«El Bautismo de Jesús (Mc 1, 6-11)», de José Luis Martínez, SM

Yo os bautizo con agua para que os convirtáis;
pero el que viene después de mí es más poderoso que yo,
y yo ni siquiera soy digno de llevarle las sandalias.
Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego (
Mateo, 3, 11).

Con la fiesta del Bautismo de Jesús finaliza hoy el ciclo litúrgico de Navidad, y con ello la serie de poesías navideñas que he venido transcribiendo y glosando brevemente durante estos días.

Willem van Herp II, Bautismo de Cristo. Museo Nacional del Prado, Madrid (España)
Willem van Herp II, Bautismo de Cristo. Museo Nacional del Prado, Madrid (España).

Lo hago con el poema «El Bautismo de Jesús (Mc 1, 6-11)», del sacerdote marianista José Luis Martínez (Aguilar de Bureba, Burgos, 1923-Madrid, 2016), que dice así:

Los bíblicos profetas
recibían de Dios su vocación
con palabras concretas
y signos de infusión
del Espíritu, Señor de la misión.

Jesús era inocente,
y nunca en él hubo un solo pecado,
pero entró en la corriente[1]
para ser bautizado,
pues con el hombre sí estaba hermanado[2].

Cuando Jesús salió
del agua del Jordán ya bautizado,
el Padre proclamó,
desde el cielo rasgado:
«Este es mi predilecto, mi Hijo amado»[3].

Y el Espíritu Santo,
en forma de paloma aleteante[4],
lo arrulló con su canto
y lo ungió al instante
con su fuerza y su luz vivificante.

Y, a partir de ese día,
con la unción y la fuerza del bautismo,
al diablo desafía,
y anuncia un mesianismo
que es servicio y entrega de sí mismo.

«Y pasó haciendo el bien,
y liberando al pobre y oprimido»
hasta su último amén
—cuando todo era olvido—
perdonando, sin sentirse ofendido.

Y este es el compromiso
de aquel que en Cristo ha sido bautizado:
no ser nunca remiso
en hacer, de buen grado,
el bien, nunca medido ni tasado[5].


[1] en la corriente: del río Jordán, como se explicita enseguida.

[2] con el hombre sí estaba hermanado: Dios se hizo hombre para redimir al género humano.

[3] «Entonces se formó una nube que les hizo sombra, y de la nube salió una voz: Éste es mi hijo, el Amado, escuchadle» (Marcos, 9, 7).

[4] «Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí que los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él» (Mateo, 3, 16).

[5] Publicado por José Luis Martínez, SM en su blog Poesía Religiosa el miércoles 14 de enero de 2009, de donde lo tomo. Los cinco primeros versos funcionan a modo de lema (con esa disposición tipográfica: justificados por la derecha y en cursiva); en el quinto corrijo la errata «profestas».