le traiga dos meses en palabras, esto es, sin que se celebre el apalabrado matrimonio con Finea. Cuando el joven proteste por la condición de su prometida, el padre le replicará humorísticamente:

LISEO.- Vengo a casar con Finea,
forzado de mis parientes,
y hallo una simple mujer.
¿Que la quiera, Otavio, quieres?

OTAVIO.- Tienes razón. ¡Acabóse!
Pero es limpia, hermosa, y tiene
tanto doblón que podría
doblar el mármol más fuerte.
¿Querías cuarenta mil
ducados con una Fénix?
¿Es coja o manca Finea?
¿Es ciega? Y, cuando lo fuese,
¿hay falta en Naturaleza
que con oro no se afeite? (vv. 2893-2906).

Liseo le pide casarse mejor con Nise, pero ya Miseno —responde Otavio— la ha prometido a Duardo. Con gracia y agudeza, Turín aconseja a su amo que se case con Finea. Protesta él que no quiere casarse a bobas y la graciosa réplica del criado es: «Que se casa me parece / a bobas, quien sin dineros / en tanta costa se mete» (vv. 2928-2930).

Y la acción se va precipitando hacia el final: Otavio, desesperado, quiere despachar a todos de su casa. Finea, que vuelve a verse en presencia de hombres ante la llegada de Feniso, vuelve a subir por segunda vez al desván, donde tiene escondido a Laurencio. Liseo le explica a Nise que venía a casarse con Finea, pero al verla a ella el amor ha vencido al oro, porque es más poderoso. Turín intercede por su amo pidiendo a la culta dama que temple sus desdenes:

TURÍN.- Pues mira un hombre que llora.
¿Eres tú bárbara tigre?
¿Eres pantera? ¿Eres onza?
¿Eres duende? ¿Eres lechuza?
¿Eres Circe? ¿Eres Pandorga?
¿Cuál de aquestas cosas eres,
que no estoy bien en historias? (vv. 3064-3070).

En efecto, nos vamos acercando ya al desenlace: Celia avisa de que ha visto a Clara llevar provisiones al desván y, lo que es peor, a Finea acompañada allí de dos hombres. Otavio, con su espada desnuda (acot. tras el v. 3118), persigue a Laurencio, Finea, Clara y Pedro. Pero —de acuerdo con las convenciones del género cómico— no hay aquí el más mínimo riesgo de tragedia… El galán, simplemente, alega que está con su esposa. Dadas las circunstancias, el juicioso Niseno le explica a su amigo Otavio que tanto monta desatar como cortar (parafraseando la célebre frase de Alejandro Magno en presencia del nudo gordiano), y le aconseja que le conviene “desatar” (vv. 3148-3151a). Es decir, tal como están las cosas, es mejor rendirse a la evidencia, aceptando los hechos consumados; y así se hace, quedando definitivamente emparejados Finea con Laurencio y Nise con Liseo. Llegamos así al final feliz de la comedia, en el que la dama boba ha logrado hacer triunfar su sentimiento amoroso[2].


[1] Citaré por esta edición: Lope de Vega, La dama boba, ed. de Alonso Zamora Vicente, Madrid, Espasa Calpe, 2001.

[2] Para más detalles remito a mi trabajo: Carlos Mata Induráin, «La comicidad en La dama boba», en Javier Espejo Surós y Carlos Mata Induráin (eds.), Preludio a «La dama boba» de Lope de Vega (historia y crítica), Pamplona, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra, 2020, pp. 191-220.

«La dama boba» de Lope de Vega: nuevas mudanzas de amor, una boba fingida y un final feliz (2)

Sea como sea, lo esencial de aquí al final de la comedia[1] va a estar en la discreción de Finea: una Finea enamorada, que ve a Laurencio en todas partes (cfr. su bello parlamento de los vv. 2405-2426). El amor, sin duda, inspira sus palabras. Laurencio comenta la mudanza que se ha obrado en ella y, de alguna manera, se lamenta del cambio: afirma que él la prefería inocente, porque ningún discreto hablar es tan santo como el callar (Laurencio, por cierto, verbaliza con estas palabras la misma idea acerca de la condición de la mujer casada que tienen Otavio y Miseno). A él le viene un daño de que Finea sea ahora discreta, porque la vuelve a solicitar Liseo, que olvida a Nise. Finea se reitera en la idea de que ella no ha tenido otro maestro que el amor, y así le dice a Laurencio: «Tú eres la ciencia que aprendo» (v. 2474). Y esta nueva Finea, con su discreto ingenio, se va a convertir en una verdadera dama tracista que será capaz de encontrar el remedio a la difícil situación en que se encuentran ella y su enamorado: si Liseo vuelve a quererla —razona— es porque es discreta; pues bien, ella tornará a ser necia y así él no la querrá. La dama ahora fingirá que es boba, y podrá hacerlo —argumenta— porque tiene costumbre y porque, además, las mujeres aun antes de nacer fingen (ver los vv. 2499-2513).

