En entradas anteriores he reproducido cuatro sonetos de Vicente Rodríguez de Arellano, los que comienzan comienzan «Huye animoso mísero forzado…», «Dispone, labra y siembra con fatiga…», «Larga carrera amar, la vida breve…» y «Del halago del vicio seducido…». Traigo hoy al blog otra composición, su «Oda al Altísimo», incluida por Leopoldo Augusto de Cueto en el tomo III de Poetas líricos del siglo XVIII. La oda está formada por diez sextetos lira; en el primero invoca a su musa para que cante «al Hacedor de todo lo criado» (v. 6); en el segundo glosa la creación del mundo, culminada con la creación del hombre, «mística copia de su esencia y nombre» (v. 12). Las seis estrofas siguientes comentan diversos beneficios concedidos por la divinidad al regir sabiamente la naturaleza, así como una serie de características y atributos suyos. La penúltima menciona los espíritus bienaventurados que rodean su trono aclamándolo «¡Oh, Santo, Santo, Santo!» (v. 54). En fin, en la última se dirige en apóstrofe al «Señor omnipotente» (v. 57) para expresar que resulta imposible al hombre cantar dignamente la grandeza de Dios, cosa que solo puede hacer Él siendo lengua de sí mismo.
Pues ves, ¡oh, musa mía!,
el orden admirable de las cosas,
y cuántas relaciones prodigiosas
encierra su armonía,
canta en tono elevado
al Hacedor de todo lo criado.A una voz hizo el cielo,
la tierra, el sol, la luna y las estrellas,
brutos, aves y peces, flores bellas,
que ornan el verde suelo;
y por fin hizo al hombre,
mística copia de su esencia y nombre[1].Crëador increado,
fin y principio[2] de cuanto es, ha sido
y de cuanto será, reconocido
se ve y glorificado
en cuantas criaturas
pueblan la tierra y las esferas puras.Por él, en la erizada
fría estación, los montes eminentes
se coronan de nieve, que en mil fuentes
y arroyos desatada
por el favonio[3] blando
a los valles desciende murmurando.Él hace que la aurora
al campo vierta animador rocío;
que espigas dore el abrasado estío,
y que Pomona y Flora[4]
canten sus atributos
con flores bellas y sabrosos frutos[5].Desde su rico asiento,
arbitro de los bienes y los males,
de los rápidos orbes celestiales
regula el movimiento;
y con frágil arena
del Ponto[6] airado la soberbia enfrena.De sus manos sagradas
tiene en la diestra la clemente oliva[7],
y en la siniestra el rayo, que derriba
las torres elevadas
y alcázares costosos
que erigen los mortales orgullosos.Magnífico, insondable,
todo es fecundidad, todo clemencia,
todo justicia, todo providencia,
y en todo es inefable;
pues su ser excelente
cabe en sí mismo, y no en la humana mente.De bienaventurados
espíritus inmensa muchedumbre
rodea el trono de su excelsa lumbre;
y en su amor abrasados,
con admirable canto
le apellidan[8] «¡Oh, Santo, Santo, Santo!»[9].¿Quién de tu fortaleza,
de tu bondad y ciencia dignamente
podrá cantar, Señor omnipotente?
Nadie; que en la grandeza
de tu insondable abismo,
eres Tú solo lengua de Ti mismo[10].
[1] mística copia de su esencia y nombre: el hombre fue hecho a imagen y semejanza de Dios.
[2] Crëador increado, / fin y principio de cuanto es, ha sido / y de cuanto será: apelativos tópicos aplicados a la divinidad.
[3] favonio: viento suave, céfiro.
[4] Pomona y Flora: la primera es la diosa romana de las frutas y las huertas; la segunda, de las flores y los frutos; ambas connotan ʻfertilidadʼ.
[5] con flores bellas y sabrosos frutos: nótese el quiasmo.
[6] Ponto: era un antiguo dios del mar preolímpico y uno de los dioses primordiales; por antonomasia significa ʻmar profundo, océano, piélagoʼ.
[7] la clemente oliva: símbolo de la paz.
[8] le apellidan: le llaman, le invocan.
[9] «¡Oh, Santo, Santo, Santo!»: cfr. Apocalipsis, 4, 8: «Y los cuatro seres vivientes tenían cada uno seis alas, y alrededor y por dentro estaban llenos de ojos; y no cesaban día y noche de decir: Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el que ha de venir».
[10] Poetas líricos del siglo XVIII, ed. de Leopoldo Augusto Cueto, tomo III, Madrid, Imprenta de los Sucesores de Hernando, 1922 (BAE, 67), p. 549a. Modifico ligeramente la puntuación. En el original todos los versos comienzan con mayúscula. En el último versos añado mayúscula a «Tú» y «Ti».






