Algunas de las intervenciones graciosas de los criados ya nos han ido apareciendo, aquí y allí, al ir glosando los sucesos de sus amos[1]. Completaré ahora ese panorama de la comicidad de los lacayos con algunos breves apuntes complementarios.
Así a Turín, el criado de Liseo, lo vemos preocupado en las escenas iniciales por la comida y los bastimentos[2]. Él nos da una primera descripción de Finea que, como imagina él que pasa con las damas de corte, se sustentará solo con cosas de dulce (dice que comerá «No más / de azúcar, maná y jalea. / Pasaráse una semana / con dos puntos en el aire, / de azúcar», vv. 63b-67a). Él es también quien califica —indirectamente— de bestia a Finea por medio del juego disociativo de jo-yas, ya que jo es voz que se usa para ordenar a las caballerías que se detengan:
FINEA.- ¿Joyas traéis?
TURÍN.- [Ap.] Y le sobra
de las joyas el principio,
tanto el jo se le acomoda (vv. 948-950).
Y, en otro pasaje, él se lamentará humorísticamente del amor que siente por Celia con estas divertidas palabras:
¡Que enamore amor un hombre
como yo! ¡Amor desatina!
¡Que una ninfa de cocina,
para blasón de su nombre,
ponga: «Aquí murió Turín
entre sartenes y cazos»! (vv. 2359-2364).
Al final de la comedia, casará con ella, añadiendo un nuevo chiste disociativo (el muy socorrido de devota / bota):
NISE.- Celia, que fue tu devota,
será tu esposa, Turín.TURÍN.- Mi bota será y mi novia (vv. 3176-3178).
Y es que, en el teatro español del Siglo de Oro, el mundo de los criados reproduce casi siempre, aunque en menor escala, el de los amos, especialmente las relaciones amorosas de caballeros y damas. Lo mismo sucede con Pedro, lacayo de Laurencio, que cortejará a Clara, sumándose también al final esta otra pareja a las bodas finales:
PEDRO.- Y Pedro, ¿no es bien que coma
algún güeso, como perro,
de la mesa de estas bodas?FINEA.- Clara es tuya (vv. 3170-3173a).
Pedro tiene asimismo algunas otras intervenciones chistosas, como su irónico comentario sobre lo bien que guarda Turín los secretos de Liseo (en el v. 2374b) o su constatación humorística de que nunca los necios callan (vv. 1880b-1882). Podemos recordar igualmente su preocupación por muquir (‘comer’, v. 2825), cuando Finea lo manda al desván junto con Laurencio, lo que suscita su comentario: «¿Yo al desván? ¿Soy gato?» (v. 2828b). En presencia de Laurencio, Celia se refiere chistosamente a su criado como «el que tiene / de tus secretos las llaves» (vv. 1287-1288); es, en efecto, su secretario en materias de amor, pero no se olvide además que las llaves son el atributo principal de san Pedro en la iconografía.
A Celia, criada de Nise, la vemos seguirla en sus lecciones literarias, y no deja de contagiarse de algún cultismo, como cuando habla del «cándido pergamino» (v. 277); podemos recordar también su irónico aparte relativo a Finea en los vv. 387b-388a.
Clara, criada de Finea, parece tener la misma bobería que su ama, aunque en opinión de Celia es más bellaca que boba (v. 498), opinión corroborada algo más adelante por Pedro: «Sospecho que es más taimada / que boba» (vv. 735-736a). Es decir, se finge simple para engañar y robar a Finea, a la que, por otra parte, secunda en el terreno amoroso relacionándose con Pedro: «¿No ves que amé porque amabas, / y olvidaré porque olvidas?» (vv. 1575-1576), le explica a su ama. No en balde es ella quien antes había calificado a Pedro de perro de caza de su amo Laurencio (vv. 887-888). Clara —que le ha preguntado qué es amor a Pedro (vv. 808 y ss.), en escena paralela a la de Finea con Laurencio— es quien nos brinda poco después, en ese mismo pasaje, una graciosa definición del amor como pepitoria:
FINEA.- ¿Has visto, Clara,
lo que es amor? ¡Quién pensara
tal cosa!CLARA.- No hay pepitoria
que tenga más menudencias
de manos, tripas y pies (vv. 850b-854).