La dama boba, dirección Rodrigo Arribas

Y así se hará, dando lugar este ardid de la fingida dama boba a una escena de gran comicidad. Cuando se presenta ante ella Liseo, finge no conocerlo, diciendo que no sabe si es él u Oliveros; y después va hilando un disparatado parlamento sobre las mudanzas —las distintas fases— de la luna (comenta que las lunas viejas se guardan para remiendo de las que salen menguadas, etc.; ver los vv. 2539-2551). Y vuelve a interpretar en sentido literal las frases figuradas, como por ejemplo quitar el gusto:

LISEO.- Quitado me habéis el gusto.

FINEA.- No he tocado a vos, por cierto;
mirad que se habrá caído (vv. 2561-2563).

Liseo no puede menos que lamentarse de su mala suerte, pues él ha vuelto a pedir la mano de Finea justo cuando ella ha retornado a su ser antiguo de boba. Cuando pasan a hablar de un tema elevado como es el alma, ella vuelve a sus prevaricaciones idiomáticas de antes (confundiendo —fingiendo confundir— se organiza con longaniza):

LISEO.- Las almas
obran por los instrumentos,
por los sentidos y partes
de que se organiza el cuerpo.

FINEA.- ¿Longaniza come el alma?… (vv. 2585b-2589).

Con expresiones de este tenor, no nos extraña nada que Liseo decida volver a la antigua querencia de Nise… Una Nise, por su parte, celosa al ver que Laurencio y su hermana se tienen amor, lo que llevará a reprocharle a su hermana su traición:

NISE.- Y tú, que disimulando
estás la traición que has hecho,
lleno de engaños el pecho
con que me estás abrasando,
pues, como sirena, fuiste
medio pez, medio mujer,
pues de animal a saber
para mi daño veniste,
¿piensas que le has de gozar?

FINEA.- ¿Tú me has dado pez a mí,
ni sirena, ni yo fui
jamás contigo a la mar?
¡Anda, Nise, que estás loca!

NISE.- ¿Qué es esto?

CELIA.- A tonta se vuelve (vv. 2687-2700).

Cuando Nise le echa en cara que le arrebata a su Laurencio: «¿El alma piensas quitarme / en quien el alma tenía?», Finea replicará graciosamente: «Todos me piden sus almas: / almario debo de ser» (vv. 2713-2714), y enseguida insiste con un nuevo chiste: «Almas me piden a mí; / ¿soy yo Purgatorio?» (vv. 2720-2721a)[2].


[1] Citaré por esta edición: Lope de Vega, La dama boba, ed. de Alonso Zamora Vicente, Madrid, Espasa Calpe, 2001.

[2] Para más detalles remito a mi trabajo: Carlos Mata Induráin, «La comicidad en La dama boba», en Javier Espejo Surós y Carlos Mata Induráin (eds.), Preludio a «La dama boba» de Lope de Vega (historia y crítica), Pamplona, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra, 2020, pp. 191-220.

«La dama boba» de Lope de Vega: nuevas mudanzas de amor, una boba fingida y un final feliz (1)

A lo largo del acto tercero[1] vamos a asistir a los vaivenes provocados por las nuevas mudanzas de amor obradas en los pretendientes: Liseo querrá volver al amor de Finea al verla discreta y sabia; Finea —graduada en el amor de Laurencio— luchará por sacar adelante esa relación; Nise estará celosa de su hermana y desdeñosa al ver que le roba a Laurencio; Duardo será avalado por Miseno como candidato a la mano de Nise (aunque esta pretensión queda en un segundo plano y no alcanza demasiado desarrollo), etc. El conflicto entre amor e interés —además de en el propio hilo de la acción— se hace presente de forma explícita en el baile de los vv. 2221 y ss.: «Amor, cansado de ver / tanto interés en las damas…». El humor vendrá dado, sobre todo, por los ardides de Finea, que volverá a ser boba —pero ahora boba fingida— para desenamorar a Liseo y poder convertirse en esposa de Laurencio.

En efecto, este tercer acto comienza presentándonos a una Finea transformada: sus versos que elogian los efectos del amor (vv. 2033-2072) podemos considerarlos una réplica de los que declamara Laurencio en el arranque de la segunda jornada (ver los vv. 1079-1122). Ella misma reconoce que dos meses atrás llevaba una vida igual a las bestias, pero ahora tiene un nuevo ser (v. 2058) y habita ya en los palacios de la divina razón (vv. 2065-2066). Su gran maestro ha sido el amor, que es catedrático divino (v. 2090). Pero ese amor le ha llegado por vía de Liseo, de ahí que pueda proclamar, igualmente, que «Laurencio ha sido el maestro» (v. 2081).

Finea (Silvia Abascal) y Laurencio (José Coronado), en la adaptación cinematográfica de La dama boba Manuel Iborra (2006)
Finea (Silvia Abascal) y Laurencio (José Coronado), en la adaptación cinematográfica de La dama boba de Manuel Iborra (2006).

