La actitud de Navarro Villoslada ante el vascuence: «La dama del rey»

Una nueva cala para determinar la actitud de Navarro Villoslada ante el vascuence[1] la podemos hacer en la zarzuela de tema vascongado La dama del rey[2]. De escribir el libreto se encargó nuestro escritor, y le puso música Emilio Arrieta, siendo estrenada en Madrid en 1855. En esta obra hay dos coros que aluden al árbol de Guernica, como símbolo de las históricas libertades vascas, uno al principio:

Árbol santo de Guernica,
de los cántabros solaz;
a tu sombra se guarece
nuestra dulce libertad.
¡Oh, bien hayan los monarcas
que a tu tronco secular
la potente mano tienden
con munífico ademán!
Se ve entonces tu ramaje
de alborozo retemblar.
¡Corazón eres de un pueblo;
lo que él viva vivirás! (p. 20).

Y el coro final, que reitera esa misma idea, en alusión aquí a la visita de la reina doña Isabel para jurar los Fueros del Señorío de Vizcaya:

La reina bienhechora
los santos Fueros
viene a jurar.
Saluda a tu Señora,
la buena madre,
feliz solar.
Trono, un peñasco pobre;
copudo roble será el dosel.
Latidos las entrañas
de las montañas
den a Isabel (p. 52).

Árbol de Guernica

Me interesa destacar estos dos coros sobre el árbol de Guernica porque entre los papeles del Archivo de Navarro Villoslada he encontrado también una traducción parcial del «Guernicako arbola», que intenta mantener el ritmo musical y acentual del original de Iparraguirre:

¡Oh, roble de Guernica,
bendito del Señor!,
los vascongados te aman
de todo corazón.
Tu dulce sombra esparce
del mundo en derredor.
Nosotros te adoramos,
árbol de bendición.

Mil y mil años hace,
según la tradición,
¡oh roble de Guernica!,
que un ángel te plantó.
Alza siempre tu copa,
y más que nunca hoy;
denos el dulce abrigo
que a nuestros padres dio.

Un aspecto menos importante, aunque también relacionado con el tema del idioma, es la inclusión de un chiste, a propósito de la excesiva longitud de los apellidos vascos. Andrés, que viene a ser el “gracioso” de la zarzuela, trata de distraer a Pancracio, que busca a la amada del rey, diciéndole que se llama Blasa Iturreberrigorrigogeascogoe…, pero Pancracio le interrumpe: «Basta. / Tenéis por aquí apellidos / que pueden medirse a varas» (p. 25)[3].


[1] Esta es la expresión que Navarro Villoslada emplea con preferencia para referirse al idioma vasco.

[2] Cito por Francisco Navarro Villoslada, La dama del rey, en Obras completas, ed. de Segundo Otatzu Jaurrieta, vol. III, Pamplona, Mintzoa, 1992, pp. 15-52.

[3] Para más detalles remito a mi trabajo: Carlos Mata Induráin, «“Amaya da asiera”. La actitud de Navarro Villoslada ante el vascuence», en Roldán Jimeno Aranguren (coord.), El euskera en tiempo de los euskaros, Pamplona, Gobierno de Navarra (Departamento de Educación y Cultura) / Ateneo Navarro-Nafar Ateneoa, 2000, pp. 113-144.

Producción literaria de Navarro Villoslada (2)

La dama del rey, de Navarro VillosladaFrancisco Navarro Villoslada[1] empleó su pluma igualmente en el teatro, en la poesía y en el artículo de costumbres. Forman su producción dramática La prensa libre (1844), comedia en verso en la que se aboga por la independencia de los periódicos; Los encantos de la voz (1844), intrascendente comedia de enredo, en un acto y en prosa, escrita en colaboración con Manuel Juan Diana; Echarse en brazos de Dios (1855), drama histórico en verso, que retoma algunos episodios de la novela Doña Blanca de Navarra; y la zarzuela de tema vascongado La dama del rey (1855), con música de Emilio Arrieta, que se estrenó sin demasiado éxito.

Como poeta nos legó un ensayo épico titulado Luchana (1840), sobre el tercer asedio de Bilbao por los carlistas en 1836. También escribió, desde sus años juveniles, numerosas composiciones poéticas, en las que predominan los temas de contenido moral y religioso (destacan «A la Virgen del Perpetuo Socorro», «A Pío IX», «Meditación», «Las ermitas», el madrigal «Fuente brota en mi valle…» y el villancico «Al Niño donoso…», de graciosa sencillez).

En su faceta de autor costumbrista, dejó escrito «El canónigo» (1843), recogido en Los españoles pintados por sí mismos, «El arriero» (1846) y «La mujer de Navarra» (1873), bella estampa del carácter de las mujeres montañesas y ribereñas.


[1] Para este autor ver Carlos Mata Induráin, Francisco Navarro Villoslada (1818-1895) y sus novelas históricas, Pamplona, Gobierno de Navarra (Dpto. de Educación, Cultura, Deporte y Juventud-Institución Príncipe de Viana), 1995; «Francisco Navarro Villoslada (1818-1895). Político, periodista, literato», Príncipe de Viana, Anejo 17, 1996, pp. 259-267; y «Navarro Villoslada, periodista. Una aproximación», Príncipe de Viana, año LX, núm. 217, mayo-agosto de 1999, pp. 597-619. Y para su contexto literario remito a Carlos Mata Induráin, «Estructuras y técnicas narrativas de la novela histórica romántica española (1830-1870)», en Kurt Spang, Ignacio Arellano y Carlos Mata (eds.), La novela histórica. Teoría y comentarios, Pamplona, Eunsa, 1995, pp. 145-198; 2.ª ed., Pamplona, Eunsa, 1998, pp. 113-151.