Publicado en 1965 (Pamplona, Ediciones Morea), Sonetos para no morir[1] es el segundo poemario en el conjunto de la producción lírica del poeta navarro Ángel Urrutia Iturbe (Lekunberri, 1933-Pamplona, 1994), escritor que hasta la fecha cuenta con escasa bibliografía crítica si exceptuamos un puñado de trabajos[2]. Se trata, sin embargo, de un autor muy interesante en el panorama de la poesía navarra —y española, en general— de posguerra que merece ser revisitado y al que conviene prestarle mayor atención.
En sucesivas entradas pretendo un acercamiento —fundamentalmente temático— a sus Sonetos para no morir, volumen en el que se advierte una continua mezcla de existencialismo (la vida concebida como dolor, angustia, amargura…) y trascendencia religiosa (esperanza en una vida eterna y encuentro con la divinidad), que es lo que prevalece en la parte final. En efecto, ese existencialismo vital, esa “agonía de la vida” que expresa el yo lírico, se ven trascendidos por las creencias cristianas del autor, por su esperanza en otra vida, lo que trae aparejada la presencia de Dios y el diálogo con Él. Como tendremos ocasión de comprobar, las dos temáticas se hacen presentes de forma continua y entreverada a lo largo de todo el poemario, que presenta una marcada unidad, si bien en el tramo final de este libro poético de Urrutia se advierte una creciente presencia de la divinidad, de forma que la visión trascendente se impone sobre la angustia vital.
Tras comentar someramente la estructura y el contenido del poemario, me centraré en el análisis de los temas (con sus símbolos y motivos poéticos asociados), añadiendo al final unas breves notas relativas al estilo[3].
[1] Todas las citas serán por la edición original de Pamplona, Ediciones Morea, 1965, cuyo colofón reza: «Esta primera edición de / SONETOS PARA NO MORIR // de Ángel Urrutia Iturbe, / se acabó de imprimir el día 8 de diciembre de 1965, / festividad de la Inmaculada Concepción, / en los talleres de Gráficas Iruña, / en Pamplona. // LAVS DEO». Adapto las citas a las normas académicas actuales. En la edición más reciente de Consuelo Allué Villanueva (Poemarios completos. Otros poemas, Pamplona, Cénlit Ediciones, 2005) el libro ocupa las pp. 137-165.
[2] Destacan, entre ellos, de forma muy notable los debidos a Consuelo Allué Villanueva, en particular la edición de sus Poemarios completos. Otros poemas, del 2005 (las pp. 39-42 de la introducción son para Sonetos para no morir, donde dedica breves apartados a comentar «Estructura», «Estructuración temática», «Métrica» y «Lenguaje poético») y su tesis doctoral del 2007 (ver las pp. 312-338 para el poemario que nos ocupa, que amplifican lo expuesto en el trabajo anterior). Remito también a lo que de Urrutia dice Ángel Raimundo Fernández González, en dos trabajos: «Río Arga» y sus poetas, Pamplona, Gobierno de Navarra, 2002 e Historia literaria de Navarra: el siglo XX. Poesía y teatro, Pamplona, Gobierno de Navarra, 2003. Han elaborado antologías de sus versos Fredo Arias de la Canal (Antología cósmica, México, D. F., Frente de Afirmación Hispanista, 1995) y Patricio Hernández (Antología poética, Pamplona, Gobierno de Navarra-Departamento de Educación y Cultura,1999).
[3] Para más detalles remito a mi trabajo: Carlos Mata Induráin, «Existencialismo y trascendencia en Sonetos para no morir (1965) de Ángel Urrutia», Príncipe de Viana, año LXXXIV, núm. 287, septiembre-diciembre de 2023, pp. 647-674.