Comicidad encontramos en la enumeración que hace Otavio de las lecturas de la culta Nise (vv. 2113-2132), libros que —confiesa a Miseno— a punto estuvo de quemárselos. Es decir, su biblioteca ha estado en un tris de sufrir un expurgo similar a la de don Quijote, porque, como argumenta el padre:

¿Quién le mete a una mujer
con Petrarca y Garcilaso,
siendo su Virgilio y Taso
hilar, labrar y coser? (vv. 2109-2112).

A Otavio le disgusta que Nise haga versos, y así añade algo más adelante:

Temo, y con razón lo fundo,
si en esto da, que ha de haber
un don Quijote mujer
que dé que reír al mundo (vv. 2145-2148).

Para calibrar mejor el alcance de este comentario, debemos recordar que, para los contemporáneos de Cervantes, don Quijote era fundamentalmente una figura ridícula, un personaje «provocante a risa», y en eso teme Otavio que se convierta su hija Nise: en una risible poetisa, en una erudita y pedante marisabidilla.

En la escena siguiente veremos a Liseo comentando el desdén de Nise y amenazándola con volver al amor de Finea. «¡Todo es mudanzas amor!» (v. 2220), exclama el galán, justo antes de que dé comienzo un animado baile —que sin duda alguna haría las delicias del público—, en el que Finea baila con mucha gracia, gallardamente (v. 2319). Otavio por vez primera ve cercana la dicha: Finea ha dejado de ser boba y, además, su amigo Miseno abona a Duardo, caballero y poeta, como candidato a la mano de Nise. Por su parte, Liseo le explica a su criado Turín: «Yo he mudado parecer» (v. 2332; la expresión es eco del «Yo he mudado pensamiento» de Liseo en el v. 1983): en efecto, ha dejado de querer a Nise como venganza por su desdén y se decide a amar a Finea. Como tantas veces sucede en la Comedia nueva, será el criado, siempre despierto de ingenio, quien le haga ver las cosas bien claras a su amo: no es bueno que se case por venganza; si lo hace, que sea en todo caso porque Finea es ahora gallarda y ha cobrado el seso (ver los vv. 2343-2351). Turín será el encargado de contar a Laurencio y su criado Pedro que Liseo se dispone a pedir la mano Finea. Cuando Laurencio protesta, afirmando que Liseo le dio palabra de no casarse con ella, Turín de nuevo hace gala de su agudeza, al afirmar que el rival se casa con otra, pues Finea ya no es la misma mujer que antes (vv. 2386-2389). En efecto, a Liseo «Cansóle la bobería, / la discreción le animó» (vv. 2403-2404), según sentencia Pedro (aunque también el oro de la dote, reconoce el lacayo, ayuda a que haya puesto su deseo en ella)[2].


[1] Citaré por esta edición: Lope de Vega, La dama boba, ed. de Alonso Zamora Vicente, Madrid, Espasa Calpe, 2001.

[2] Para más detalles remito a mi trabajo: Carlos Mata Induráin, «La comicidad en La dama boba», en Javier Espejo Surós y Carlos Mata Induráin (eds.), Preludio a «La dama boba» de Lope de Vega (historia y crítica), Pamplona, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra, 2020, pp. 191-220.

«La dama boba» de Lope de Vega: las parejas trocadas y la ventura de la ignorante (y 2)

Si poca sustancia tiene en la comedia[1] la paterna apelación al honor, lo mismo sucede con el descafeinado duelo de Laurencio y Liseo, que pronto va a quedar en nada, sin que el espectador o lector advierta en este lance ningún riesgo trágico[2] tampoco: al principio, los celos de Liseo le llevan a invitar a Laurencio a ir a un lugar apartado para reñir; pero cuando Liseo confiese que la hermana a la que ama es Nise, y no Finea, todo se arregla en un periquete. Tanto es así que cuando Otavio, avisado por Turín, llega a los Agustinos Recoletos para atajar la pendencia, ve a los dos supuestos rivales tan amigos, dándose la mano. Lo fácil que se ha resuelto todo queda subrayado por el festivo comentario de Turín: «¿Qué más remedio / de no reñir que estar la vida en medio?» (vv. 1666b-1667). Los dos galanes quedan como aliados y manifiestan su intención de apoyarse mutuamente en sus pretensiones amorosas: Laurencio para conseguir a Finea, y Liseo a Nise.

La escena siguiente nos muestra a Nise comentando la sorpresa que le causa ver tan cambiada a su hermana: «Yo te vi menos discreta» (v. 1672), le dice, y el diálogo deriva hacia lo chistoso por no entender Finea la alusión a la anacardina:

NISE.- ¿Quién te va trocando ansí?
¿Quién te da lición secreta?
Otra memoria es la tuya.
¿Tomaste la anacardina?

FINEA.- Ni de Ana, ni Catalina,
he tomado lición suya (vv. 1674-1679).

Joaquín Sorolla, La actriz María Guerrero como la dama boba (1906). Museo del Prado (Madrid, España)
Joaquín Sorolla, La actriz María Guerrero como la dama boba (1906). Museo del Prado (Madrid, España).