Clara, en fin, es la encargada además de relatar el parto de la gata romana, que tanto entretiene a Finea[3], y que nos conecta con el mundo de La Gatomaquia:
CLARA.- Salía, por donde suele,
el Sol, muy galán y rico,
con la librea del rey,
colorado y amarillo;
andaban los carretones
quitándole el romadizo
que da la noche a Madrid,
aunque no sé quién me dijo
que era la calle Mayor
el soldado más antiguo,
pues nunca el mayor de Flandes
presentó tantos servicios;
pregonaban aguardiente,
agua biznieta del vino,
los hombres Carnestolendas,
todos naranjas y gritos.
Dormían las rentas grandes,
despertaban los oficios,
tocaban los boticarios
sus almireces a pino,
cuando la gata de casa
comenzó, con mil suspiros,
a decir: «¡Ay, ay, ay, ay!
¡Que quiero parir, marido!»
Levantóse Hociquimocho,
y fue corriendo a decirlo
a sus parientes y deudos;
que deben de ser moriscos,
porque el lenguaje que hablaban,
en tiple de monacillos,
si no es jerigonza entre ellos,
no es español, ni latino.
Vino una gata vïuda,
con blanco y negro vestido
—sospecho que era su agüela—,
gorda y compuesta de hocico;
y, si lo que arrastra, honra,
como dicen los antiguos,
tan honrada es por la cola
como otros por sus oficios.
Trújole cierta manteca,
desayunóse y previno
en qué recebir el parto.
Hubo temerarios gritos:
no es burla; parió seis gatos
tan remendados y lindos,
que pudieran, a ser pías,
llevar el coche más rico.
Regocijados bajaron
de los tejados vecinos,
caballetes y terrados,
todos los deudos y amigos:
Lamicola, Arañizaldo,
Marfuz, Marramao, Micilo,
Tumba[h]ollín, Mico, Miturrio,
Rabicorto, Zapaquildo;
unos vestidos de pardo,
otros de blanco vestidos,
y otros con forros de martas,
en cueras y capotillos.
De negro vino a la fiesta
el gallardo Golosino,
luto que mostraba entonces
de su padre el gaticidio.
Cuál la morcilla presenta,
cuál el pez, cuál el cabrito,
cuál el gorrïón astuto,
cuál el simple palomino.
Trazando quedan agora,
para mejor regocijo
en el gatesco senado
correr gansos cinco a cinco.
Ven presto, que si los oyes,
dirás que parecen niños,
y darás a la parida
el parabién de los hijos (vv. 413-488)[4].
[1] Citaré por esta edición: Lope de Vega, La dama boba, ed. de Alonso Zamora Vicente, Madrid, Espasa Calpe, 2001.
[2] Para el posible sentido obsceno de las menciones de la comida en este pasaje, ver Javier Espejo Surós «La dama boba, inmenso oxímoron (brevísima coda)», en Javier Espejo Surós y Carlos Mata Induráin (eds.), Preludio a «La dama boba» de Lope de Vega (historia y crítica), Pamplona, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra, 2020, pp. 283-290.
[3] Rodríguez Mansilla analiza con detalle este episodio del parto de la gata como tema burlesco: «Para el texto de La dama boba: el parto de la gata como tema burlesco», Hipogrifo. Revista de literatura y cultura del Siglo de Oro, 8.1, 2020, pp. 161-173. En fin, Clara es también la enunciadora de las misteriosas alusiones a los desvanes (vv. 2935 y ss., en especial vv. 2963-2986), que han suscitado distintas interpretaciones entre la crítica.
[4] Para más detalles remito a mi trabajo: Carlos Mata Induráin, «La comicidad en La dama boba», en Javier Espejo Surós y Carlos Mata Induráin (eds.), Preludio a «La dama boba» de Lope de Vega (historia y crítica), Pamplona, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra, 2020, pp. 191-220.







