El título de este nuevo poemario de López de Ceráin (que se publicó con prólogo de José María Domench García y del que se incluyen ocho poemas en este libro antológico) vuelve a situar el tema de la temporalidad, de la conciencia de la temporalidad, en el centro de todo. El poema titulado «La vida» comienza con la indicación de que «Pasa el tiempo amasando el olvido / hasta hacerse pan nuestro de cada día» y de que «nos morimos». «Pero vuelve el tiempo», en una especie de eterno retorno, y el poema se cierra con estas hermosas palabras: «El hombre espera la esperanza hecha belleza / que es Eterna, Verdad, presto a morir». Y este mismo tono esperanzado que apuntaba en El sufrimiento en la espera reaparece aquí en «Esperanza», donde el yo lírico llega a «Sentir que el sufrimiento pasa» y hay lugar para una «caricia cierta» y para «palabras verdaderas».
La palabra recuerdo, tan importante como hemos podido constatar en poemarios anteriores, nos va a seguir apareciendo con frecuencia, pues el poeta y su yo lírico viven volcados hacia el pasado. Así, en «Variaciones de Schubert (Quinteto la Trucha)», nuevo apóstrofe a un tú amado y evocación de un encuentro que fue «seguro azar» (como el título del poemario de Pedro Salinas), acaba: «y hoy conjuro tu recuerdo en este trance / que describe tres noches, un mar inmenso y una vaga nostalgia».
Por lo demás, los restantes poemas de esta recopilación responden a temas diversos: «Insomnio de Otero» es una reflexión del poeta sobre la escritura, para concluir afirmando que no sabe si lo escrito mejora lo hablado y lo vivido. Cabe destacar, como recursos estilísticos, el quiasmo («que pierde lo que alcanza y lo que alcanza pierde») y la anáfora (repetición de «Escribo por las noches»). «Réquiem a Tomás Caballero» es un cálido homenaje al concejal pamplonés vilmente asesinado por ETA el 6 de mayo de 1998 (por eso uno de los versos se refiere a una «odiosa primavera de la muerte»). Se evoca al político como «luchador de libertades», defensor de la palabra y la libertad, frente a la violencia y la carroña. En realidad, toda la historia del hombre se concibe en esta larga composición, que tiene cierto tono alegórico, como una lucha entre la fuerza de la palabra y «la debacle de la palabra», esto es, entre la razón y la sinrazón de la violencia. En fin, los recuerdos familiares reaparecen en «Dionisio posa ante los Arcos de San Juan» (se refiere a los restos del monasterio de San Juan de Duero, en Soria) y los viajes y evocaciones de paisajes en «Pampelune» y en «Joven patricio»[1].
[1] Para más detalles remito a mi trabajo: Carlos Mata Induráin, «“Pero no olvides qué Ítaca eres tú”: los veinticinco años de creación poética de Rafael López de Ceráin (1985-2010)», en Rafael López de Ceráin, Cuaderno de versos. Antología 1985-2010, Madrid, Incipit Editores, 2010, pp. 13-39.