Nise le ruega a su hermana que le deje a Laurencio para ella, ya que es prenda suya (v. 1683), y le advierte que Laurencio no ha de pasarla por su pensamiento; si puso los ojos en ella, debe quitarlos de ahí… Son, claro, expresiones metafóricas que la dama boba interpretará al pie de la letra cuando se vea, inmediatamente después, con él: en efecto, Finea le ordena al galán que se desvíe lejos y no la pase más por el pensamiento, y luego le limpia los ojos con un lienzo para que no los ponga más en ella… Como podemos apreciar, Finea se limita al sentido literal de las expresiones que oyera a su hermana, y todo esto, para Laurencio, no son más que «graciosos desvaríos» (v. 1746) de su pretendida boba. Como además su padre se ha enojado por el abrazo que él le dio, la joven le pide que la desabrace:

FINEA.- Pues más hay: que el padre mío
bravamente se ha enojado
del abrazo que me has dado.

LAURENCIO.- [Ap.] ¿Mas que hay otro desvarío?

FINEA.- También me le has de quitar;
no ha de reñirme por esto.

LAURENCIO.- ¿Cómo ha de ser?

FINEA.- Siendo. Presto,
¿no sabes desabrazar?

LAURENCIO.- El brazo derecho alcé;
tienes razón, ya me acuerdo,
y agora alzaré el izquierdo,
y el abrazo desharé.

FINEA.- ¿Estoy ya desabrazada?

LAURENCIO.- ¿No lo ves? (vv. 1752-1765a).

Siguiendo con su proceso de aprendizaje, Finea va a experimentar un nuevo sentimiento, los celos, cuando ve que Laurencio se marcha con Nise. Ella no sabe poner nombre a lo que siente; será su padre Otavio quien se lo aclare, explicándole que los celos son hijos del amor (vv. 1808-1809). La hija aprovecha para decirle que ya ha desabrazado a Laurencio y le pregunta cómo se quita el mal de celosía (v. 1815); Otavio le responde que el remedio más prudente y sabio para curar los celos es desenamorarse (vv. 1816-1818). Tenemos, pues, a Finea más sabia y discreta y, ahora también, celosa. En su posterior encuentro con Laurencio, la dama le pide que le quite el amor y los celos que la matan, y el galán, aprovechándose de su ingenuidad, urde un engaño: le dice que los celos se acabarán si ella da palabra delante de testigos de que será su esposa. Y así lo hace Finea en presencia de Feniso, Duardo y Pedro (el astuto Laurencio, por cierto, ya tiene prevenido un notario en casa para que consigne lo dicho por los testigos, valga decir, para atar legalmente el matrimonio con la boba rica; y es que, como certeramente le resume a Feniso, «Troqué discreción por plata», v. 1908). Luego Finea confesará a su hermana y a su padre que Laurencio la ha sanado del amor y de los celos… habiéndole dado ella palabra de esposa. «Esta, Nise, ha de quitarme / la vida» (vv. 1945-1946b), es la desesperada respuesta del padre al escucharla[3].


[1] Citaré por esta edición: Lope de Vega, La dama boba, ed. de Alonso Zamora Vicente, Madrid, Espasa Calpe, 2001.

[2] Remito para este concepto a Ignacio Arellano, «La comedia de capa y espada. Convenciones y rasgos genéricos», en Convención y recepción. Estudios sobre el teatro del Siglo de Oro, Madrid, Gredos, 1999, pp. 37-69; y ver también Ignacio Arellano, «La generalización del agente cómico en la comedia de capa y espada», Criticón, 60, 1994, pp. 103-128.

[3] Para más detalles remito a mi trabajo: Carlos Mata Induráin, «La comicidad en La dama boba», en Javier Espejo Surós y Carlos Mata Induráin (eds.), Preludio a «La dama boba» de Lope de Vega (historia y crítica), Pamplona, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra, 2020, pp. 191-220.

«La dama boba» de Lope de Vega: las parejas trocadas y la ventura de la ignorante (1)

A partir de lo planteado en el primer acto[1], en el segundo asistiremos al enredo derivado del cruce de las parejas iniciales. Habrá también un conato de duelo a espada entre Liseo y Laurencio (el primero, celoso de que Laurencio pretenda a su prometida, invita a su rival a ir a los Agustinos Recoletos, lo que constituye una forma indirecta de desafiarlo, pues ese era el lugar donde solían llevarse a cabo los duelos); sin embargo, esa pendencia quedará fácilmente desactivada, como veremos. La comicidad de esta segunda jornada sigue sustentándose sobre todo en las boberías de Finea, aunque poco a poco la dama irá aprendiendo las lecciones del amor —el mejor maestro— y, con ellas, se irá despertando su romo ingenio, que pasará a ser cada vez más vivo y agudo. Asistiremos, pues, a los milagros del amor, y la veremos ya menos ignorante y ruda. Su progresiva transformación irá siendo señalada por comentarios de unos y otros, todos los cuales la notarán cambiada. Se seguirá planteando el conflicto entre el amor y el interés (el alma vs. el dinero), sobre todo en lo que respecta a Laurencio, quien va a reafirmarse en su decisión de casar con la boba rica. Avanzaremos, entonces, hacia la consolidación de las parejas trocadas: Laurencio, pobre, se muestra totalmente interesado en la rica Finea; al rico Liseo, en cambio, no le importará que el discreto ingenio de Nise no vaya acompañado de peculio. Pero repasemos ya los principales elementos de comicidad de esta segunda jornada.

Los primeros apuntes cómicos los tenemos en la escena en la que Nise, que ha estado un mes enferma, le reprocha a Laurencio su mudanza de amor, pues durante esa ausencia Celia le ha visto requebrando a su hermana: él, en efecto, ha mudado de pensamiento, poniendo su objeto amoroso en Finea (en la dote de Finea, para ser más exactos). Nise va a comparar el carácter de su amado con la luna, que tiene sus fases y, por tanto, cambia constantemente. Este detalle resulta gracioso, porque la acusación de mudables, y la correspondiente comparación con la luna, se aplicaba tópicamente a las mujeres. Aquí la gracia está en que la mujer se lamente del carácter inconstante y voluble del varón. Enfadada, comenta Nise, refiriéndose a Laurencio y Finea (y jugando con la dilogía de consonantes):

¡Oh, quién os oyera juntos!…
Debéis de hablar en romances,
porque un discreto y un necio
no pueden ser consonantes (vv. 1305-1308).

Finea con el maestro de danzar (La dama boba de Lope de Vega)

La posterior escena de Finea con su maestro de danzar viene a ser como una segunda parte de la que tuvo lugar en el primer acto con el maestro de letras. Si antes fue la cartilla, ahora la dama muestra su incapacidad para bailar a compás, llegando a exclamar:

¡Por poco diera de hocicos,
saltando! Enfadada vengo.
¿Soy yo urraca, que andar tengo
por casa, dando salticos?
Un paso, otro contrapaso,
floretas, otra floreta…
¡Qué locura! (vv. 1369-1375a).

Además, sigue expresándose impropiamente: al maestro de danzar pide que le traiga un tamboril, e indica que también le agrada como instrumento musical el cascabel, a lo que replica aquel: «Es muy de caballos eso» (v. 1387). Además, calificará las palabras de la dama boba de «disparates atrevidos» (v. 1410). Finea aprende —aprende mal— con su maestro el significado de la palabra mentecata, adjetivo que enseguida aplicará a su padre. En efecto, este aparece, afirmando que está cansado de enseñarle (igual que ella, por otra parte, está cansada de que la anden persiguiendo unos y otros). Hemos visto que se va despertando el ingenio de Finea, pero todavía no es lista del todo: tras llamar a su padre mentecato (vv. 1489-1498), le da confiadamente a leer el papel amoroso que le ha escrito Laurencio. No solo eso: para sorpresa de Otavio, le confiesa paladinamente que el mozo la ama y que la abrazó. La apelación al honor del padre —en este género de la comedia de enredo y en este contexto de risa— no pasa de ser una mera fórmula de trámite, sin ninguna fuerza trágica. En efecto, resulta más bien cómica su apelación: «¡En buenos pasos anda / mi pobre honor, por una y otra banda!» (vv. 1517b-1518), y todo queda en una cordial recomendación a su hija para que, en el futuro, no se deje abrazar tan fácilmente por los hombres…[2]


[1] Citaré por esta edición: Lope de Vega, La dama boba, ed. de Alonso Zamora Vicente, Madrid, Espasa Calpe, 2001.

[2] Para más detalles remito a mi trabajo: Carlos Mata Induráin, «La comicidad en La dama boba», en Javier Espejo Surós y Carlos Mata Induráin (eds.), Preludio a «La dama boba» de Lope de Vega (historia y crítica), Pamplona, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra, 2020, pp. 191-220.

La comicidad en «La dama boba» de Lope de Vega: la boba Finea y la discreta Nise (y 3)

Llegamos así al quicio del primer acto de la comedia[1], que viene marcado por otro soneto, el que declama a solas Laurencio, «Hermoso sois, sin duda, pensamiento…» (vv. 635-648). Con una expresión mucho menos alambicada que la de Duardo, Laurencio expresa que su pensamiento cambia de objetivo para ir en busca de otro más rico: Finea («Pensamiento, mudemos de sujeto», dice en el v. 646). Y su mudanza la explicará a su criado Pedro con unos versos que, de nuevo, presentan en contraste a las dos hermanas, ahora en meros términos de interés. Si antes, en boca de Leandro, ambas eran comparadas con una palma y un roble, ahora la imagen elegida por Laurencio es otra: la de un reloj, en el que una dama marca la 1 y la otra las 12, en alusión a la distinta cuantía de sus dotes; dicho con otras palabras: Nise es una hora infortunada que apenas le traería beneficio económico, en tanto que Finea es hora dichosa que le puede reportar 40.000 ducados de renta (ver los vv. 677-706). A partir de este momento, la nueva empresa de Laurencio será, pues, enamorar a Finea, la boba rica.

En este sentido, cómica resulta la escena en la que Laurencio comienza a requebrar a Finea y esta no entiende los términos e imágenes de su lenguaje galante (vv. 746 y ss.). Si no era capaz de aprender las primeras letras, menos lo será de asimilar los conceptos neoplatónicos, por ejemplo el amor como deseo de hermosura (podríamos considerar que estos versos de Laurencio constituyen una versión light del anterior soneto de Duardo, «La calidad elementar resiste…)». Finea —comenta ella misma— no sabe qué es amor porque no se lo han enseñado ni la cartilla ni su madre. Cuando Laurencio le habla de los espíritus visivos que saldrán de sus ojos enamorados para penetrar en los de ella, la dama boba se quedará solo con la palabra espíritus y creerá que el galán se refiere a cosas de brujería. Merece la pena copiar por extenso el pasaje en cuestión:

LAURENCIO.- Agora
conozco, hermosa señora,
que no solamente viene
el sol de las orientales
partes, pues de vuestros ojos
sale con rayos más rojos
y luces piramidales;
pero si, cuando salís
tan grande fuerza traéis,
al mediodía, ¿qué haréis?

FINEA.- Comer, como vos decís,
no pirámides ni peros,
sino cosas provechosas.

LAURENCIO.- Esas estrellas hermosas,
esos nocturnos luceros
me tienen fuera de mí.

FINEA.- Si vos andáis con estrellas,
¿qué mucho que os traigan ellas
arromadizado ansí?
Acostaos siempre temprano,
y dormid con tocador.

LAURENCIO.- ¿No entendéis que os tengo amor
puro, honesto, limpio y llano?

FINEA.- ¿Qué es amor?

LAURENCIO.- ¿Amor? Deseo.

FINEA.- ¿De qué?

LAURENCIO.- De una cosa hermosa.

FINEA.- ¿Es oro? ¿Es diamante? ¿Es cosa
destas que muy lindas veo?

LAURENCIO.- No; sino de la hermosura
de una mujer como vos,
que, como lo ordena Dios,
para buen fin se procura;
y esta, que vos la tenéis,
engendra deseo en mí.

FINEA.- Y yo, ¿qué he de hacer aquí,
si sé que vos me queréis?

LAURENCIO.- Quererme. ¿No habéis oído
que amor con amor se paga?

FINEA.- No sé yo cómo se haga,
porque nunca yo he querido,
ni en la cartilla lo vi,
ni me lo enseñó mi madre.
Preguntarélo a mi padre…

LAURENCIO.- Esperaos, que no es ansí.

FINEA.- Pues, ¿cómo?

LAURENCIO.- Destos mis ojos
saldrán unos rayos vivos,
como espíritus visivos,
de sangre y de fuego rojos,
que se entrarán por los vuestros.

FINEA.- No, señor; arriedro vaya
cosa en que espíritus haya.

LAURENCIO.- Son los espíritus nuestros,
que juntos se han de encender
y causar un dulce fuego
con que se pierde el sosiego,
hasta que se viene a ver
el alma en la posesión,
que es el fin del casamiento;
que con este santo intento
justos los amores son,
porque el alma que yo tengo
a vuestro pecho se pasa.

FINEA.- ¿Tanto pasa quien se casa? (vv. 746b-807).

Sea como sea, a Finea le van agradando las liciones de Laurencio, aunque su ignorancia casi desespera a su pretendiente, como antes al maestro Rufino: «¿Hay semejante ignorancia? / Sospecho que esta ganancia / camina a volverme loco» (vv. 842-844).

Personajes de La dama boba, en la versión de Victoria Savelieva (2019)
Personajes de La dama boba, en la versión de Victoria Savelieva (2019).

Muy cómico es también —siguiendo con la caracterización de la ingenua Finea— el pasaje relativo al retrato que le ha entregado su padre del galán con quien la ha comprometido, Liseo: como la pintura es solo de medio cuerpo, ella cree que su prometido carece de piernas. Luego, cuando llega este, Finea mostrará su sorpresa al descubrir que sí tiene piernas y pies. Toda esta escena es bastante divertida. Aparecen los celos de Finea cuando el recién llegado Liseo galantea a su hermana Nise, en lugar de a ella: «Pues, ¿cómo requiebra a esotra, / si viene a ser mi marido?» (vv. 930-931). Al ver que Liseo llega con traje de camino, indica que podía haber pedido el macho de la noria (vv. 938-940), se supone que para hacer el viaje sobre él, disparate que suscita el siguiente comentario de Nise: «Aunque hermosa y virtüosa, / es Finea de este humor» (vv. 942-943). En estas primeras vistas de los novios, Otavio quiere agasajar a Liseo con una caja de conservas y Finea habla inadecuadamente de ciertos menudos —una comida rústica y de semivigilia— que cocinó unos días atrás (vv. 955-960). Comenta que su prometido bebe como una mula (v. 965), lo que suscita el festivo aparte de Turín: «¡Buen requiebro!» (v. 966a). La comicidad escénica se acentúa cuando Finea le limpia la cara a Liseo, tras haber bebido este, pero lo hace con fuerza excesiva: «¡Media barba me ha quitado! / ¡Lindamente me enamora!» (vv. 971-972). Cuando se le indica al galán que se retire a descansar, Finea le ofrece ingenuamente su cama… para compartirla los dos. En fin, Liseo queda espantado al ver que su prometida es una boba espantosa (v. 996), con un cuerpo hermoso pero un alma loca (vv. 999-1000), como revela su diálogo con su criado Turín:

LISEO.- No sé yo
de qué manera disponga
mi desventura. ¡Ay de mí!

TURÍN.- ¿Quieres quitarte las botas?

LISEO.- No, Turín; sino la vida (vv. 991b-995).

Y es que Liseo, una vez conocido el percal, ya no se quiere casar con Finea[2].


[1] Citaré por esta edición: Lope de Vega, La dama boba, ed. de Alonso Zamora Vicente, Madrid, Espasa Calpe, 2001.

[2] Para más detalles remito a mi trabajo: Carlos Mata Induráin, «La comicidad en La dama boba», en Javier Espejo Surós y Carlos Mata Induráin (eds.), Preludio a «La dama boba» de Lope de Vega (historia y crítica), Pamplona, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra, 2020, pp. 191-220.

La comicidad en «La dama boba» de Lope de Vega: la boba Finea y la discreta Nise (2)

Pero volvamos al punto donde dejamos la acción del acto primero[1]. En una escena posterior —ya en Madrid, en casa de ambas hermanas—, el diálogo entre su padre Otavio y su amigo Miseno insistirá en la bobería y simplicidad de una (Finea) y la divina gallardía de otra (Nise). Ahora bien —y esto supone un elemento de comicidad añadido—, no es solo el carácter y la condición de Finea lo que preocupa a Otavio, sino que las dos hermanas enfadan y cansan por igual a su progenitor, según le confiesa a su fiel consejero:

OTAVIO.- Mis hijas son entrambas; mas yo os juro
me enfadan y cansan, cada una
por su camino, cuando más procuro
mostrar amor y inclinación a alguna.
Si ser Finea simple es caso duro,
ya lo suplen los bienes de Fortuna
y algunos que le dio Naturaleza,
siempre más liberal de la belleza;
pero ver tan discreta y arrogante
a Nise, más me pudre y martiriza,
y que de bien hablada y elegante
el vulgazo la aprueba y soleniza.
Si me casara agora (y no te espante
esta opinión, que alguno lo autoriza),
de dos extremos: boba o bachillera,
de la boba elección, sin duda, hiciera (vv. 201-216).

Otavio desearía más bien que ambas se situarán en un justo medio entre esos dos extremos de necedad y de bachillería:

OTAVIO.- ¿Para qué quiero yo que, bachillera,
la que es propia mujer concetos diga?
Esto de Nise por casar me altera;
lo más, como lo menos, me fatiga.
Resuélvome en dos cosas que quisiera,
pues la virtud es bien que el medio siga:
que Finea supiera más que sabe,
y Nise menos (vv. 233-240a).

Lo que ocurre es que el ingenio de Nise atrae a pocos pretendientes, en tanto que el oro de la dote de Finea —aunque venga acompañado de su bobería— es un dulce señuelo para muchos galanes.

Hasta el momento hemos visto a Finea y Nise caracterizadas por otros (heterocaracterización), pero siguen un par de escenas en las que asistiremos al hablar y al actuar de ambas damas (autocaracterización). En la primera de ellas, Nise trata de literatura con su criada Celia: está leyendo la Historia etiópica de los amores de Teágenes y Cariclea de Heliodoro, comenta «el artificio griego» propio de este relato (vv. 285-289), establece una distinción entre dos tipos de prosa, la poética y la historial (vv. 293-300), etc. En claro contraste, la escena siguiente, muy cómica[2], nos muestra a una Finea que, acompañada de Rufino, se muestra incapaz de aprender la cartilla, ni siquiera las primeras letras, lo que suscita los expresivos comentarios del maestro: «¡Qué hermosa / bestia!» (vv. 315-316a), «¡Linda bestia!» (v. 333a). Al oír esto, Finea, en su ingenuidad, cree que bestia es el nombre de una de las letras que le está enseñando: «Bestia, ¡por Dios!, se llamaba; / pero no se me acordaba» (vv. 334-335), y confunde también el nombre de la letra erre con una forma verbal del verbo errar (vv. 336-337). Y sigue adelante la —infructuosa— lección:

RUFINO.- Di aquí: b, a, n: ban.

FINEA.- ¿Dónde van?

RUFINO.- ¡Gentil cuidado!

FINEA.- ¿Que se van, no me decías?

RUFINO.- Letras son; ¡míralas bien!

FINEA.- Ya miro.

RUFINO.- B, e, n: ben.

FINEA.- ¿Adónde?

RUFINO.- ¡Adonde en mis días
no te vuelva más a ver!

FINEA.- ¿Ven, no dices? Pues ya voy.

RUFINO.- ¡Perdiendo el juïcio estoy! (vv. 339-347).

En fin, la nulidad de Finea a la hora de aprender la lición causará la desesperación del maestro, quien, tras recurrir al castigo físico (le da con la palmatoria en la mano), terminará perdiendo la paciencia y marchándose enfadado: «Aunque me diese, señora, / vuestro padre cuanto tiene, / no he de darle otra lición» (vv. 376-378).

La actriz María Guerrero como «La dama boba» (1906), de Joaquín Sorolla. Museo del Prado (Madrid).
La actriz María Guerrero como «La dama boba» (1906), de Joaquín Sorolla. Museo del Prado (Madrid).

Las boberías de la dama no acaban aquí, sino que continúan en la escena siguiente, en la que vemos por primera vez interactuar a las dos hermanas. Finea sigue demostrando que es incapaz de aprender el sentido de las palabras y algunos conceptos básicos:

NISE.- No tienes razón:
sufrir y aprender conviene.

FINEA.- Pues, ¿las letras que allí están,
yo no las aprendo bien?
Vengo cuando dice ven,
y voy cuando dice van.
¿Qué quiere, Nise, el maestro,
quebrándome la cabeza
con ban, bin, bon?

CELIA.- [Ap.] ¡Ella es pieza
de rey!

NISE.- Quiere el padre nuestro
que aprendamos.

FINEA.- Ya yo sé
el Padrenuestro (vv. 379b-390).

Tras la escena del relato que hace la criada Clara del parto de la gata romana —me referiré a él en una próxima entrada— y que tanto contentamiento (v. 491) causa a la infantil Finea, viene la academia poética que se celebra en casa de Otavio, en la que Feniso y Laurencio hacen a Nise juez de un soneto escrito por Duardo. Se pondera aquí el «ingenio gallardo» (v. 506) de la hermana culta. Pero no es descabellado considerar que los calificativos que Laurencio aplica a Nise tienen un matiz un tanto ridículo, precisamente por lo exagerado de los mismos:

LAURENCIO.- A vos sola,
que sois sibila española,
no Cumana ni Eritrea;
a vos, por quien ya las Gracias
son cuatro, y las Musas diez,
es justo haceros jüez (vv. 510b-515)[3].

Duardo recita el famoso soneto «La calidad elementar resiste…» (vv. 525-538), tan caro a Lope[4]. Del ABC, de los rudimentos de las letras tan mal asimilados por Finea, pasamos a una composición extremadamente difícil, que maneja complejos conceptos del neoplatonismo amoroso[5]. Es tal la dificultad del texto, que Nise reconoce, sincera, que «Ni una palabra entendí» (v. 539). Será preciso que su autor, Duardo, ofrezca una glosa explicativa, pero ni aun así, a tenor de los nuevos comentarios de la dama: «Con inquietud / escucho lo que no entiendo» (vv. 562b-563); «Yo no escucho más, / de no entenderte corrida. / ¡Escribe fácil!» (vv. 577b-579a). A su vez, el propio Duardo dirá a Feniso: «Temió las cosas escuras» (vv. 586). En realidad, Nise se muestra más interesada en hacer llegar a manos de Laurencio un papel que le ha escrito, y para ello pondrá en práctica la treta que este le sugiere; en efecto, la dama finge caer al suelo y cuando el galán le da la mano para ayudarla a levantarse, ella aprovecha para entregarle el billete amoroso:

LAURENCIO.- Con las obras respondiste.

NISE.- Esas responden mejor,
que no hay sin obras amor (vv. 611-613)[6].


[1] Citaré por esta edición: Lope de Vega, La dama boba, ed. de Alonso Zamora Vicente, Madrid, Espasa Calpe, 2001.

[2] Hay un comentario detallado de esta escena en el trabajo de Françoise Gilbert, «Bases para el análisis del documento teatral (metodología en contexto)», en Javier Espejo Surós y Carlos Mata Induráin (eds.), Preludio a «La dama boba» de Lope de Vega (historia y crítica), Pamplona, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra, 2020, pp. 55-78.

[3] En el acto tercero, su padre Otavio dirá que «Nise es tentada / de académica endiosada (vv. 2106-2107); y Feniso la elogiará diciendo que «en toda Europa / no tiene igual vuestro ingenio» (vv. 3116-3117).

[4] Ver Marco Presotto, «Apuntes sobre el soneto “La calidad elementar resiste” y La dama boba», Anuario Lope de Vega. Texto, literatura, cultura, XIX, 2013, pp. 204-216.

[5] Además de Presotto, «Apuntes sobre el soneto…», ver James E. Holloway, «Lope’s Neoplatonism: La dama boba», Bulletin of Hispanic Studies, 49, 1972, pp. 236-255; y Emile L. Bergmann, «La dama boba: temática folklórica y neoplatónica», en Manuel Criado de Val (ed.), Lope de Vega y los orígenes del teatro español, Madrid, EDI-6, 1981, pp. 409-414.

[6] Para más detalles remito a mi trabajo: Carlos Mata Induráin, «La comicidad en La dama boba», en Javier Espejo Surós y Carlos Mata Induráin (eds.), Preludio a «La dama boba» de Lope de Vega (historia y crítica), Pamplona, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra, 2020, pp. 191-220.